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Mérida (5 de mayo) Oh, aún lo recuerdo.
El regaño marca ACME comenzó al subirnos al automóvil. En resumen, cuidadito y le volvía a hablar golpeado y mucho menos frente a otras personas. Ya ni recuerdo qué respondí, supongo que la yo adolescente replicó que era muy injusta, la vida era muy injusta y no me entendía, que yo sólo quería irme y ella platique y platique.
No me castigó porque los poderes ejecutivos, legislativo y judicial de mi casa preferían aplicar los correctivos al instante, pero sí recuerdo que la creadora de mis días estaba bastante enojada. En el pasado fui-y recalco, FUI- muy contestona y grosera, lo que me valía miles de reprimendas, pero si hay algo que mi mamá no podía soportar es que mis hermanas y yo nos comportáramos como salvajes frente a los demás.
“La ropa sucia se lava en casa”, nos enseñaron mi papá y mi mamá. Mejor dicho, nada de inchi drama y los demás no tienen por qué saber tus penas porque ¡qué pena! Y con el paso de los años eso se volvió una máxima que , tengo que aceptar, es muy cierta y liberadora.
Mi madre era una mujer adelantada a su tiempo, visionaria y de amplio criterio. Sabía que la sociedad evoluciona y que lo válido en su época ya no lo era en la de sus hijas. Sé que le costó entender muchas de mis decisiones y no podía reservarse su opinión- “¿Por qué no eres seria como tus otras amigas?”- pero jamás me limitó en nada.
“Yo no las eduqué para ser lindas amas de casa”, nos repetía constantemente. Me retiró la palabra durante 24 horas cuando llegué tarde de un día de espeleobuceo en el Cenote Chelentún y la vi seriamente preocupada por mi salud mental cuando leyó furtivamente en una revista un cuento mío sobre una asesina serial que mataba a su madre. Pero no pasaba de ahí, siempre entendió lo que soy y no me puso objeciones en hacer lo que me parecía.
Nos pidió qué pensáramos muy bien el tener hijos porque no es una labor fácil. Y si lo hacíamos no nos encerremos sólo en el papel de madre. Detestaba la victimización y la autocompasión. Betty Madera no era feminista ni activista, sólo tenía sentido común. Siendo una madre excepcional, nos enseñó que ser mujer significa muchas cosas y no podemos definirnos por un único aspecto.
A unos pasos del Día de la Madre, no sabía qué escribir pero sabía que quería hacer algo. Lo de “Madre querida, madre adorada”, aburre. Sin dramas, cursilerías y frases trilladas. Realmente creo que el homenaje debe ser al ser humano detrás de la madre, y no al revés. Por eso yo recuerdo a Betty Madera de Boeta, quien afortunadamente fue mi mamá.