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La situación es más grave cada día: en unas cuantas “manos” se amontona, se amasa, una gran cantidad de la riqueza monetaria —que debemos diferenciar de la riqueza en productos y servicios. ¿Existe alguna manera de resolver este asunto?
Conforme los avances en la tecnología lo han permitido, con menos personas se puede lograr una mayor producción. Pero esto, aunque significa “progreso” para la especie, significa también el camino perfecto para crear las desigualdades.
Entonces, ¿qué? ¿detenemos el progreso para no crear desigualdades? No tendría sentido. Pero algo irremediablemente equivocado está pasando cuando la riqueza monetaria acumulada en unos cuantos, genera que muchos no disfruten de la riqueza posible con los progresos tecnológicos.
El asunto es serio y debe tener un tratamiento serio. Parece ser que el problema radica en que el medio de cambio —el dinero— se ha convertido en el tema de la discordia. El dinero, convertido en una “mercancía” —que en realidad, no es— ha provocado que sea posible amasar poder de consumo muy fuerte en unos cuantos y muy débil en las grandes mayorías.
Esto degrada la calidad de la vida para la gran mayoría y aumenta lo que ahora con todo libertinaje llaman inseguridad. La gente en general encuentra cada día más difícil circular por calles, carreteras o caminos sin grandes temores —muy fundados— de que personas desesperadas y dedicadas a extorsionar, robar —matando en el camino si es necesario— van a convertirlos en sus víctimas.
Cuando la escena se contempla con simplismo, parece ser que los culpables son los que deciden usar la violencia para conseguir lo que no pudieron (?) conseguir por la “vía legal”. Cuando las estadísticas nos muestran un grave aumento entre la gente que decide lanzarse al riesgo de romper las leyes, debemos mirar hacia la estructura misma de la sociedad.
Existe una línea que cada día se hace más “tenue” entre la actividad legalmente correcta y el crimen. Cuando un banco decide cobrar un servicio que el usuario de la cuenta no requiere, obligando a la aceptación por ligas de la cuenta a créditos dados por el banco en su momento, la acción está claramente pisando la raya entre lo legal y la extorsión.
Todos los días estamos viendo cómo, los controladores de grandes cantidades de dinero, están provocando entre las masas de gente, furia, molestia, frustración, por decisiones que los “poderosos” toman en detrimento de la calidad de vida de los demás —o sea, todos nosotros. Son formas de “pequeños crímenes” disfrazados de legales que nos afectan a todos.
“Tú escoges lo que quieres...” ¿De verdad? La respuesta es “sí”: uno puede escoger una vida de bajo perfil, ahorrando —convirtiéndose en un consumidor de bajo nivel. Pero, ¿qué les espera a tus ahorros? Los grandes van a encontrar la manera de pulverizarlos, de bajarles valor y para ellos existen miles de mecanismos disfrazados de “legales”, con la meta única de hacer que esos ahorros se conviertan en moneda a favor de ellos.
El frenesí por “gastar dinero” —fondear literalmente— proviene de ese sentimiento generalizado de que “ahorrar” es algo que, finalmente, solo beneficiará también a los más encumbrados. Este mecanismo legal, ¿no debería estar clasificado dentro la categoría de Crimen?
Quizás la única diferencia sea que todo será hecho sobre nosotros en forma muy “delicada” y en ambientes refinados; no habrá brusquedad como en el caso de los criminales sueltos.
Y sin embargo, la acción de esos criminales sueltos se “comprende” un poco mejor a la luz de los “criminales disfrazados” que están encumbrados por controlar grandes masas de dinero, y que pueden actuar aparentando legalidad, cuando en realidad, son tan extorsionadores —con más éxito— que los que tememos en las calles oscuras y las carreteras y caminos.
Por desgracia, para que las cosas cambien y la especie humana pueda tener individuos con experiencias existenciales más agradables, se necesita de la participación de todos. Si no se comprende esta situación en forma generalizada, los controles de unos cuantos —con fuerzas armadas pagados por todos los “pequeños”— solo continuarán creciendo, arriesgando a la humanidad entera a una forma devastadora de reconstrucción que solo podrá comenzar cuando todo lo existente haya sido pedazo a pedazo destruido.
¿Eso queremos? Obvio, no; entonces, hay que comenzar hoy mismo a actuar para modificar pacíficamente el sistema. No se trata de nuevamente darles gran poder y armamento a élites de otras “convicciones” ideológicas —a fin de cuentas, todos los que se encumbran en el poder, se vuelven contra el individuo medio— sino de modificar de raíz las estructuras del sistema.
Para tener una idea de la situación, mira este análisis de Stratfor: Desigualdad en la distribución del dinero
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