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Es un arreglo que solo es bien visto por los que se benefician con él. Falso. Todos se benefician. Los migrantes van a trabajar, no a buscar la manera de vivir sin hacerlo. Cualquier ley que se opone a que las personas de una parte del mundo vayan a otra parte a trabajar, es una ley irracional.
Pero la realidad es que una gran cantidad de los resultados del esfuerzo de supervivencia de nuestra especie durante los últimos diez mil años de existencia sobre el planeta, han resultado a la larga en fracasos existenciales.
Se ha pregonado que si se les deja a algunas naciones hacer las cosas que mejor sabe hacer en tanto que se adquiere en otras lo que esas otras saben hacer mejor, el mundo en general será mejor para todos. Cuando esto se trató de aplicar se le llamó neoliberalismo y los intelectuales y los que quieren cambios lo tildaron de negativo.
Es que, realmente, nada que se desprenda del uso del Modelo del Dinero puede tener éxito. Se convierte a la larga —y a veces a la corta— en algo que va en contra de los intereses de las mayorías y que favorece solo a minorías que logran acumular masas enormes de dinero.
Pero el sistema en el que creemos que se puede vivir, para que funcione, requiere que lo que llamamos dinero circule constantemente. Si se queda “atorado” en poder de unos cuantos, se tergiversa todo el panorama y las cosas no pueden funcionar. Es lo que está pasando hoy.
Por otra parte, no ha encontrado el Homo sapiens sapiens, con toda su sabiduría, una manera eficiente y considerada justa por la mayoría, para lograr que el dinero fluya a todos, de tal forma que todos puedan participar en el mercado de lo que se produce. Obvio, esto no puede suceder cuando el sistema no es eficiente en lograr un proceso adecuado de flujo del dinero.
A lo largo de los últimos 50 años, se han dado dos escenarios:
La promesa es seguida por muchos y en el camino pierden algunos —la gran mayoría— y ganan algunos —minorías. Pero el resultado es que el consumidor parece tener más opciones y de mejor calidad. Lo que dejan en el camino los que pierden es, finalmente útil y se vende, generalmente, a precios más bajos de los que alguna vez se pensó que podría ser.
Los grandes vuelven a ganar, porque esos que pierden dejan a precios muy bajos bienes que los que más tienen compran a precios muy bajo y venden progresivamente a precios más altos a los que vienen después atraídos por el espejismo de poder “llegar a ser millonario”.
Las clases medias están constantemente endeudadas porque compran las sobras a precios altos y con crédito; entonces tienen que pagar intereses que, de nuevo engrosan las cuentas de los poderosos.
El modelo pare funcionar pero es tan irracional en sus estructuras que se convierte en destructivo del medio ambiente. Su objetivo es ganar dinero, no dar un servicio de calidad. Poco a poco los que dan los servicios se van concentrando más y más en simular que dan valor, cuando en realidad solo están dando paliativos.
En los Estados Unidos se concentra toda la maquinaria que defiende a capa y espada los derechos del crecimiento del capital acumulado. Solo allí, cuando quiebran negocios grandes, se les entrega dinero fresco que jamás tendrán que devolver. Ese trato jamás se le da a una familia media. Esa es corrupción a gran escala pero, queramos o no, lo que sucede a la larga es que el sistema continúa funcionando e imponiéndose.