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Fotos Hécto Montaño (INAH)
Con la plantación de más de tres mil árboles endémicos, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) concluyó la reforestación de áreas vulnerables de la zona arqueológica de Chichén Itzá, acción con la que se buscará contrarrestar los efectos de deforestación en el sitio maya causada por efectos naturales como la sequía.
Se trata del programa de reforestación desarrollado con el apoyo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la cual donó cuatro mil árboles de especies nativas, como caoba, cedro, flamboyán y pich, este último característico de la región.
El arqueólogo Ricardo Náfate López, responsable del proyecto, informó que esta labor forma parte del programa de mantenimiento menor del sitio. “Fundamentalmente se han reforestado las áreas más comprometidas y afectadas de la zona arqueológica, debido a las sequías y a las tormentas eléctricas cuyos rayos llegan a caer sobre los árboles”.
Refirió que del total de árboles donados por la Sedena, se plantaron tres mil, además de recuperar otros más mediante la siembra de semilla. Los mil restantes serán plantados el próximo año, señaló.
Entre las áreas verdes que se repoblaron destacan el sendero que lleva del Observatorio al Conjunto de Serie Inicial y la ruta que lleva del acceso principal al Campamento, así como la explanada principal y la Gran Nivelación donde se sembraron aproximadamente 300 ejemplares, que son atendidos con un sistema de riego fiable, a fin de rehabilitar el césped y hacer de estas áreas que son las más visitadas, espacios menos áridos y secos durante gran parte del año.
Náfate López indicó entre los factores que afectan las áreas verdes del sitio, se encuentran los fuertes vientos registrados durante los huracanes, que provocan fracturas o desgajamiento de árboles, e incluso el desprendimiento total de ejemplares de más de 10 metros, “por lo que se pierden sombras indispensables para el desarrollo de la flora en la región”.
Asimismo, añadió, la pérdida de árboles se da durante las tormentas eléctricas, “la caída de rayos sobre éstos se da en promedio de cuatro o cinco ocasiones por mes”. La sequía, dijo, es otra de las razones que producen la muerte de ejemplares, porque el cambio climático ha alterado la periodicidad de las lluvias, y por ende el tiempo de secas ahora es más fuerte y prolongado.
El arqueólogo del INAH abundó que dentro de las 47 hectáreas del polígono de protección de Chichén Itzá se han detectado áreas con una severa aridez, en las que se han realizado estudios sobre la viabilidad de sembrar nuevos árboles, por lo que en el proceso de reforestación es fundamental brindarles las condiciones necesarias de sombra y riego.
“Previo a la siembra de los nuevos ejemplares se estudia el área y las condiciones del espacio, se planea también el cuidado que habrá de darse a cada especie, con la idea de que obtenga de forma natural o asistida los elementos necesarios para su crecimiento, de tal manera que contamos así con un registro por zonas de siembra y grupo”, detalló Náfate López.
Indicó que además de reforestar el sitio arqueológico de Chichén Itzá, el trabajo de reforestación también está encaminado a lograr la recuperación de especies por florecimiento natural. Esto es, que se recolecta la semilla de algunos árboles, se almacenan y se siembran en otras áreas.
Con este sistema se han logrado sembrar también una gran cantidad de palmas de guano, un histórico y milenario arbusto que es aprovechado por los mayas, quienes usan las hojas para techar viviendas y la elaboración de artesanías
Además de las palmas de guano, plantadas en el área poniente del acceso principal del sitio arqueológico, comentó Náfate López, se está intentando recuperar la especie llamada ciricote o k´oopte en maya, árbol de hasta 15 metros de altura con una copa redondeada y muy densa, cuya flor de color naranja y su fruto amarillento son comestibles. Hasta la fecha, los mayas yucatecos usan la dureza y resistencia de la madera para sus construcciones.
Por el momento se ha destinado un espacio improvisado en la zona, para conservar las semillas, pero el objetivo a mediano plazo es el desarrollo de un pequeño invernadero con las especificaciones adecuadas de riego, iluminación y temperatura para reproducir sus propios árboles.
El arqueólogo concluyó que la reforestación se hizo con la participación de 32 personas entre jardineros, peones y custodios.