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Por Federico Wilder
En 1978 John Carpenter revolucionó el terror hollywoodense con “Halloween”, una propuesta —influida por el gore italiano— que adaptaba el género a lo que años más tarde sería el slasher, subgénero poblado por asesinos seriales cuyo principal hobby es descuartizar adolescentes.
En esta época de tan escasas ideas los remakes se han vuelto recurrentes y el director Rob Zombie, no queriendo quedarse atrás, decidió revivir la saga de Michael Myers creada por el maestro Carpenter. En 2007 realizó “Halloween. El origen” en un intento por transformar la historia original, centrándose en la niñez de Myers y en el proceso por el cual se transforma en el asesino de la máscara. La idea original era digna de alabarse, sobre todo porque pretendía revitalizar, con un enfoque distinto, una saga totalmente desgastada. Desafortunadamente, Zombie no pudo desarrollar totalmente la historia y su película termina cayendo —en sus últimos minutos— en una del montón, repitiendo clichés y tropezando estruendosamente con la piedra que quería evitar.
Ahora nos presenta una revisión de la segunda cinta de Michael Myers y no cabe duda que este director sabe aprender de sus errores. Pese a lo que pensaba, “Halloween II” es probablemente la gran sorpresa del 2009. Un filme que pueda resarcir deficiencias pasadas y sacar a flote una historia totalmente nueva que sólo hace referencia a la original en una sola secuencia.
La historia trata del inminente regreso de Michael Myers a terminar los asuntos pendientes, es decir, asesinar finalmente a su hermana que logró escapar de su ataque en el primer filme. Para permanecer alejada de Michael, su hermana se ha cambiado el nombre al de Laurie Strode pero la sensación de ser acechada por su desequilibrado hermano comienza a perturbarle. Lo interesante de la narrativa es la manera en que se van mezclando elementos oníricos en este relato donde lo más importante es la sensación de que un monstruo imparable se dirige lentamente a su víctima, y donde ésta puede percibir, por extraños vínculos afectivos y familiares, que su verdugo sigue vivo y que no se detendrá ante nada para eliminarla.
El actor Malcolm McDowell repite su personaje del doctor Loomis, el psiquiatra que ha llevado el caso de Michael desde su infancia y que cree tener las claves para detenerle. Con un final ambiguo, el filme explora de frágil línea que separa la cordura de la demencia.
Formalmente opta por el uso de la cámara en mano y eso le da un toque distinto. Además la iluminación se mantiene casi en su totalidad en tonalidades frías acentuando la atmósfera. La oscuridad, el movimiento vertiginoso de la cámara y los colores azules y verdes contribuyen a contar una historia delirante de personajes perturbados y violentos. Zombie representa un mundo muerto y en descomposición donde Myers parece formar parte del status quo. En ninguna otra cinta —ni siquiera en las de Carpenter— este personaje había demostrado tanta fuerza y complejidad. Ese es el verdadero triunfo del filme.
En “Halloween II” todos los personajes se muestran agresivos, decadentes y tan impulsivos como el propio Michael. Incluso el Doctor Loomis es un patán egocéntrico interesado únicamente en comercializar libros de psicología barata y lucrar con su imagen. Se trata de una galería de escorias que hacen suponer que Myers bien podría ser una especie de justiciero amoral. Michael es el producto de una sociedad enferma, que se escandaliza y reniega de su propia creación. El asesino tiene el terrible defecto de haberse dejado llevar por una incontrolable ira y eso lo convierte en un elemento peligroso.
“Halloween II” significa un logro en la carrera de Rob Zombie, que poco a poco se va ganando un lugar como un realizador especializado en el horror y el gore, con un estilo visual muy impregnado del videoclip musical, no es fortuito que en algunos momentos sus películas parezcan videos de Marilyn Manson.