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—No importa, Riko, ahora mismo te lo muestro. Voy a pedir una copia de A7... Aquí siempre lo tienen... —exclama Lía con aires de seguridad levantándose de su asiento en Segafredo, dirigiéndose a un mesero.
—Me permite... No veo los periódicos, los "Artículo 7"... ¿Sabe de qué hablo?
El mesero responde con seguridad:
—Claro. No, ya no tenemos esas revistas acá. Las prohibió la gerencia...
—¿Cómo dice usted? —exclama Lía con tono de incredulidad y conato de molestia.
—Sí, así es, en este lugar público ya no tenemos esas revistas para ofrecerles a nuestros clientes... pero, mire, tenemos estas otras —trata de ser amable el mesero mostrando revistas de decoración, construcción, guía de TV.
—Pero, ¿por qué, señor? ¿Puedo hablar con el gerente?
—No, no está aquí ahora.
—¿Puedo dejarle una nota? ¿Me asegura que se la dará?
—Sí, claro...
—Pero, antes, dígame, ¿qué sabe usted del asunto? ¿Por qué prohibió el gerente la oferta de A7 a sus clientes?
—Ah... fíjese que esa revista Artículo 7 publicó cosas que no le gustaron a un cliente nuestro muy asiduo. Éste le comentó al gerente y el gerente le ordenó al que las trae que por favor, ya no las deje pues se irán directo a la basura.
—¿Sabe qué? ¿Le podría decir al "gerente" que esta revista –señala una cualquiera del exhibidor– me ofende como mujer y como ciudadana y que no quiero volverla a ver aquí? —ahora ya estaba Lía visiblemente contrariada.
—Sí, señorita, se lo diré.
Se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos. Con las manos aún abrazándole la cabeza, caminó a su lugar.
—Riko, la actitud de esta gente en contra de la libertad de expresión es arcaica, retrógrada, autoritaria, regresiva, grosera, altanera e intolerable.
—¿Qué te pasa, Lía? ¿Por qué tan molesta?
—¿Sabes por qué no hay Artículo 7 acá? ¿Sabes por qué? ¡Porque el gerente prohibió que se dejen! Y, ¿sabes por qué lo prohibió? ¡Que porque un "asiduo" cliente le dijo que no quería volver a ver la revista allá, que porque "habían hablado mal de él en la revista".
—Bueno, Lía, éste es un negocio privado. Es una empresa privada. Aquí ellos pueden decidir lo que les dé la gana y si ellos deciden que no desean tener Artículo 7 para ofrecerles a sus clientes, están en su pleno derecho.
—No, Riko. Me molestas. Durante los 80 y los 90, en esta ciudad y en México se luchó por las libertades. Se luchó por el respeto a las libertades. Antes gente moría por ganarse la libertad de leer lo que le daba la gana. Esta actitud de la gente de este café, al cual, desde luego, no vuelvo jamás, es retrógrada y autoritaria. En Segafredo por lo que a mi respecta se fregadearon.
Se dirigió al mesero...
—Tráigame la cuenta.
Entonces, dirigiéndose a Riko...
—Los atacados por el Por Esto! todos los días, en forma injusta, insultante, difamatoria y calumniosa han de ser mudos, porque... ¡mira! Ése sí está allí... ¡ése sí se puede leer aquí! Yo aún estoy esperando que alguien desmienta al A7, así como ellos lo han hecho con el Por Esto!, prensa de una mafia extorsionadora...
—La tienes contra el Por Esto! porque éste sí que les dice sus verdades a tus sucios panuchos.
—Descríbeme una suciedad concreta, pero, más importante, ¡pruébala! A7 sí ha probado con documentos lo que ha afirmado. Y no con documentos forzados o inventados como los que usa tu gran "prensa"... Mira, ya, estoy harta. Me voy...
Se levantó, dejando un billete sobre la mesa. Caminó hacia la puerta del franquiciado establecimiento en donde alguna vez el semanario Articulo 7 fue ofrecido a sus clientes.
—¡Estoy harta de lo que está pasando en nuestra ciudad, en nuestro estado, papá! —exclama Lía.
—Y ahora, ¿qué te molesta? Digo, no es que no existan cientos de razones para que estés molesta... —indaga Don Enrique.
—¿Puedes creer que en Segafredo prohibieron la distribución de A7?
—Fácil... que el público que tiene una pizca de consciencia social se abstenga de ir a lugares manejados con gente de escaso criterio y visión...
—Digo, es cierto, es propiedad privada y pueden hacer lo que quieran...
—Sí, pero, ¿te parece correcto que en el programa de radio Efrén le cierre las puertas a una persona como Gina Villagómez porque osó dar su opinión, muy válida y muy respetable, en contra de la gobernadora Ortega?
—Papá, no puede ser. ¿Estás hablando del caricaturista Efrén? Este hombre, aparentemente con esa "pizca" de consciencia social ¿sacó a Gina? Obvio, no creo que sea asunto del tal Efrén...
—Sea o no sea, la verdad es que, por dignidad, Efrén debería renunciar al programa. Si no lo hace...
—Papá, tampoco, si no lo hace, es uno más que pierde la oportunidad...
—Pero si van a doblegarse ante cualquier pequeña presión, ¿qué nos queda? Date cuenta, Lía, que se trata de un programa financiado por los gobiernos estatal y federal, es decir, con dinero público.
—Bueno, y, ¿qué puede hacer el tal Efrén? Cualquier cosa que haga es el fin de él en el programa...
—¿De qué puede servir estar en un programa en el que sólo se puede decir lo que le guste a la gobernadora? Ese porgrama, en esa forma, no vale nada.
—Es el caso de ese articulista de tantos años del Diario de Yucatán... Aquel tal Martiniano...
—¿Martiniano Alcocer? ¡Por favor, Lía, otro ilustre corrompido! Y éste cree que lo está haciendo con sutileza... Sí, mucha gente no se da cuenta. Pero detrás de sus intervenciones hay una cada vez menos velada actitud de soplo al gobierno estatal inepto que tenemos hoy...
—Los que escriben en ese periódico, A7, también han sido o fueron articulistas independientes del Diario de Yucatán... Digo, Montalvo escribe a veces en el Yucatán hasta ahora; Fortuny también escribió en alguna época con mucha frecuencia... Escuché comentarios en el sentido de que de pronto le empezaron a poner trabas a sus artículos...
—¿Quién le pondría trabas?
—No trabas directas, sino, ya sabes, se "hace" el que lo recibe... en este caso, lo más probable es que el que se "hacía" era este tal Martiniano Alcocer. Él estaba en la "puerta" de la recepción de los artículos.
—Mi pregunta es, ¿qué pasa? ¿Es tan poderoso el dinero corruptor que se cuela por todos lados? ¿En qué podemos confiar? ¿No hay nadie con ideales genuinos?
—Lía, lo que estamos viendo es el regreso de la era de la represión, abierta o velada. Segafredo no es el único que le cierra las puertas al A7. Lo hace también Mi Viejo Molino, el restaurante de la glorieta.
—¿A dónde vamos a llegar en esta forma? Digo, la libertad de expresión se está cerrando, se está ahogando. Estamos de nuevo regresando a la época estilo PRI puro, en la que los medios sólo decían lo que les dieran permiso de decir...
—Y la gente no se da cuenta de las diferencias. Eso es lo más grave. Si tú comentas esto en la calle, ¿qué te dirán? ¡Que todos los políticos lo hacen igual! Y eso es falso. No se si sea por ingenuos o tontos, pero, en todo caso, al principio, por ejemplo, los panistas, se negaron a pagar para que no les peguen, y les pegaron tanto que quedaron llenos de moretones... que hasta hoy les duelen.
—Pero eso no es justo para nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes. ¿Qué de lo que leemos, oímos o vemos, podemos creer?
—Y, desde luego, el Por Esto!, ¡ése sí puede estar en todos lados! Nadie se atreve a cerrarle las puertas... Y, ¿sabes por qué?
—¡Porque le tienen pánico a la tribu propietaria! ¡Pánico! —asegura Lía sin titubeo.
—¿Quién no les tendría pánico? Un ataque de esta gente se siente de la fregada. Colocan en sus páginas mentiras mezcladas con medias verdades y te rompen la madre. Y luego te pasan la charola... o te amedrentan para que te calles. Pero eso sí, te dicen claramente que "eso es un negocio".
—Papá, ¿qué nos va a pasar como sociedad, como nación? ¿Qué hacemos?
—Mientras el grueso de la sociedad se mantenga pasiva, la cosa sólo va a seguir empeorando...