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En las pasadas elecciones en los Estados Unidos, el estallido de la crisis económica (primero en el campo inmobiliario y, después, en el bancario-financiero) fue determinante para el triunfo de Barack Obama. La administración de George W. Bush y el Partido Republicano, conocedores de los graves problemas acumulados, apostaron a que el estallido se diera una vez pasada la jornada electoral del 20 de noviembre. Y fallaron por tres meses.
Con las reservas del caso, en el proceso electoral que se vive en México parece ocurrir una situación similar: la administración de Calderón y su partido, el PAN, le han apostado a que el electorado no registre en la “bolsa familiar” la crisis estructural que ha echado a pique el crecimiento económico y los objetivos anuales y multi-anuales del Gobierno Federal.
Tratemos de configurar la realidad que nos proyectan los números:
Los ingresos petroleros han disminuido 64% con relación al año anterior, nos reporta PEMEX.
De acuerdo con Carstens, la recaudación del IETU está 24% debajo de lo esperado y puede llegar al 40% en lo que resta del año. Este porcentaje representaría 400 mil millones de pesos menos de lo presupuestado para el ejercicio fiscal 2009.
El déficit de las balanzas (la comercial y la fiscal) se ha disparado y, de acuerdo a los especialistas, no parece que pueda haber posibilidad de retornar a los niveles acostumbrados, por lo menos en los próximos cinco años.
Se han caído las divisas por remesas del exterior, los niveles de empleo, las reservaciones hoteleras y de servicios turísticos, los volúmenes de exportación y los índices de confianza del consumidor.
Así que la lucha frontal contra el narcotráfico tiene mucho de distracción política ante los nubarrones de la crisis económica —que avanza inexorablemente— y los temores de su impacto electoral. Habrá que ver si la concatenación de tiempos resulta favorable a los intereses del presidente Calderón y de su partido, o si el agravamiento de la situación económica termina por hacerla estallar, generando una reacción incontrolada en las urnas.
Una de las posibilidades a considerar sería la “rebelión ciudadana”: un porcentaje tan elevado de VOTOS NULOS que obligara una reforma integral del sistema político. Empezando por las elecciones y el régimen de representación vigente.