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México (30 de mayo) La obesidad se ha hecho la norma del día; actualmente es algo tan común que no nos sorprende ver a familias enteras con sobrepeso, ni nos escandaliza saber que los niños consumen hasta tres bolsas de papas fritas cada día y mucho menos nos inmutamos cuando vemos a una mamá que le ofrece refresco de cola a su hijo de seis meses.
La cifra de 42 millones de niños -con menos de seis años- que ya sufren sobrepeso y obesidad resulta impresionante. Éstos datos, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca como perturbadores, se deben a un profundo desequilibrio entre la ingesta calórica y su gasto. La obesidad es el resultado de un arduo trabajo entre el aumento de la ingesta de alimentos hipercalóricos y la tendencia a la disminución de la actividad física debido a la naturaleza sedentaria de muchas actividades recreativas y de vida que manejamos en nuestra era.
Cristina Rivera, coordinadora Mkt Médico de Nestlé México, explica que los niños y los adolescentes no pueden elegir el entorno en el que viven ni los alimentos que consumen, en su lugar, se adaptan al que sus padres les proporcionan. Mantienen también una capacidad limitada para comprender las consecuencias a largo plazo del desarrollo de la obesidad y por éstas razones la obesidad de un niño es siempre responsabilidad de los padres.
¿Qué estoy haciendo mal?
Durante los seis y 24 meses de edad se establecen los hábitos de alimentación que perdurarán por el resto de la vida de un ser humano -y que definirán su estado de salud futura- aún cuando se piensa que darle ‘probaditas’ al bebé de ciertos alimentos que no están adecuados para su edad (refrescos, bebidas azucaradas, alimentos fritos, azucares) no le afectará, ésto influye mucho más de lo que se piensa en su estilo de vida al crecer.
Un niño que a los seis meses de edad presenta sobrepeso mantiene un 14 por ciento de probabilidades de ser un adulto obeso, mientras que un niño que mantiene este sobrepeso a los siete años aumenta sus probabilidades en un 41 por ciento; ésta cifra se eleva hasta en un 70 por ciento en probabilidades de obesidad adulta para todos aquellos niños de entre diez y trece años con sobrepeso.
Esta norma no solo debe de aplicar para los alimentos diarios sino también a las golosinas y snacks que consume. Medir las porciones y tener al menos cinco comidas diarias es el primer paso para regular la ingesta calórica. Un adulto promedio debe de ingerir entre 1,500 y 2,000 calorías al día pero muchas veces, éstas son consumidas en una sola comida y con los niños pasa lo mismo.
Lo recomendable es que un niño consuma calorías con base a su estatura y su desgaste físico, se estima que deben de ser ingeridas 14 calorías por cada centímetro de estatura en niñas de 11 a 14 años y 16 calorías para niños de la misma edad.
3.- No elegir alimentos nutritivos
En México, el factor de riesgo que más se asocia a la obesidad infantil es la sobre ingesta de alimentos hipercalóricos. Actualmente los alimentos que se consumen suelen ser económicos, ricos y satisfacen el apetito de quien los come pero, por lo general, éste tipo de alimentos son ricos en hidratos de carbono, grasa y sal; además de que cuentan con poco valor nutrimental, explica Cristina Rivera.
Los alimentos procesados y empaquetados suelen eliminar el apetito pero no nutren al cuerpo y generan que éste sienta hambre durante varias veces al día pues es la respuesta natural de nuestro organismo ante la inanición de nutrientes que lo alimenten realmente.
Lo mejor para mantener a un niño activo es el ejemplo de padres que se mantienen a sí mismos físicamente saludables. Las actividades recreativas y el deporte en equipo, resultan altamente funcionales para lograr que el niño realice ejercicio al tiempo que se divierte y comparte con otras personas que mantienen estilos de vida saludables.
Propiciar los pasatiempos que llevan al niño a vivir una vida sedentaria -como el uso de videojuegos o mirar televisión- pueden llegar a incrementar las probabilidades de que mantenga bajos niveles de actividad física en su vida adulta. La OMS estima que un niño aumenta sus probabilidades de padecer obesidad hasta en un 12 por ciento por cada hora que pasa mirando televisión.- (Agencias)