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Como un fantasma incómodo reaparece en el medio político el caso Cecilia Flores Argáez. Se adelanta al Día de Muertos y derrocha chocarrería en la clase política yucateca. Es un fantasma incómodo para el Comité Directivo Municipal del PAN porque su nueva directiva no sabe cómo lidiar con un asunto que se cree olvidado. Es más fácil evadirlo, espantarlo con débiles posturas que erradicar el grueso entramado de relaciones orquestadas desde la administración bojorquista.
Es un fantasma chocarrero para Rommel Uribe Capetillo, quien prefirió agilizar la salida de la ex funcionaria contra su voluntad, pues como según Flores Argaéz apunta, no había sustento jurídico para promover su precipitada salida del Ayuntamiento.
El caso Cecilia Flores es un espectro incómodo para el nuevo procurador Héctor Cabrera Rivero porque representa un caso que ya le pone reflectores sobre su actuación en el caso, luego de que el Diario de Yucatán evidenciara el papel de mini procuradores de Pedro Sierra Lira y José Guzmán Pacheco ante los embates del ex subprocurador Rafael Acosta Solís.
"Ahora se respeta la ley"-dice Cabrera Rivero evidenciándolos aún más.
Es un fantasma incómodo para muchos periodistas que bajo la presión de sus jefes de información se veían obligados a pedirle disculpas a la funcionaria cuando les obligaban a publicar notas que en ocasiones se apartaban de la realidad. Y como bruja agorera, el caso de Cecilia Flores se colaba en calderos de filtraciones por parte de la Procuraduría al periódico Por Esto!.
Es un fantasma incómodo para muchas personas de la sociedad meridana que recibieron si no jugosas ganancias, favores de la ex funcionaria a quien durante muchos meses se le dejó hacer sentir los alcances de sus relaciones en una administración bojorquista plagada de jovencitos que siempre pensaron que la prensa yucateca se resumía a un Plan B.
Es un fantasma incómodo para el abogado que le asesoraba pues su retiro del caso indica quiebres de la justicia que sólo él y la familia de Cecilia supieron desde el momento en que el gobierno del estado permitió los excesos de Rafael Acosta Solís.
Y aunque el mismo Cabrera Rivero haya declarado que "únicamente está en calidad de acusada, puede venir a declarar" todo mundo especula que tres horas de declaración en la Procuraduría es tiempo suficiente para que algún verdugo gire una orden de aprehensión al más puro estilo del tristemente célebre Acosta Solís.
Y es que el asunto del "Floresgate" no acabaría en una simple declaración. Con la llegada del Día de Muertos el regreso de Cecilia Flores puede significar la tumba política de algunos funcionarios municipales que basaron su fórmula de exorcismo en la frase "de lejitos, mejor".
Nadie quiere pasar cerca de esta nueva "Xtabay" yucateca bien porque no convenga, bien porque se sabe que sabe lo que nadie quiere oír simplemente porque ya no es tiempo de hablar de divisiones en el seno del PAN y más si involucran la actuación desmedida del oficial mayor que ya siente pasos en la azotea.
El espíritu del caso Cecilia Flores expone a versados y no versados todos los círculos de Dante en un solo infierno que desnuda la pobreza de los correligionarios panistas que nomás no quieren oírla mencionar sin persignarse y como dijo el alcalde en el noticiero de José Luis Preciado "Yo le invito a que venga", sí pero nada más.
Mientras el Comité Municipal de Mérida, muerto de miedo, especula sobre un presunto pacto de la exfuncionaria con la que llaman la "Primera Diabla" de nuevo, la historia de la justicia yucateca expone una luz salvífica: Como en el caso Medina Abraham y otros más, el papel de las madres yucatecas florece bajo una guerra mediática que les hace pasar de amas de casa anónimas a verdaderas abogadas ante los atropellos cometidos en la procuración de justicia. El caso Cecilia Flores es un fantasma incómodo con el que nadie se quiere meter, al menos, hasta que pasen los ánimos espiritosos de las Fiestas Patrias y volvamos a saborear el Hanal Pixán de nuestros políticos.