1294 palabras
Cuernavaca (6 de septiembre).- Policías del Mando Único de Morelos utilizan la tortura como método para presionar a ciudadanos de inculparse. Víctimas narraron a EL UNIVERSAL cómo intentaron vincularlos al crimen organizado
CUERNAVACA
¿Para quién trabajas?, preguntó el policía de Mando Único. “Para Autocam”, respondió el detenido.
—¿Y quién es ese?, insistió el oficial.
—Pues una empresa, contestó el hombre.
“¡¿Ah, te haces el chistoso!?”, dijo el policía y enseguida llovieron golpes contra el asesor de ventas y cinco de sus amigos detenidos cuando viajaban en un auto compacto. Ninguno pudo ver el rostro de los oficiales, porque al momento de bajar los amagaron con las armas de cargo, los esposaron y les cubrieron la cabeza con sus camisetas.
“¡Ustedes son sicarios y ahorita nos van a decir a qué cártel pertenecen!”, espetó un mando policial luego de revisar el vehículo y encontrar una pistola, tipo escuadra, calibre 9 milímetros.
Los seis hombres fueron esposados y después los subieron a golpes a la batea de la unidad 9845 de la Policía de Mando Único, donde los colocaron de costado. Ahí empezó otro suplicio.
Apenas tocaron la lamina de metal gritaron y se revolcaron porque la superficie tenía un calor extremo que comenzó a quemar sus piernas, estómago, espalda y brazos.
Aparentemente la camioneta sufrió una falla en el escape, por lo que el calor se expandió sobre la superficie de la batea. Los detenidos gimieron del dolor e intentaron moverse, pero al hacerlo recibían golpes de los uniformados.
Uno de los detenidos suplicó que lo dejaran levantarse. “Me estoy quemando”, gritó de forma insistente. “Cállate hijo de la chingada, tu hermana aguanta más”, le respondió un policía. Otro recibió un golpe en la cabeza.
En esas condiciones fueron llevados varias calles durante casi una hora hasta que la camioneta ingresó a la autopista para enfilar hacia Torre Morelos, sede de la Comisión Estatal de Seguridad Pública (CESP).
Ahí los bajaron y los llevaron hacia un cuarto donde había por lo menos tres cajas elaboradas con redes metálicas, como “perreras”, describió uno de los detenidos.
Uno a uno fueron desnudados y sacados de la jaula para llevarlos a un rincón del cuarto. Su cabeza fue forzada por un policía a meterla en un balde de agua, mientras otro le colocaba cables para aplicarle toques eléctricos en los testículos.
“¿A qué cártel perteneces?, ¿Quién es el jefe?”, preguntaron con insistencia los policías. “Soy contratista”, respondió el detenido más dañado por las quemaduras. “Tú eres el jefe de la banda porque traías el dinero”, replicó el mando. “Ese dinero es para pagar a mis trabajadores”, contestó el detenido.
Fue lo último que recuerda porque enseguida se desvaneció y después despertó en una cama del hospital regional número uno del IMSS. El diagnóstico para tres de los seis detenidos fue quemaduras de segundo y tercer grado que ameritaron injertos de piel.
El caso llegó a la Comisión de Derechos Humanos de Morelos (Cdhemor) y en la integración de la queja cita que en su petición de informe de los hechos, la CESP respondió hasta el tercer pedimento: “Las lesiones ya las traían”, contestó la dependencia gubernamental.
El encuentro, dicen los detenidos, fue casual y para festejar eligieron una tienda para beber cerveza en la colonia Constitución, del municipio de Jiutepec. Los seis amigos, cerca de las 18:00 horas del 17 de abril, abordaron su auto para dirigirse a sus hogares, pero, afirman, a tres calles fueron cercados por unidades de la Policía del Mando Único.
En su declaración ante la Fiscalía estatal, uno de los detenidos dice que les marcaron el alto y a punta de pistola los sometieron y ordenaron que se tiraran al suelo. Los esposaron y les cubrieron el rostro.
Los golpes aumentaron cuando los policías encontraron un arma.
“Cuando nos bajaron, cortaron cartucho contra todos. Me esposaron y me pegaron dos patadas y luego nos subieron a la patrulla. Nos dieron vueltas y como una hora después entramos a la autopista. En el camino nos íbamos quemando. Le dije que me estaba quemando, alcé la cabeza y me la voltearon con un golpe. ‘Si volteas te matamos’, me dijo el policía”, declaró en su denuncia por abuso de autoridad, lesiones y lo que resulte.
“Cuando llegamos a Torre Morelos ya iba quemado del brazo, la pierna y la tetilla; todos del lado derecho. En la torre nos bajaron e hincaron. Nos volvieron a acusar de sicarios. Me quitaron mis pertenencias y me llevaron a una jaula, me tiraron en el piso. Seguía tapado y me siguieron pegando. De ahí nos llevaron a certificar, pero las enfermeras se negaron y dijeron que era necesaria la hospitalización”.
Luego lo subieron a una ambulancia y de ahí se lo llevaron al hospital; ya iba inconsciente. Del IMSS lo trasladaron al hospital general José G. Parres con custodia y a la mañana siguiente a la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR), donde lo acusaron de portación de arma de fuego, pero a falta de elementos para procesarlo fue dejado en libertad ese domingo, sin ningún cargo.
Otro de sus compañeros dice recordar que fueron torturados en una especie de sótano. Ya no recuerda más, porque despertó en urgencias del IMSS, donde estuvo un mes. Las heridas necesitaron injertos en la pierna derecha.
“Estuve 15 días después de la cirugía y el 28 de julio entré a cirugía para otro injerto, y todavía voy a curaciones. Es una quemadura de 25 centímetros alrededor de la pierna derecha. El 8 de agosto tuvo una cita con el cirujano plástico.
El detenido con más secuelas dice que en la batea gritaba a los policías que se iba quemando y que es diabético. En esas condiciones fue llevado al cuarto de “tortura”.
Querían que se declarara integrante de un grupo criminal. “Ya les dije que soy contratista”, gimió.
“Vas a decir que eres sicario”, le repetía el policía mientras sumergía otra vez su cabeza al agua y aumentaba la intensidad de las descargas eléctricas, afirma.
El mayor delito contra el hombre era que llevaba 10 mil pesos, pero el monto, explicó a los policías, era para pagar a los albañiles porque se dedicaba a la construcción. “Tu andas robando”, le imputaron.
“Estaba sin camisa y vieron mis quemaduras. Ya no me peguen, les dije, soy diabético”.
“Si estás enfermo, porqué andas tomando”, le replicaron y otra vez los toques eléctricos.
De los seis detenidos sólo tres fueron acusados de portación de arma de fuego, el resto obtuvo su libertad. El detenido que reconoció como suya el arma alegó en su defensa que la traía como medida de protección, y un juez federal le concedió la libertad bajo caución.- (RedPolítca)