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Amables lectores, esto de ser abuelo aviva la imaginación y atiza la creatividad, pues los nietos están siempre ávidos de escuchar historias, aunque la realidad supera siempre a la ficción. Empero, la época electoral provoca un aumento en la fecundidad de la inventiva, así que esta vez, ustedes serán a quienes dirija mi relato.Había una vez una princesa, que nació en un municipio reputado como puerto, salvo que carecía de playas aunque era pródigo en crustáceos y que por diversas situaciones tuvo la necesidad de trasladarse a la capital para finalizar sus estudios. Daremos a la protagonista de esta historia, el nombre de Angélica.
La princesa Angélica por boca propia relata que durante su estancia en la capital, tuvo que apurarse mucho, tanto en la subsistencia como en otros órdenes de acción. Ella misma ha indicado, que habiendo perdido el último transporte a su localidad, sin indicar si se trataba de autobús o lancha, debía recurrir a aventones de sus amistades para su traslado.
En la capital, la princesa Angélica demostró que con tesón y esfuerzo las cosas se consiguen y se convirtió en la reina de la cochinita, exquisito manjar que se convirtió en la especialidad de la inquieta princesita.
Probablemente en alguna de las ocasiones en las que se quedó sin transporte, la princesa Angélica se afilió al RIP, partido del que se prendó por su prédica: haz obras y mejoras. Total, que decidió seguir ese camino.
La princesa Angélica encontró la protección de un hada madrina que era todo corazón y que con lágrimas en los ojos, le ofreció que sus sueños se harían realidad con solo desearlo. El hada del corazón de azúcar le pidió tan solo que la dejara impulsar su carrera política y ella haría el resto, que no le costaría nada, sino que solamente tendría que atender a alguna petición que en su momento le haría. La princesa Angélica accedió.
Así, el hada del corazón de azúcar postuló a la princesita para ocupar un escaño en el congreso y haciendo uso de su varita mágica, la hizo ganadora de una curul.
La princesa Angélica se entretenía jugando a redactar iniciativas, cuando el hada le dijo que era hora de cumplir su parte del trato y que debía hacerlo permitiéndole designar a los integrantes de su planilla, elegidos entre lo mejor de sus amigos y parientes. Entonces comenzó a transformarse: a medida que la princesa Angélica accedía a los deseos del hada del corazón de azúcar, su rostro sonrosado se iba tornando verde y sus armónicas facciones se iban deformando. Cambió su vaporoso atavío por un tétrico batón y comenzó a sentir que cada vez que se refería al pueblo, a los niños, los ancianos y las personas con capacidades diferentes, el corazón se le encogía y las lágrimas rasaban su faz. ¡Se estaba transformando en bruja!
Prisionera pues del embrujo del hada del corazón de azúcar, la princesa angélica se ha transformado en bruja aterradora y en una opción continuista, de autoritarismo y de falta de respeto a la voluntad de la ciudadanía.
Serán los meridanos quienes escribirán el final de esta historia: Si la malvada bruja Angélica y el hada del corazón de azúcar se salen con la suya o si deciden vivir felices para siempre, librándose del poder de sus hechizos.