650 palabras
México (17 de julio).- El día de hoy las “Águilas” y cadetes mexicanos marcharon con motivo del Día Nacional de Francia, conquistando los corazones de muchos. Su participación fue motivo de elogios en medios locales, militares franceses y diversas personalidades. Pero en México la gala bélica contrasta con la percepción que los pobladores tienen. Si bien mirarlos marchar es un deleite, mirar los informes sobre la desaparición que hacen de personas, violarlas o matarlas, es una experiencia diferente.
El jueves pasado, el Centro Pro Derechos Humanos dio a conocer un informe sobre el caso Tlatlaya, en el cual aseguró que fueron militares quienes participaron en la muerte de 22 civiles. Mismos que tenían una orden expresa y por escrito, de “abatir a delincuentes en horas de oscuridad”, lo que llevó al organismo de derechos humanos exigir la profunda investigación respecto a la responsabilidad institucional en estos hechos. Por otra parte, Ayotzinapa sigue en la oscuridad, sin investigación ni voluntad del Gobierno para esclarecer el asunto. A decir de José Miguel Vivanco, director para las Américas de las Organización Human Rights Watch (HRW), “México está sumido en una profunda crisis de derechos humanos, casos como Tlatlaya y Ayotzinapa no estarán claros, sin la voluntad y una investigación realmente seria por parte del Gobierno Federal al Ejército mexicano, y a los miembros de la milicia señalados por participar el ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y tortura”.
De acuerdo a un diario de circulación nacional, más de 500 militares de élite han desertado del Ejército en la última década. Se trata de efectivos del Cuerpo de Fuerzas Especiales del Ejército adiestrados para operaciones de rescate de rehenes, antiterrorismo y confrontación de criminales en cualquier tipo de terreno. Por ello, son expertos francotiradores, especialistas en desactivación de bombas, protección de funcionarios, operaciones anfibias, paracaidismo y manejo de cualquier tipo de armas y vehículos.
En dicha publicación también señala que desde la década de los 90 desertaron decenas de elementos del Grupo Aeromóvil Fuerzas Especiales (GAFE), para unirse al crimen organizado. En 2006 el FBI dio a conocer un informe, en el cual se hace público el destino de estos desertores, los cuales se unieron al Cártel del Golfo, bajo el mando de Guzmán Decena.
Otros militares de la Fuerzas Especiales que se unieron al crimen son José Ramón Dávila López, “El Cholo”, un sargento del GAFE quien fue detenido en Ciudad Victoria, Tamaulipas, en febrero del 2007, y Alcides Ramón Magaña, “El Metro”, quien fue escolta de Amado Carrillo, capo del Cártel de Juárez, y después controló el tráfico de cocaína en Yucatán.
En este sentido, el general de División retirado Carmelo Terán advierte que muchos de estos elementos se integran a la delincuencia organizada. Indicó que la Sedena enfrenta un dilema en cuanto a la remuneración del personal que enfrenta situaciones más peligrosas que otros.
La milicia tiene la decisión pueden seguir obedeciendo órdenes y matar, desaparecer, violar a sus compatriotas como sucedió en Tlatlaya o en Atenco, pueden unirse al crimen organizado y ganar mucho dinero o bien pueden hacer su trabajo y cuidar realmente a la población que les facilita una carrera, un sustento y la capacitación para luchar contra los que quieren hacer daño.- (Agencias)