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Punto # 4. Cuerpo emocional: secretos de equilibrio sazón. Éste es el Cuerpo del Amor.
Toda la cocina está condicionada a 4 sabores básicos: dulce, salado, agrio y amargo.
Éstos son equivalentes a alabanza, gratitud, amor y compasión. Son las energías primordiales de la naturaleza. Y sazonar no es sólo echarle sal a la comida. Sazonar es el principio basico de todo el proceso de cocinar. Entender que el perfecto equilibrio de estas cuatro actitudes hacen la quinta realidad. La unión de estas 4 fuerzas manifiesta la esfera de la gloria, es decir, el producto terminado.
Dulce es la esfera de lo físico e intuitivo; salado es de la esfera universal y milagroso; agrio es de la esfera astral y transcendental; y el amargo depende totalmente de lo emocional.
Para sazonar tenemos que hacer un inventario de nuestros ingredientes. Tomamos un lápiz y papel y nos disponemos a comprender el sabor primordial de cada ingrediente para anotarlo en la columna que le corresponde: dulce, salado, agrio, amargo.
Para descubrir el sabor primordial de cada ingrediente y no lo que nuestra mente nos pueda contar, es necesario tapar el flujo de aire nasal. Nosotros no comemos con nuestra boca, sino que es la nariz la que nos provee del sabor, al oxigenar lo que comemos. Por eso el prana —el aliento promordial del cosmos— de los alimentos, la vida de los alimentos, es su oxigenación. El cocinero para equilibrarse antes de cocinar puede hacer un ejercicio de Prana-Yama que es la muerte del aliento y el renacimiento del mismo como consecuencia. Lo compartiré al final de este articulo.
Cuando tenemos gripe, nada sabe a nada; todo sabe a cartón, porque nuestra nariz está tapada y por ende no sabemos el sabor de nada. Para descubrir el sabor primordial de cada ingrediente, tenemos que tapar la nariz, y mientras la tenemos tapada mordemos un pedacito de cebolla, pasamos los jugos de la cebolla por toda la lengua y donde la lengua reaccione con sensibilidad, es ése su sabor primordial. Es muy importante no soltar la nariz durante la degustación y únicamente hacerle caso a las sensaciones tacto linguales y no a la mente.
La lengua cuenta con áreas para captar los 4 sabores básicos y todos se distinguen por separado. Lo dulce se siente en la punta de la lengua, lo amargo en la parte trasera y en la garganta, lo agrio a los lados y lo salado al centro. Por ejemplo: la cebolla —todo el mundo cree que es ácida— es de sabor primordial dulce. Por eso la cebolla, cuando la cocinamos con un poquito de mantequilla se carameliza, queda dulce y oscura, saca sus azúcares y queda una cebolla deliciosa. Si a la cebolla que es dulce le agregamos ajo —todo el mundo cree que el ajo es agrio— le estamos agregando un sabor primordial amargo. Combinamos ajo y cebolla y ya tenemos dos sabores juntos: dulce y amargo, que son opuestos. Ahora sólo falta que agreguemos a esta fusión, agrio y salado. Podemos tener algo equilibrado para comer en cuanto únicamente el factor “sabor.”
Por ejemplo, una salsa de tomate. Empezamos con ajo y cebolla, luego los tomates —que son agrios— y con la ayuda de un poco de vinagre, podemos ayudar a lo agrio. Y con una nadita de azúcar, ayudar a lo dulce. También esto ayuda a la salsa de tomate, que se cocina durante largo rato a fuego manso para que caramelice la salsa y quede un tanto brillante. Ya teniendo los cuatro sabores básicos en equilibrio, tendremos una lengua totalmente satisfechas, porque toda ella entre en sensibilidad de sensación cuando nos metemos algo a la boca. Podemos pasar al “perfume.” Éstos son las hierbas de olor y las especias. Tomando como base la salsa de tomate, la podemos transformar en diferentes guisos por medio del perfume: salsa de tomate a la salvia estregada, salsa de tomate a la albahaca fresca, salsa de tomate al orégano, salsa de tomate a la pimienta rosa, salsa de tomate al tomillo, salsa de tomate con anchoas.
Otra combinación sublime de sabor es la de champiñones con camarones, en un poco de páprika o pimentón en polvo y ajo con sal, más gotitas de limón: los cuatro sabores básicos con perfecto perfume.
Y si abrimos nuestros sentidos y leemos libros de recetarios con fotos, y leemos los procedimientos y miramos entre líneas cuáles son los ingredientes básicos primordiales de cada receta, podremos agregar los ingredientes que hagan falta, usando nuestra intuición para dirigirnos a la acción.
Viviendo en Portland, Oregon, una de mis actividades más divertidas era ir por comida al campo, a cortar todo lo silvestre que se dejara comer. Incluso lo vendíamos a los restaurantes. A mi maestro se le puede ver en linea en http://www.wildgourmet.org. Primero aprendí a buscar “lo verde”, todas las planta silvestres y sus usos comestibles, como el brócoli silvestre que tiene un aroma sublime —queda un arroz en éxtasis con el aroma de estos floretes. Pero lo que más me llamó la atención fueron los champiñones. Había que ir por ellos al medio del bosque; había que ir solo y había que escuchar, en el silencio, con verdadera desarrollada intuición y dejarse ver por las morillas —maestros del escondite— que se pagan en el mercado a 4 dólares. Otra idea: un halibutt —pez de Alaska— con mantequilla, limón, eneldo y dos morillas en reducción con fumet. Es para morir de hablar de sabores sutiles. Las morillas viven en grupos de a dos hasta 8 juntos. Cuando se les descubre en el movimiento de la tierra, vibra y se le puede escuchar si uno esta entonado con la naturaleza y el tono de la morilla es diferente al del buletus y al chantarelles, que suenan como trompetas cuando cantan.
Así cada ingrediente tiene un campo energético que esta comunicándose todo el tiempo con todos los demás seres vivos.
El ser humano cuenta con 7 campos energéticos de comunicación. Creemos que nos comunicamos con nuestras voces, o con nuestra escritura, pero en realidad, nos estamos comunicando con nuestros cuerpos todo el tiempo, y no sólo con el cuerpo físico.
El cuerpo Universal, por ejemplo, es impulsado por lo sexual, y el cuerpo astral es impulsado por 5 sentidos y 3 dimensiones: presente, pasado y futuro. El cuerpo emocional es el núcleo de partida. El cuerpo milagroso, o sea, eso que tomamos por sentado: levantar el teléfono celular y hablar con alguien que viaja en un camión a 5 mil millas de distancia, puede sonar milagroso para alguien que solo ha vivido en el campo entre vacas y nunca ha visto la tecnología. Esto pasó a los nativos de las islas sándwich: cuando llegaron los españoles ellos no los vieron, porque nunca habian tenido barcos frente a sus ojos. (Continuará)