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Guillermo Barrera Fernández
Quiero una ciudad con rostro humano. Moderna, limpia y funcional. Que merezca nuevamente el título de ciudad blanca. Que respete la vida animal y la ecología, que garantice espacio para que niños y adultos en plenitud se manifiesten sin restricciones.
Quiero una ciudad donde se pueda vivir y amar. Donde podamos solazarnos con el paso de las horas en un entorno grato y amigable. Donde se pueda distinguir al sol y el azul del cielo.
Quiero una ciudad donde mi voz se escuche, donde mi voluntad sea tomada en cuenta, donde la autoridad sirva a la gente y no se sirva de ella.
Quiero una ciudad con tintes humanistas: donde se respeten las canas y experiencia y donde se proteja y tutele la dignidad del ser humano, sin importar si su existencia comienza o concluye.
Quiero una ciudad donde los ciudadanos valgamos igual, donde para la autoridad valga lo mismo un habitante de la zona residencial de más alta plusvalía, que un vecino del más populoso de los barrios.
Quiero una ciudad culta, que respete su estirpe y su prosapia, que no se llene de mamotretos presuntamente modernista y que no albergue manifestaciones que agredan y ofendan la vista y el oído.
Quiero una ciudad que sepa crecer, que pueda prevenir el incremento demográfico y que disponga siempre calidad en los servicios para sus pobladores.
Quiero una ciudad que sepa respetar la diferencia, pero que entienda que tolerancia no significa aceptación, donde las minorías sepan que son las mayorías las que mandan y entiendan éstas que el respeto es la base de la convivencia armónica.
Quiero una ciudad que huela a marquesitas y pan recién horneado, que suene a serenata y poemas en voz baja, que refulja en navidad y fiestas patrias.
Quiero una ciudad con un alcalde honesto, elegido por nosotros, que garantice accesibilidad y mano firme, que sepa andar sin miedo entre las muchedumbres y conducirse con serenidad en los cenáculos más selectos y exclusivos.
Quiero un alcalde que tenga lucidez para seleccionar los oradores apropiados para las grandes ocasiones, que asuma la cultura como nuestro más valioso patrimonio, que sepa rodearse de un cuerpo edilicio que lo honre y dignifique su mandato.
Quiero un alcalde que trascienda a yucateco, que sepamos y sintamos nuestro, al que se pueda hablar de tú con confianza y con respeto, que estime y valore al pueblo sin excesos populistas, que acceda al poder en olor a democracia y no con tufo a imposición.
Me pregunto si mis paisanos también pretenden esto…
Dios, Patria y Libertad