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México (21 de septiembre).- — El terremoto de 1985 en el Distrito Federal tiene imágenes y relatos que persisten en la memoria: la cara de la periodista Lourdes Guerrero tratando de mantener la calma durante la transmisión de su noticiario, las ruinas del Hotel Regis, las del multifamiliar Juárez, las de Televisa, las del Hospital General. Los bebés milagro del Hospital Juárez. Los miles de muertos, los millares de familias damnificadas
La acción de cientos de ciudadanos que se volcaron a las calles a retirar, piedra a piedra, cualquier escombro que les impidiera llegar a alguna persona que estuviera enterrada con vida.
A la posteridad también pasó la crónica del periodista Jacobo Zabludovsky. A bordo de su coche, con un teléfono móvil, narró al mundo cada desagradable sorpresa que encontró a su paso.

A 30 años de distancia, hay más elementos para entender con certeza lo que sus ojos descubrieron en aquel recorrido: una Ciudad de México que no sólo se dolía por el fuerte movimiento de tierra que acababa de sufrir, sino también por un desarrollo urbano que ya había mostrado, antes, síntomas de debilidad.
Tras la tragedia de aquel entonces, ¿México aprendió la lección?
El sismo de 1985 en la capital mexicana fue de magnitud 8.1.
Su epicentro se localizó a 17.6 N y 102-5 W, en el Océano Pacífico, frente a la desembocadura del Río Balsas, a las 7:17 horas con 48 segundos del 19 de septiembre, según reportes del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En ese Instituto labora Cinna Lomnitz, investigador emérito de la máxima casa de estudios de este país.
Lomnitz reconoce que el del 85 ha sido uno de los terremotos más potentes en la historia mexicana. En el siglo XX sólo se sabe de uno superior. Ocurrió el 3 de junio de 1932, cerca de las costas de Colima y Jalisco.
En este país se registran, en promedio, dos sismos de ese tamaño por siglo, detalla.
“México tiene una frontera con el Océano Pacífico que es muy favorable desde el punto de vista sísmico”, agrega.
El Valle de México, explica, es vulnerable a los sismos porque el subsuelo, en la parte central de la Ciudad, es lodo.
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El riesgo actual
De acuerdo con cifras oficiales, el sismo del 85 dejó 6,000 fallecidos, aunque otras investigaciones sugieren que pudieron haber sido más de 10,000.
La Secretaría de Prevención y Promoción de la Salud informa que resultaron dañados 5,728 inmuebles privados y públicos.
Las delegaciones Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, Benito Juárez y Gustavo A. Madero concentraron el 80% de los daños materiales, de acuerdo con datos de la página oficial del expresidente Miguel De la Madrid, mmh.org.mx.
Un total de 366 edificios quedaron derrumbados por completo.
Al doctor Eduardo Reinoso Angulo ese día 19 de septiembre lo marcó. Le conmovía saber que debajo de los edificios había gente viva.
“No conozco a nadie que haya vivido el terremoto y que no le haya marcado para siempre”, menciona el investigador del Instituto de Ingeniería de la UNAM y director general de Evaluación de Riesgos Naturales y Antropogénicos (ERN).
Reinoso Angulo dice que uno de los problemas actuales, es la mala calidad en la ingeniería.
“Ingenieros que no hacen bien su trabajo, no son ingenieros, que les dan un proyecto, cobran muy barato y lo que hacen es meter los datos a un programa, que les arroja resultados que a lo mejor ni siquiera saben interpretar”, critica.
Pone de ejemplo inmuebles de ocho pisos en la colonia Condesa o en la Del Valle, que no pasan por buenos ingenieros ni buenas constructoras, ni por un buen arquitecto.
“El reglamento exige –asegura Reinoso– que haya muchos cajones de estacionamiento y eso hace que la planta baja sea muy débil. Le llamamos el problema de planta baja débil. No tiene muchas columnas, no tiene muchos muros, porque si no, no caben los coches”.
En su tesis de maestría en Ingeniería civil, David Porras Navarro del Instituto Politécnico Nacional (IPN) escribe que un edificio de planta baja débil en la Ciudad de México “corresponde a edificios de departamentos de concreto reforzado con lugares de estacionamiento en los sótanos”.
De acuerdo con su análisis, el 8% de los 330 edificios colapsados durante el sismo del 85 eran de este tipo.
¿Una tragedia similar?
Según el portal Metros Cúbicos, la edificación en el Distrito Federal creció más de 1,750 millones de pesos en 2014. Es una de las más importantes actividades productivas y económicas de la gran metrópoli.
La doctora e investigadora del Sistema Nacional y de la Academia Mexicana de Ciencias, Virginia García Acosta, considera que, después del 85, durante los primeros años hubo un poco de conciencia ciudadana y civil.
“Pero desgraciadamente los sismos se olvidan. Algo tenemos en el cerebro como mecanismo de defensa que ya no te quieres acordar y empieza a naturalizarse, y a ser una cosa no tan preocupante, y entonces la gente deja de atender aquel asunto y de repente le va a sorprender”, dice García Acosta.
Para Eduardo Reinoso, la autoridad también hace mal en mandar la señal, cada 19 de septiembre, de que hay que evacuar los edificios.
Considera que en un escenario como ése, lo mejor es quedarse en los edificios, buscar dónde resguardarse, donde no caigan cosas encima, y alejarse de las ventanas. Si alguien tiene sospechas de que su edificio tiene problemas estructurales, lo mejor es que mande hacer un estudio.
“Evacuar edificios, en un terremoto, no necesariamente es lo mejor”, comenta.
Los científicos consideran que es altamente probable que se pueda repetir un sismo como el del 85. ¿Y estamos preparados para una situación similar?
“Quisiera pensar que si realmente se han seguido las normas de construcción, si realmente ha habido un apego a este tipo de cosas, quizá estos nuevos edificios resistan mejor que lo que resistieron aquellos que existían en el 85”, reflexiona Virginia García Acosta.
“Lamentablemente, creo que no ha sido así en todos los casos. El hacinamiento es brutal, sabemos cómo están construidas las casas, cómo vive la gente, las condiciones en que está. Es terrible. Yo no auguro un post-desastre menos feo que el de 1985”.- (Agencias)