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La Habana (21 de septiembre).- El Papa Francisco aseguró hoy que los ecónomos desastrosos “son la mejor de las bendiciones de Dios para la Iglesia católica”, porque llevando a la quiebra a congregaciones religiosas ricas les permiten ser pobres, como Dios quiere.
Durante un encuentro con sacerdotes, seminaristas y religiosas en la catedral de La Habana, Francisco contó una anécdota que alguna vez le transmitió un “viejo sabio cura”, para ponerse en guardia ante el “espíritu de la mundanidad rica”, que también se cuela en parroquias y congregaciones.
Al momento de su discurso, el Papa dejó de lado el texto que llevaba preparado y decidió improvisar una reflexión, basándose en las palabras que había escuchado anteriormente.
Empezó hablando de la pobreza, una palabra que –aseguró- es “muy incómoda” y “va a contramano de toda la estructura cultural del mundo”.
“El espíritu mundano no la conoce, no la quiere, la esconde. No por pudor, sino por desprecio. Y si tiene que pecar y ofender a Dios para que no le llegue la pobreza lo hace”, estableció.
“Cuántas almas generosas destruidas, que empezaron bien y después se les fue pegando el amor a esa mundanidad rica y terminaron, es decir mediocres, sin amor porque la riqueza pauperiza. Pero pauperiza mal, nos quita lo mejor que tenemos”, añadió.
Entonces contó la anécdota. Sostuvo que cuando uno empieza a juntar dinero para asegurarse el futuro, entonces el futuro ya no está en Dios sino en una compañía de seguros de tipo espiritual.
“Por ejemplo, cuando una congregación religiosa empieza a juntar plata y ahorrar y ahorrar, Dios es tan bueno que le manda un ecónomo desastroso que la lleva a la quiebra. Son de las mejores bendiciones de Dios a su Iglesia: los ecónomos desastrosos. Porque la hacen libre, la hacen pobre”, apuntó.
“Nuestra santa madre Iglesia es pobre, Dios la quiere pobre. Amen la pobreza como a la madre”, insistió.
Tras su encuentro privado con el presidente Raúl Castro, esta tarde en el Palacio de la Revolución, el pontífice abordó un papamóvil y recorrió siete kilómetros de las calles de La Habana. Una vez en la catedral, el arzobispo de la ciudad, Jaime Ortega y Alamino, dirigió unas palabras.
El también cardenal, uno de quienes dijo a Bergoglio que sería Papa antes de su elección, constató que una cosa une a la Iglesia y al pueblo de Cuba: la pobreza.
Calificó de admirable el “abnegado testimonio de pobreza” de sacerdotes, religiosos y consagrados. Y según Ortega esa pobreza contribuye -de modo singular- a la solidaridad y fraternidad entre todos.
“No hay aquí espacios fáciles para la competitividad o la emulación que no sean los del servicio y el don de sí. Quien viene a Cuba como misionero y todos los que permanecemos aquí al servicio pastoral de nuestro pueblo debemos ser forzosamente pobres, en recursos pastorales ciertamente, pero más aún en el modo de vida cotidiano”, aclaró.
Después dio su testimonio sor Yaileny Ponce Torres, una monja de la Congregación de las Misioneras de la Caridad, quien contó historias conmovedoras de “La Edad de Oro”, institución donde presta servicio y que alberga 200 pacientes de 12 a 71 años con una condición de dependencia total por sus enfermedades relacionadas con encefalopatías crónicas.
A ella, el Papa le agradeció y valoró a todas las monjas que “queman” su vida “acariciando material de descarte, acariciando a quienes el mundo desprecia, prefiere que no estén”.
Lamentó que “el mundo”, si prevé con métodos de análisis que las personas pueden venir con una enfermedad degenerativa grave, “se propone mandarlos de vuelta antes de que nazcan”.
“Esta gente imita a Jesús, no porque quisieron. Son nada, se los esconde y no se los visita. Gracias por lo que haces y en vos gracias a tantas mujeres consagradas al servicio de lo inútil”, ilustró.
“Porque no se puede hacer ninguna empresa, no se puede ganar plata, no se puede llevar adelante nada ‘constructivo’ con los menores, con los más pequeños. Ahí resplandece Jesús”, subrayó.
Finalmente a los sacerdotes le pidió “no retar ni castigar” a los fieles que se confiesan. Más bien les llamó a pensar en sus propios pecados cuando una persona les permite ver sus miserias.
Y solicitó: “Por favor a los padres: no se cansen de perdonar. Sean perdonadores como lo hacía Jesús. No se escondan en miedos y rigideces”.- (Agencias)