600 palabras
Mérida, Yuc., México, 9 de marzo de 2015.- El petróleo fue la salvación de México por muchos años; estaba escaso en el mundo y tenía un cliente seguro; el precio subía y subía y todos los déficits quedaban en orden sin problema alguno; los diputados engreídos pujaban para que se considerara más alto el precio.
De pronto, todo eso cayó, de golpe y porrazo. Se encontraron gigantescos yacimientos de petróleo en territorio del principal cliente de México; el precio se viene abajo y se va esfumando el cliente. Todo apunta a una seria situación de balanza que no cuadrará.
Cualquier déficit era de risa con los precios inflados del petróleo y la existencia del cliente seguro; las reservas se elevaron a niveles que el país jamás había vivido. PEMEX, sin embargo, siempre se mantuvo como una empresa mal atendida; el presupuesto era para atender los requerimientos de la política; PEMEX como negocio, debería proveer y esperar.
Hoy las cosas son peores de lo que jamás imaginamos algunos que serían. PEMEX no está atendido —no lo fue jamás— como se merecía y como requería como negocio. Si cuando fue el centro de la “salvación de México” se le rezagó en sus requerimientos, ahora que definitivamente ya no es el centro (de la salvación) ¿qué le espera?
Debió haberse vendido cuando tenía valor; ahora ya es una empresa devaluada. Hace mucho tiempo que PEMEX debió haberse transformado en un tremendo ingreso final para el país, que impulsara en forma determinante inversiones estratégicas para el futuro del país, como todo lo que falta para hacernos de energía verde y alimentación sana.
Pero eso no es prioridad, porque no está en la mente del electorado, el único que le importa al político. El político no tiene interés en hacer que el electorado piense en lo que le conviene al país; el político le tiene temor a contradecir al electorado. Complicado, ¿verdad? ¿Cómo puede progresar un país que debe estancarse para que el político reciba el voto que lo colocará en el puesto que persigue?
No es una raza o un puñado de personas con problemas mentales; es una cultura que debe revisarse a sí misma y aceptar con humildad nacional que el cambio es una obligación, un asunto de superviviencia nacional y no un tema de campaña electoral. Todos debemos cambiar; todos debemos aceptar que no podemos continuar en un sistema basado en la simulación.
Aún no estamos de acuerdo en todos los puntos que hay que reconocer. El tema de la salud nacional es delicado porque requiere una actitud brava y valiente de políticos que realmente se concentren con gusto a resolver los asuntos públicos por sí mismos y no solo en la medida en que reditúan votos.
Esto que llamamos democracia ya llegó a su punto de descomposición; en la medida en que conseguir votos significa dinero que debe invertirse —como si se tratara de un negocio— tenemos un indicador claro de que debemos revisar el tema y quizás cambiar la manera de hacer las cosas en forma radical.
¿Cómo se resolverá el tema “Petróleo-PEMEX-Divisas”?