Avanza modernización del Sistema Integral de Transporte Urbano
Valeria Fernández1066 palabras
México (28 de mayo) Las prácticas alimentarias, a lo largo del tiempo, no han respondido únicamente a la necesidad biológica de llenar el cuerpo de combustible; el acto de comer conlleva una serie de factores que se arraigan en lo social y que influyen en el qué, con quién, cómo y por qué de aquello que se ingiere.
En cada contexto existió siempre una normalidad dietética, es decir, las cosas que se comían de forma cotidiana o regular en un determinado periodo de la historia. Esta normalidad contribuye en gran medida a formar los tipos de cuerpos existentes en determinados periodos, así como las enfermedades más comunes que se presentan en ciertas épocas.
Dado que las personas siempre se han caracterizado por consumir alimentos para demostrar riqueza, interactuar con otros, alterar estados anímicos, eliminar la ansiedad y, en la actualidad, para ahorrar tiempo; no es de sorprender que las autoridades políticas y sanitarias hayan sido, desde siempre, reguladores de las conductas alimentarias a lo largo de la historia.
Este papel ha tomado fuerza sobre todo a través del discurso de la salud o la enfermedad, que responden al orden médico, ya desde los tratados hipocráticos se jugaba con el concepto de dejar que los propios alimentos fueran la medicina. ¿Cómo fue cambiando esto?
La primera definición importante de obesidad aparece en el tratado de Guy de Chauliac escrito en 1363 en dónde explica que una persona es gorda cuando “se convierte en un gran montículo de grasa y carne que le impide caminar, tiene dificultad para calzarse los zapatos a causa de su vientre abultado y no puede respirar sin impedimento.” Éste texto muestra a la perfección las dificultadas que existían para hacer una distinción entre la grasa y la carne pues, aún cuando se entendía que hubieran hombres y mujeres ‘grandes’ -llenos de carne- todavía no se tenía registros claros sobre la obesidad y la grasa que resultaban poco común.
El conocido físico inglés George Cheyne explica que la comida constituía el combustible que abastece la máquina humana y que la dieta rica, es decir, la consumida opíparamente por las élites constituía el origen de numerosas enfermedades y, por tanto, había que modificarla. En este periodo la gente denotaba riqueza y poderío a través de bastas cantidades de comida que incluían diferentes tipos de carnes y mucha grasa. Se le concedió en este periodo una atención especial a las cualidades sanitarias de los alimentos.
Comenzó a usarse en Francia la palabra obesidad y comienza a equipararse a un concepto ligado a una representación patológica. Se comienza a trabajar bajo la idea de gordura como enfermedad y surgen nuevas palabras para denominar los diferentes estados de su progresión en el cuerpo: grueso, rollizo, regordete, corpulento, orondo, robusto, etc.
Comienzan a darse los intercambios gastronómicos entre culturas, provenientes de las expansiones territoriales de algunos países o del mercadeo. Nuevas especies, verduras, legumbres, cereales, frutos y ganado llegaron a los países y trajeron también consigo nuevas formas de preparación de los alimentos. Todos estos factores contribuyeron a que las personas reestructurarán la forma de comer y la concepción que se tenia sobre el consumo de alimentos; mientras que para algunas culturas se trataba sobre saciar el hambre, para otras era un acto de deleite, bullicio, placer e incluso denotaba amistad.
El sociólogo Turner B. manifestó en su libro ‘El discurso de la dieta’ la afinidad paralela que existe entre la gestión de la dieta humana y la expansión del capitalismo. Un adulto paso consumir en los años 50 un aproximado de 1,345 calorías al día a sobrepasar las 1,600 calorías en una sola ingesta durante la época de los 80. Ésto surge como el resultado del incremento de la oferta de comestibles en el mundo, así como el fortalecimiento de las marcas de refrescos, golosinas, botanas y comida rápida -productos que se lanzaron 30 años antes y que lentamente construían su camino hacia la normatividad dietética del momento-.
¿Y ahora? Actualmente la dieta se ha concentrado en retornar a un modo de alimentación equilibrado, esto es, un patrón alimentario basado en la restricción o promoción del consumo de ciertos alimentos en lugar de otros, así como la prescripción de pautas relativas: cómo, cuándo y con quién comer.
De acuerdo con Mabel Gracia-Arnaiz, doctora en Antropología Social de la Universidad Rovira en España, lograr este objetivo implicaría normalizar la vida cotidiana y entonces el tema del sobre peso se enfrenta a intereses que van más allá de la salud.
En efecto, existen múltiples guías publicadas para la promoción de una alimentación saludable que pretenden enseñar a comer bien -en compañía, ni de prisa ni despacio, masticar pausadamente, consumir alimentos entre tres y cinco veces al día, en horarios bien definidos y en variedad y cantidades justas- y promueven una regulación de los modos de vida basada en una responsabilidad del cuidado de sí mismo y la exigencia de una verdadera competencia dietética… pero ¿por qué no están funcionando?
Los resultados de estas campañas han supuesto cambios mínimos hacia el entorno socioeconómico, es decir, no existe una verdadera erradicación del ambiente obesogénico que nos rodea; en cambio, se han potencializado las labores dirigidas al individuo. Según Gracia-Arnaiz, “los objetivos para alcanzar los llamados estilos de vida saludables continúan centrados en modificar las conductas personales en lugar de propiciar un ambiente que no nos incite o exija el acceso a alimentos nocivos.”- (ElSemanario)