“Mi yerno quiso violar a mi hija”: Pedro Fernández
Jorge Armando León Borges1737 palabras
Guadalajara (15 de marzo).- “Subió el dólar” es una frase atemorizante para los mexicanos. Fruto de traumas históricos, momentos en los que la economía se vino abajo en cuestión de horas, la devaluación de nuestra moneda es un indicativo de que las cosas van mal. Mientras otros países disfrutan de la debilidad de su moneda —China, por ejemplo—, en México la posición de nuestra moneda frente al dólar es un indicativo simple y llano del rumbo de nuestra economía.
Sabemos que las cosas no son tan sencillas, pero en la cultura no se manda con los argumentos; en los miedos no se manda con la razón. Con el peso débil hay ganadores y perdedores, no todo es sombrío. Sin embargo, en la complicada coyuntura económica que vive México al día de hoy, la cotización del dólar frente al peso ocupa las primeras planas de los periódicos. Poco se analiza el impacto de la apreciación de la moneda del vecino, se parte del supuesto de que el incremento del precio del dólar es veneno para nuestra economía.
Sin embargo, a pesar de esta propensión muy mexicana a encontrar en la cotización del dólar un número que expresa toda la desconfianza de la ciudadanía con respecto a aquellos que toman decisiones en materia económica, lo cierto es que muchas de las propiedades negativas sobre nuestra economía que se le suelen achacar al dólar caro, no son comprobables en la realidad.
El peso débil es una realidad con la que tendremos que convivir hasta 2017, según analistas en materia económica. Todo indica que la fortaleza de la economía de los Estados Unidos, que actualmente crece vigorosamente, el consumo que se eleva a niveles previos a la crisis y que ha logrado colocar la tasa de desempleo en menos de 6%, amenaza con apreciar aún más al dólar no sólo frente al peso, sino frente a casi todas las monedas del mundo que se fijan con relación a comportamiento de la moneda estadounidense. Es innegable que el programa de estímulos ideado por Ben Bernanke como palanca para que Estados Unidos saliera de la crisis, hoy está dando resultados en la Unión Americana.
¿Debemos temerle a la inflación?
El gran temor que subyace a este debate es que un dólar caro desencadene una espiral de inflación. Es decir, que el incremento en el costo de los bienes importados, así como el repunte de precios en los insumos necesarios para la producción nacional, provoque un ascenso en el Índice de Precios al Consumidor. La relación es innegable, sin embargo habría que poner algunos asegunes. Entre 2014 y 2015, el dólar se ha apreciado casi 20% con relación al peso. Un ascenso que, si bien ha sido gradual, no se veía desde hace algunos años. Sin embargo, esta depreciación del peso no se ha traducido en inflación.
De acuerdo a los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la inflación se ha mantenido controlada, con algunos sobresaltos entre finales de 2014 e inicios de 2015, pero que se estabilizó en febrero de este año con una tendencia anualizada de 3 por ciento. Justo en los parámetros delineados por el Banco de México. Desde mayo de 2013, cuando alcanzó un máximo de 4.63% —anualizado— la inflación se ha mantenido entre cuatro, como máximo, y un mínimo de 3% ya en 2015. Es decir, podemos concluir que si bien el dólar caro podría generar inflación, en la realidad es que los precios se han mantenido estables durante el tiempo. No hay relación, ha habido una desvinculación entre precios y el tipo de cambio. “En México se ha logrado desvincular la inflación del tipo de cambio. Ése es un éxito” señala Raúl Feliz, académico y consultor.
Este débil nexo puede ser explicado por muchas variables. Un mercado interno muy débil que no figura de forma determinante en el global de la economía; empresas que no le han trasladado al consumidor —hasta hoy— el incremento en mayores precios; la debilidad de la confianza y del consumo, como lo muestra el propio INEGI. Asimismo, el Banco de México ya anunció una bolsa de dos mil millones de dólares (más de 30 mil millones de pesos) con el objetivo de detener la apreciación del dólar y mantener el tipo de cambio en niveles manejables. Sabemos que el Banco de México tiene sólo un mandato —para algarabía de algunos y para inconformidad de otros—: mantener controlada la inflación. Por lo tanto, es improbable que el Banxico se quede de brazos cruzados ante un posible repunte inflacionario. No es improbable que veamos un alza en los precios, pero lo que resulta muy difícil es que la inflación se dispare por encima de 5 por ciento.
¿Nos puede ayudar a las exportaciones?
La tercera parte de nuestra economía son exportaciones. Es el gran motor de la economía mexicana, aunque también su gran límite. Sin embargo, una moneda débil siempre favorece la competitividad en el plano internacional. Los productos mexicanos son más baratos para el consumidor de los Estados Unidos. Esta ventaja competitiva en consonancia con los Estados Unidos, convertidos en la locomotora económica del mundo para los siguientes dos años, podría repercutir en empleos y crecimiento económicos en México. Sin embargo, también hay un punto importante a plantear,
El peso no es la única moneda depreciada. Si revisamos las monedas de los países exportadores, también se encuentran en una situación de debilidad aguda con relación al dólar. Hasta el euro y la libra están sufriendo esta alza sostenida el dólar. Por lo tanto, no sólo México se puede beneficiar del tipo de cambio, sino que también los demás países exportadores podrían ver en la actual coyuntura una ventana de oportunidad. Ningún analista económico ve en el tipo de cambio una posibilidad para que el país crezca a tasas más altas que las pronosticadas a inicios del año. Más bien parece que la tendencia se consolida a la baja. La mayoría de los diagnósticos colocan a México creciendo entre el 2.5 y 3%, lo que significa que la economía estará creciendo a tasas similares a 2014. Y si a esto le añadimos elementos externos e internos, como por ejemplo la caída de los precios del petróleo, que constituye una entrada de dinero fundamental para el país, o el recorte de más de 120 mil millones de pesos, sobre todo en Pemex y en CFE, el panorama en materia de crecimiento no es el más alentador. La salud de nuestras exportaciones podría evitar un recorte de crecimiento aún mayor, pero no será un motor de crecimiento acelerado como se pronostica en algunos círculos.
Otros impactos
La interdependencia entre la economía de México y la de Estados Unidos provoca que el tipo de cambio tenga impactos en distintas áreas de la economía. Por ejemplo, el turismo. Si bien podemos asumir que existen centros turísticos en México plenamente dolarizados, Cancún, Playa del Carmen o Cabo San Lucas, también es cierto que existen otros destinos con proclividad a ser más atractivos en un entorno de debilidad del peso. Guadalajara es un caso. Guanajuato, Zacatecas o la Ciudad de México son destinos también atractivos en un entorno económico como el actual. El turismo es responsable de una derrama económica de más de 16 mil millones de dólares. Unos 250 mil millones de pesos a un tipo de cambio como el actual.
México también se convierte en un país más atractivo para la inversión. La mano de obra cuesta menos, las propiedades se pueden adquirir a menor precio y los gastos iniciales se vuelven más asequibles para los inversionistas. En los últimos años, México ha padecido un estancamiento en este componente del Producto Interno Bruto (PIB). De acuerdo con datos oficiales de la Secretaría de Economía, contabilizados de forma trimestral, la inversión en el país se ha mantenido entre los 5.5 mil millones de dólares en el primer trimestre de 2009 hasta los cuatro mil millones en el cuarto trimestre de 2014. Quitando un pico que se explica por alguna compra de una compañía de peso en la economía nacional, el techo de inversión es claro: 17.7 mil millones de dólares en 2009, y poco más de 18 mil en 2014. Por lo tanto, la coyuntura podría generar cierto nivel de competitividad para atraer recursos del extranjero.
En México, el tipo de cambio más que un elemento económico, es un indicador político y social. Para la ciudadanía, la cotización del dólar constituye una imagen indebatible sobre el estado que guarda nuestra economía. Sin embargo, la apreciación del dólar llegó para quedarse por los próximos dos años, por lo tanto se abren riesgos, pero también ventanas de oportunidad muy interesantes. El dólar caro deja ganadores (los exportadores, el sector turístico, inversiones), pero también perdedores (los importadores, los viajeros, etc.). La estabilidad de las finanzas en México, si bien no ha dado resultados en otros ámbitos como el combate a la pobreza o la generación de empleos, le permite al país poder aguantar a un temporal que conjuga los retos del tipo de cambio, con otros como la debacle de los precios del petróleo. Estamos en mejor sitio que antes para hacerle frente a una devaluación del peso, sin embargo en el imaginario de muchos mexicanos el dólar caro seguirá siendo una preocupación.- (El Informador)