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Francamente no sabía que esperar de la nueva versión de Star Trek que recién realizara J. J. Abrams, famoso por la popular serie televisiva Lost. Quizá las expectativas no eran tan altas después del decepcionante filme Cloverfield, que hacía gala de un guión que parecía escrito por un niño de 5 años. Y peor aún si recordamos la última temporada de Lost, donde los escritores han perdido totalmente la brújula y los niveles de audiencia cada vez son más bajos.
Con honestidad debo decirles que me dio mucho trabajo esclarecer una opinión en torno a este filme. Es curioso, la historia es bastante simple y hasta predecible desde sus primeros 20 minutos, con base en esto uno pensaría que es tremendamente aburrida pero no. Pese a su guión, la película lograr atraparnos en un espectáculo sostenido por la acción y los efectos especiales. Es de esos extraños casos donde uno reconoce que el filme no es una obra de arte, pero tiene un encanto muy especial que lo convierte en una experiencia ampliamente deleitable.
La historia es una precuela de la serie, en ella conoceremos los motivos que llevaron a James T. Kirk a convertirse en el famoso capitán de la nave Enterprise, y la manera en que se conformó su famosa tripulación. Así, haremos una nostálgica revisión a personajes entrañables como el doctor Spock, Leonard “Bones” McCoy, Nyota Uhura, el Capitán Sulu y Chekov. Todo parece estar adaptado muy bien al amplio universo Star Trek.
Los hechos comienzan con el dramático nacimiento de James Kirk y la aparición del villano principal, Nero, un vengativo romulano interpretado por un irreconocible Eric Bana. El argumento se centra en la evolución de Kirk de adolescente rebelde a valeroso capitán del Entreprise. Por momentos la actitud desenfadada del personaje cae en el estereotipo de héroe juvenil con comportamiento tarado. Otro personaje trascendente para la trama es Spock, interpretado con eficacia por el actor televisivo Zachary Quinto, quien incluso llega a disputarse el protagonismo con el propio Kirk.
Tras ingresar a la Flota Espacial, Kirk se ve inmerso en una peligrosa misión donde toda la tripulación hará frente a Nero. El problema es que los romulanos poseen una nave con tecnología y armamento superior al Enterprise y las posibilidades de vencerle son prácticamente nulas. A partir de allí formaremos parte del equipo Star Trek y seremos testigos del asombroso despliegue visual de la película.
Los efectos especiales son uno de los puntos más fuertes de esta superproducción y los resultados dejarán boquiabiertos a muchos. Gran parte del mérito se debe a Daniel Mindel como director de fotografía. Además, el diseño de producción de Scott Chambliss logra recrear la atmósfera televisiva del interior de la nave, pero siempre dentro de esta nueva óptica de J. J. Abrams donde todo luce más tecnificado. Otro gran acierto es la música de Michael Giacchino que se luce por su sentido de mesura y precisión.
Definitivamente, es el apartado visual lo que mantiene de pie gran parte de este proyecto. Curiosamente los efectos fueron realizados por la empresa de George Lucas, y es extraño ver que los resultados son mucho mejores que los obtenidos en la última trilogía de Star Wars, saga competidora de Star Trek.
Aunque de trama simple y argumentalmente pobre, no puedo dejar de reconocer que “Star Trek” es un gran espectáculo que sobrepasa sus propias deficiencias. Un producto visualmente poderoso que demuestra que J. J. Abrams conoce muy bien los ritmos hollywoodenses.
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