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Mérida, Yuc., México, octubre 16 de 2017
La famosa frase “somos lo que comemos” es atribuida al filósofo y antropólogo alemán, Ludwig Feuerbach, quien en su escrito Enseñanza de la alimentación de 1850, escribió: “Si se quiere mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados denle mejores alimentos. El hombre es lo que come”.
Aunque en un contexto diferente, uno es lo que come ya que el ser humano está constituido por millones de células que para sobrevivir cada una debe alimentarse, y la salud de estas estructuras depende de la recepción de los nutrientes que necesitan para funcionar.
Los alimentos que consumimos determinan directamente lo que la sangre transporta a las células, ya sea toxinas o nutrientes. La sangre recibe estos nutrientes de los alimentos que se ingiere, al tomarlos principalmente de las paredes intestinales, señaló Jorge Martínez Torres, jefe de Servicios de Prestaciones Médicas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Yucatán.
La sangre es neutral en el sistema de transporte, por lo que si usted consume alimentos que no son saludables o chatarra, la sangre recogerá esas toxinas y las llevará a las células tal y como si fueran nutrientes. Si existe alguna deficiencia en los alimentos que comemos, la sangre simplemente llega a la célula con “las manos vacías”.
Para fortalecer todos nuestros órganos y sistemas es necesario incluir en nuestra dieta los nutrientes necesarios para la salud y excluir los dañinos.
La ingesta adecuada de calorías, proteínas, lípidos, hidratos de carbono; así como micronutrientes ayudan a mantener un estado nutricional óptimo; además de que disminuye los riesgos de enfermedades crónico-degenerativas como: obesidad, diabetes, hipertensión arterial e insuficiencia renal.
De igual forma, la alimentación saludable favorece en niños y adolescentes un crecimiento y desarrollo adecuado; y en los adultos les permite conservar o alcanzar un peso acorde con la estatura y prevenir el desarrollo de enfermedades.
Las frutas y verduras son la principal fuente de vitaminas, minerales, antioxidantes y fibra dietética; deben consumirse de preferencia crudas para aprovechar todos sus nutrientes.
Los cereales integrales son una importante fuente de hidratos de carbono y energía. Mientras que las leguminosas y alimentos de origen animal son la principal fuente de proteínas.
Es preferible el consumo de carnes blancas como el pescado, atún, sardina, pavo, pollo sin piel, y en menor cantidad y frecuencia las carnes rojas como res y cerdo. Se deben preparar asadas, horneadas, cocidas o en salsa, evitar freír.
Consuma leche o yogur descremados y quesos bajos en grasa como panela, requesón o cottage. Evite ingerir alimentos con alto contenido de grasa como crema, mayonesa, margarina, mantequilla, manteca, tocino, aderezos, frituras, empanizados y capeados.
Evite agregar sal a los alimentos preparados, así como consumo de alimentos, bebidas y condimentos salados como cecina, embutidos, agua mineral, bebidas energizantes, salsa inglesa y concentrado de consomé.
La comida rápida también debe evitarse, como hot dogs, papas fritas, hamburguesas, pizza, nachos con queso, fritangas, tortas y tamales.
En cuanto a líquidos el agua simple es la mejor opción y se deben consumir de seis a ocho vasos al día; el agua de frutas sin azúcar o con muy poca cantidad hasta que el organismo se acostumbre a tomar bebidas sin ella.
Evitar en la medida de lo posible los alimentos conocidos como chatarra que son bajos en nutrientes y además que contienen sustancias nocivas como conservadores artificiales, edulcorantes, pesticidas, químicos y hormonas; así como evitar otros elementos nocivos para la salud por ejemplo: azúcar, harinas refinadas y grasas saturadas.
Martínez Torres recalcó que se deben realizar tres comidas completas y dos refrigerios. En el IMSS se cuenta con especialistas en Nutrición y Dietética, quienes podrán orientarlo sobre las porciones adecuadas que debe consumir usted y su familia según sus propias necesidades.