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México (1 de febrero).-
El “número dos” del Vaticano, el secretario de Estado, Pietro Parolin, advirtió que es inútil que los pueblos se cierren en los propios intereses para combatir las amenazas a la paz y a la seguridad.
“Hoy, más que nunca, (.) sirve hacer de la solidaridad entre las personas y los pueblos la alternativa a las armas, a la violencia y al terror”, agregó el cardenal en un discurso preparado con motivo del 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Madagascar.
El texto, difundido aquí, no se refirió abiertamente a las últimas decisiones ejecutivas del presidente estadunidense Donald Trump sobre inmigración y el muro con México, pero algunos de sus pasajes parecieron tenerlo como destinatario indirecto.
Para Parolin el mundo vive una era “post-global” en la cual prima el deseo de protegerse y cerrarse a todo aquello que es percibido como fuente de peligro y de contaminación de ideas, culturas, visiones religiosas y procesos económicos.
Denunció que en, este contexto, la ambición por el dinero provoca la venta de armas a grupos que pretenden someter a personas inocentes a indecibles sufrimientos. “Las fronteras no se cierran siempre, están bien abiertas cuando se trata de ganar dinero”, añadió.
Además constató que el uso de los recursos naturales y su explotación nunca se ha detenido ante las fronteras de un Estado o a la identidad de un pueblo.
El purpurado señaló que la única alternativa a un escenario global fragmentado es promover el encuentro y el diálogo entre hombres y mujeres de grupos étnicos, culturas y religiones diferentes.
“Se trata de unir ideas distintas, opuestas opiniones políticas, visiones religiosas e incluso ideologías diferentes, para servir a la causa del hombre, la paz y la justicia”, estableció.
Reconoció que es un camino “difícil e incierto en sus resultados”, pero advirtió que la paz se conquista con solidaridad y no refugiándose en “pequeños nichos de interés, en cerrazones individualistas y en el nacionalismo más o menos enmascarado”.
“No se puede lograr la paz sin humildad. Donde existe la soberbia existe siempre la guerra, siempre la voluntad de derrotar al otro, de creerse superior. Sin humildad no hay humildad y sin paz no hay unidad”, sentenció.