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Probablemente haya un atractivo morboso para acudir a ver esta película. También hay que tener un poco de orden en el cerebro —la mente, les gusta decir a otros, “el alma” aún a otros— para notar que es básicamente infantil, excepto que no van a dejar entrar a los infantes a verla.
En lo personal, me gustaron las conversaciones que se lanzaron entre sí Anastasia y Christian. Ninguno de los dos usó clichés para comunicarse. Ella quería una “relación normal” y él, sin embargo, no está capacitado —por traumas formados en su temprana edad— para tenerlas. Se lo dijo con toda claridad desde el primer momento: I don't do dating ´—“no es lo mío lo de las citas ni el romance”.
La chava es una estudiante que ve más allá de sus narices en la vida real. Tiene capacidad para formarse un criterio personal, quizás un tanto diferente al del resto de la gente.
Pero solo hasta allí les diré contenido; véanla para que se formen su opinión y entonces puedan comentar si lo que a continuación voy a expresar tiene o no sentido.
La historia es básicamente lo que se esperaría que llene las taquillas y lo lograron. Tiene un contenido erótico fino, pero “lo bonito” es lo de siempre: finalmente el tipo encuentra una aspirante a relación monogámica; y ella encuentra a su “príncipe azul”. ¿Qué es diferente? De nuevo, hay que ver la película. En mi opinión, lo diferente es lo que la hace igual a todas las demás historias de la promesa monogámica.
La actitud del joven magnate es más congruente con la realidad que nos rodea todos los días, que la aspiración de la señorita que llega virgen a la intensa relación que, en otras historias, nos daría esos finales de vestidos blancos y trajes negros, con permiso del ministro para que se besen en público. En cuanto a esto, la película hizo un magnífico trabajo para pintar la personalidad de un humano que, encumbrado, puede darse el “lujo” de no aceptar ese tipo de contrato y, en vez de ellos, hacer los suyos propios.
Pero es un caso patológico y usa el poder que le confiere la fortuna económica para convertir en pulcros contratos esa patología originada en otros patológicos que a su vez lo influyeron antes. Un simple trama para un buen drama. El final era esperado; porque no es el final —y con el éxito logrado, seguro que no lo será. La novela tuvo secuelas que fueron también devoradas por ávidas lectoras tratando de encontrar alguna fórmula para resolver us propia persecución de “Príncipe Azul”.
Eventualmente trataremos de vivir de tal manera que estas historias no tendrán sentido. Toda su emoción la obtienen de la estructura perversa que promueve el Modelo del Dinero, convirtiendo las relaciones entre los humanos en verdaderos eventos que deben tener un contrato de por medio, para evitar las demandas civiles o penales posteriores.
Es triste el mensaje que se lanza: la gran mayoría de los machos de la especie humana son un montón de pen… tontos, vaya; y las mujeres se la pasan tratando de encontrar al “adecuado”, porque saben que solo pueden tener uno. Es el argumento típico por el cual se fomentó en otros momentos de la humanidad la poliginia —un macho con derechos exclusivos de reproducción sobre muchas hembras: la peor forma de lograr biodiversidad en la especie, además del fracaso evidente: los “juniors” pocas veces logran la capacidad creativa de sus “seniors” progenitores.
Buen cine, desde el punto de vista tecnológico, construcción de drama, cámaras, actuaciones —la chava se lleva un 100+ por haber captado en forma perfecta lo que se esperaba que fuese su papel. El chavo tiene un papel más difícil y su apariencia de “buena gente” no lo ayuda; pero hace un buen esfuerzo. Los escenarios son perfectos para captar lo que se nos trata de comunicar.
Es una pelicula que entretiene —como muchas otras— nada más que con el beneficio de más publicidad, además del antecedente de las toneladas de papel impreso, logrando haber estado muchas semanas en la lista de best sellers.
Pero honestamente, si quieren algo que realmente entienda que los humanos no estamos en el hábitat ideal, es mejor que se lean la novela “Diez mil años de crueldad”. En el contexto debe entenderse por qué pienso que los 10 mil años de culturas basadas en la agricultura han tenido, todas ellas, un elemento de crueldad insana hacia la sexualidad, hasta convertirla en un elemento más sujeto a la oferta y la demanda que al disfrute libre para hacer de la vida una mejor experiencia.