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Todo ser vivo hoy es producto de años de éxito de sus generaciones anteriores. Los que no pudieron sobrevivir, no tienen hoy descendencia: son especies extinguidas. Eso que llamamos Naturaleza, en realidad, no existe. Solo usamos un nombre, un vocablo para referirnos a eso que está allí y no fue hecho por nuestra especie.
En cambio, todo lo que hoy vemos que fue hecho por nuestra especie, recibe de nosotros mismos el nombre de Cultura —en mi opinión, debería llamarse Culturaleza— para distinguirlo de aquello que llamamos Natura, “La Naturaleza”.
En inglés usan Culture y Nature, enfrentando mejor esos conceptos.
Las cosas por sí mismas no se hicieron para ser amables o crueles, pero nos resultan crueles… y también amables. La vista de un conejito corriendo, ¡es amable! ¿Cierto o no? Una flor que se abre, gran o pequeña, ¡es amable! Casi es indiscutible que lo es.
Pero ver a un felino grande correr a gran velocidad, atrapar una cebra o un venado —u otro herbívoro inofensivo— ¡no tiene nada de amable! ¿Cierto? Así es: nada de amable. Solo decimos: Así es la naturaleza, y seguimos tan tranquilos.
Y así es eso que llamamos naturaleza, amable o cruel —por los calificadores, nosotros— aunque totalmente impredecible en lo que surgió o surgirá.
El gran felino que clava mortal colmillo en el cuello de la gacela, cebra o similar —matando para comer— nos parece natural, y, decimos nuevamente: “Así es la naturaleza”. Hacemos a un lado esos actos crueles y continuamos con nuestros asuntos.
Pero, ¿nos detenemos por un momento y razonamos si nuestras culturas son diferentes? Eso que llamamos naturaleza, se hace por sí mismo; nadie la planifica; solo es. Pero eso que llamamos nuestra cultura es obra activa de todos nosotros, los que aceptamos vivir en su seno, operar en su ámbito y convencer a otros de hacerlo.
Así como actos naturales merecen ser llamados crueles, ¿no nos hemos detenido a pensar que hemos creado y practicamos todos los días, actos culturales inventados con crueldad intrínseca desde su concepción?
Eso es algo que no debería continuar conservando la especie. Es cierto, no se le puede culpar a la especie en forma colectiva, total, porque, es obvio, somos muchos de muy diferentes grupos; nos movemos en el mundo por creencias, a pesar de que tenemos ya el método para conocer que os permite basarnos en hechos reales.
¿Por qué continuamos practicando actos crueles? El nivel de consciencia que puede alcanzar hoy un individuo humano es mucho más alto, más completo, más exacto, que en cualquier otro momento de la historia de la especie. Entonces, ¿qué es lo que está impidiendo la generalización de una actitud que se base en conocimiento de hechos y no en creencias?
Defienden creaciones del humano como cosas culturales especiales y las desean preservar. Los humanos hoy contamos con instrumentos perfectos para conservar todo tipo de información con respecto a las tradiciones que alguna vez hayamos practicado; así las podemos perpetuar, pero no necesitamos, para nada, continuar viviendo de acuerdo a tradiciones superadas.
Hoy nos podemos basar, para tomar decisiones y hacer las cosas, en hechos sólidos, soportados por conocimiento basado en la posibilidad de repetir los actos para conocer. No deberíamos aceptar nada que no sea factible de ser repetido por cualquier humano en cualquier parte del mundo.
Las tradiciones se basan en “creencias” y éstas no tienen fundamentos —la mayor parte del tiempo— en realidades. Es hora humana de dar el salto definitivo y revisar todo lo que es “creencia” para sustituirlo fácilmente con lo que podamos incluir dentro de Hechos Sólidos, comprobables aplicando el método científico.
La promoción de la ignorancia ha llegado tan lejos como para proponer que no es posible el conocimiento real de las cosas. Es una afirmación esnobista que no ayuda en nada a llegar a un criterio que sea suave y cómodamente adoptable por todos los grupos humanos.