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México (25 de julio).- Resultado de las carencias y el poco acceso y ejercicio de sus derechos elementales, niños mexicanos son atrapados en las redes del crimen organizado pues en su día a día se enfrentan con problemas de alimentación, vivienda, educación y salud, además de ser víctimas de abandono, violencia y explotación.
Ante este panorama, la niñez nacional es fácilmente cooptada por las organizaciones del crimen,“son desechables por el propio crimen organizado, porque es una población altamente vulnerable, por lo que las niñas y niños necesitan una protección especial donde las instituciones públicas, jueces, legisladores y la sociedad armonicen esfuerzos, a fin de garantizar su bienestar y acceso a la salud, educación, alimentación y descanso”.
Son las palabras de Olga Sánchez Cordero, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien también agrega que según datos del INEGI, aproximadamente tres millones de niños no asisten a la escuela en México, además de que el trabajo infantil afecta a millones de menores, de los estos, 36% no asiste a la escuela, violentando uno de sus derechos esenciales.
La diputada Verónica Beatriz Juárez Piña, del partido del Sol Azteca, quien recientemente provocó la ira de Laura Bozzo en su afán de defender los derechos de los infantes desde su trinchera en la Comisión de Derechos de la Niñez, dejó claro que esta población se enfrenta a situaciones que los alejan tajantemente de una niñez ideal y de todas las actividades cotidianas de cualquier otro niño.
Como se puede apreciar, el avance en la descomposición del tejido social carcome a los niños del país; las consecuencias son terribles si se compara la actividad esencial que los niños tenían en un pasado. El tener que trabajar por obligación o por apoyo a la economía familiar los adentra desde temprana a edad en escenarios de explotación y tristemente, en otros casos los introduce a la vida del crimen organizado.
Claro ejemplo de esta descomposición y de la percepción de la vida-mundo en zonas laceradas por la violencia, la tenemos en los hechos acontecidos en Chihuahua, en donde unos adolescentes acabaron con la vida de un menor de seis años al “jugar” al secuestro. La violencia ha sido interiorizada por aquellos que si bien debieran aprender a identificarla y no reproducirla, la han normalizado.
¿Hasta dónde llega la violencia que se reproduce en diarios, corridos y ciudades del país y qué se hace para atacarla?
Estos no son casos recientes,desgraciadamente ya han inundado las primeras planas de diarios sensacionalistas. ¿Usted recuerda al ‘Ponchis’ aquél “niño sicario” que comenzó su carrera en ese mundo a los once años, con un asalto? A él, lo detuvieron y salió libre al ser un menor de edad. Sabemos qué ocurrió después. Tampoco se trata de recrudecer penas o sentencias o de la estigmatización de la infancia en zonas ubicadas como focos rojos en el país. Pero sí de implementar políticas que prevengan todo este tipo de hechos.
Ante esto, la pregunta vuelve a ser pertinente, ¿qué se hace para mitigar los daños causados por un entorno nacional y cotidiano por demás violento?- (Agencias)