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El anuncio de la liquidación de la empresa paraestatal Luz y Fuerza del Centro (LyFC) aparentemente goza del beneplácito popular según algunas encuestas elaboradas al respecto. Otras, vg. una electrónica de la revista Proceso, muestra la aparente desaprobación de una mayoría abrumadora... Esto sólo muestra la polémica que una medida de este tipo genera y la polarización a la que las circunstancias nos han llevado como Nación y de la que numerosos personajes que la historia se encargará en su momento de poner en su lugar, se aprovechan para "llevar agua a su molino".
Ahora bien, fuera de las fobias o las filias que la medida nos puede causar, la misma no parece tener poco sustento económico dada la inviabilidad en la que, tanto un sindicato pleistocénico y abusador, como una larga y desafortunada serie de administraciones ineficientes, la dejaron postrada. Sólo con ver la gráfica que acompaño a este artículo y que forma parte del documento "Finanzas Públicas en tiempos de crisis" elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad, A.C. y presentado el 1 de octubre pasado —apenas unos días antes del anuncio calderonista— nos podemos dar cuenta que en el mundo no existe organización pública o privada que aguante el acelerado ritmo de crecimiento de sus pasivos laborales como el de la paraestatal liquidada y que hizo que, a la fecha, esos pasivos asciendan a unos ¡18 mil millones de dólares!
Así las cosas, objetivamente pareciera que si se respetan los derechos laborales —como aparentemente se pretende hacer con esa megaliquidación que ofrecen— y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), con todo y sus defectos, asume las tareas de LyFC —y no se crea otra empresa paraestatal que, a la larga, muy problablemente derive en un monstruo tragapresupuestos como la propia LFC— la medida emprendida por el gobierno calderonista será positiva para nuestro País.
Sin embargo, lo que hasta hoy no se sabe es si ésta es la primera de una lista de medidas similares largamente anheladas o se trata únicamente de una aspirina a la jaqueca que a todos generó el paquete económico propuesto por el gobierno federal para el próximo año, que, entre otras cosas, contempla significativos aumentos a los impuestos.
Tibiamente algunos funcionarios federales han dejado entrever que el discurso presidencial del 2 de septiembre pasado contemplaba medidas "difíciles" como la que se tomó. Esto abre la posibilidad de que en el futuro mediato seamos testigos de otras que, siendo seguramente también muy difíciles, se deben tomar en aras de ganar competitividad como Nación. Si este fuera el caso, no habrá que ser adivinos para sugerirle a más de una institución pública, sindicato o empresa paraestatal, "poner sus barbas a remojar". Ahí están, por citar sólo algunos, los casos de Petróleos Mexicanos, el Instituto Mexicano del Seguro Social y la propia CFE, que no obstante difundirse como una "empresa de clase mundial", padece también una serie de ineficiencias y prebendas sindicales similares a las que le costaron su existencia a la empresa que hasta hace unos días distribuía la electricidad en el centro del País.
Pero también está vigente la posibilidad de que el ejecutivo federal caiga en la tentación de "administrar la inercia" y prolongar, lo más que pueda, su relativo éxito obtenido en el caso de LyFC. Si así fuera, significaría para nuestro País seguir rezagándose en comparación con otros que emprendieron estas acciones hace ya algunos años, y para el gobierno de Calderón, pasar a la historia como otro tibio gobierno más de la historia contemporánea de México que quiso, pero no pudo.
¡Sólo el tiempo nos dirá!