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Aunque a nadie le importa ni tengo por qué decirlo, además de que no me agradan las definiciones, hoy comparto que soy agnóstica, casi casi atea.
Ni sé si exista el término pero la verdad tampoco me preocupa. Sin embargo, reconozco que a veces es necesario utilizar definiciones conocidas para poder explicar nuestros pensamientos.
Después de esta breve explicación cantinflesca lo que quiero decir es que mi agnosticismo casi ateísmo, me importa muy poco en términos de relación con la sociedad. Me relaciono con católicos acérrimos, cristianos, cristianos evangelistas, mormones, adventistas, bautistas, ateos, testigos de Jehová y presbiterianos. Muchos de ellos son mis mejores amigos, de los camaradas que me conocen al derecho y al revés, ¿y a ellos les importa mi agnosticismo? No. Así de simple y sencilla es la respuesta.
Todos sabemos en lo que cree cada quién y se respeta esa elección de vida, porque quiero creer que nuestra amistad no se basa en si le rezas a Alá o Vishnú, sino en la auténtica apreciación por lo que somos como seres humanos. Vaya, si a una queridísima amiga mormona sus creencias son responsables de la maravillosa persona que es, adelante, ¿quién soy yo para cuestionarla ?
En nuestros tiempos revueltos de libertad de expresión, de violencia y sangre por decir lo que pensamos, creo que hemos olvidado un principio súper básico y muchos dirán, cursi: Respeto.
Las religiones no destruyen ni causan violencia, son las personas que las practican quienes prenden la mecha del fuego. Lo que fue pensado como un motivo de unión (o de sumisión, dirán otros) son sólo, palabras, ideologías, pero ninguna puede ser más poderosa que el respeto.
¿Quiénes somos para juzgar a un ser humano que pone todas sus esperanzas en rezarle a la Virgen de Guadalupe? ¿O por qué asumimos que un ateo es una mala persona, sólo por ser ateo? ¿O por qué llamamos ‘ignorantes’ a quienes dejan su vida en manos de un Dios? Realmente, no tiene relevancia. Lo ideal sería que lo viéramos como un aspecto más del ser humano, no su definición total.
Y en la libertad de expresión, que debemos defender a toda costa, no podemos perder el respeto. E incluso, en algunos casos, hasta asisto si me invita alguien que amo y que sé que mi presencia significa muchísimo ese día. El respeto, el amor-aunque suene cursi- es lo que me parece más valioso y relevante. El ser lo que somos no significa disminuir a los demás. Nunca dejemos de defender la libertad de expresión, pero defendamos más el respeto a los demás. ¿Vale más decir ‘la religión es una basura’ y causar disputas y gritos y peleas físicas? Es más sencillo expresar: “No estoy de acuerdo” y listo. Ser el mejor ejemplo posible de ser humano utópico.