969 palabras
Cuatro estrellas
Quentin Tarantino se ha consolidado como uno de los autores más importantes del nuevo milenio. Es de los pocos que han logrado publicitar su nombre y hacer que el público vaya al cine por él y no por los actores. Su peculiar estilo ha ganado la simpatía por todo el mundo y se ha vuelto tan popular que cuando se presenta en festivales provoca tumultos, como el ocurrido en el pasado Festival de Morelia.
Las bases de su cine están muy arraigadas en la cultura pop norteamericana. De hecho el propio Tarantino ha declarado que aprendió a hacer películas viendo televisión. Además posee un sentido del humor inusual y provocador que se identifica muy bien con la juventud. La consolidación de Tarantino también ha sido aprobada por la crítica, que reconoce su gran talento para mezclar géneros, así como su maestría para lograr estilizados movimientos de cámara y angulaciones complejas.
Después de la revitalizante “Kill Bill” y de la ignorada “A prueba de muerte”, nos presenta “Bastardos sin gloria”, protagonizada por Brad Pitt, Mike Myers, Eli Roth y Christop Waltz. Nuevamente, la estructura acronológica le sirve para presentarnos tres historias: una judía que escapa de una matanza y busca vengarse de los nazis; un grupo de soldados sanguinarios conocidos como “Los bastardos sin gloria” y cuyo objetivo es matar el mayor número de nazis; y una miembro de la resistencia alemana llamada Bridget von Hammersmark quien intentará un complot contra la cúpula nazi al saber que todos se reunirán en una premiere de cine. El clímax en el lujoso estreno de una película servirá para unir las tres historias.
La cinta es un homenaje a la cinefilia y especialmente a la cinematografía alemana. En los diálogos circulan muchos nombres de grandes directores como Pabst, Riefenstahl, Cluzot y hasta Max Linder y Chaplin. Puede verse cierta influencia del Spaghetti Western, especialmente en la historia de los “Bastardos” pues representan a una banda de forajidos que están fuera de la ley, como si se hubieran salido de una película de Sergio Leone.
Una de las virtudes del filme es la manera en la que Tarantino resuelve enmarcar su historia en 1940, por una parte sus decisiones formales para la puesta en escena son muy brillantes. Pero los diálogos y los perfiles de algunos personajes no logran adecuarse al contexto histórico, es por ello que se percibe cierta anacronía. Por ejemplo, los “Bastardos sin gloria” tienen el comportamiento de mafiosos modernos y no de soldados de la Segunda Guerra Mundial, sus diálogos son como de chicos neoyorkinos de nuestra época.
Otra cosa que no termina de convencerme es la representación tan simplona que hace de Hitler. Parece un niño berrinchudo que se la pasa pegando de gritos y haciendo muecas. En la escena donde se proyecta una película violenta lo vemos disfrutando de la sangre de una manera excesivamente maligna y falsa, más aún comparándolo con el resto de personajes que están mucho mejor trazados.
Caso contrario es Hans Landa, personaje que interpreta maravillosamente Christoph Waltz. Es brillante, sádico y fascinante. La guapa Eli Roth es otra que se roba la película como la judía Shoshanna que, encubierta como Emy, planeará una mortífera venganza en contra de los nazis. Casi todos los personajes tienen un gran peso protagónico, así que no entiendo porque Tarantino decidió titularla “Bastardos sin gloria” si ellos no son los únicos que llevan la batuta del filme.
A diferencia de “Kill Bill Vol 1” donde la violencia excesiva era matizada con decisiones estilizadas, aquí siento que hay muchas situaciones agresivas que son mostradas manera gratuita. Aunque los “Bastardos” nos brindan las situaciones más locas y subversivas, siento que a Tarantino se le pasó un poquito la mano en el gore. Se agradecen sus flashbacks psicodélicos y sus diálogos ingeniosos que ya son parte de su famoso estilo.
A juicio personal, el mejor momento de la cinta es el clímax en la función de cine. Es uno de los mejores logros de Tarantino desde su construcción dramática, ritmo y su exquisita lectura simbólica. Con ello nos deja claro que su película no es una reconstrucción histórica, sino una visión personal de cómo le hubiese gustado la historia. Es maravilloso pretender que los judíos utilicen el cine como herramienta esencial de una venganza en contra de los nazis, pues recordemos que la cinematografía alemana fue una de las muchas cosas que Hitler asesinó y pisoteó. Por eso, el que una pantalla de cine sea la que acabe con el nazismo es una deliciosa justicia poética que solo es posible gracias a la imaginación de Quentin Tarantino.
No me parece que esta sea la mejor película de Quentin, sigo prefiriendo “Kill Bill Vol. 1” y “Pulp fiction”, pero sí creo que es un buen intento por adentrarse a otros géneros y aunque tiene algunos altibajos que se perciben especialmente en el ritmo de la película, no puede dejar de reconocerse el talento de este director que tiene el acierto de hacer siempre lo que quiere.