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Javier Cámara Menéndez
No cabe duda que los yucatecos —en especial los emeritenses— estamos pasando por un trance díficil en todos los órdenes de gobierno: una autoridad municipal desgastada, con falta de creatividad y poco lustre; un gobierno estatal con alto "ranking" de popularidad a costa del dispendio del erario, del "embute" y del populismo y demagogia baratas; y un gobierno federal empecinado en que creamos que todos los grandes temas nacionales son irrelevantes —y, por ende, no urgentes— ante el costoso —en recursos y vidas humanas— enfrentamiento que sostiene contra la delincuencia organizada.
En política la cosa no está mejor. Una autoridad electoral —otrora garante ciudadana de la legalidad de las elecciones— impávida ante las numerosas muestras de inequidad y violaciones a los topes publicitarios en las campañas; candidatos "punteros" con pasados de delincuencia electoral y mañas —en lo público y en lo privado— que son vox populi; una sociedad no sólo indiferente, sino hasta complaciente con las frecuentas intervenciones de la autoridad estatal en favor de sus candidatos oficiales; partidos políticos prácticamente sin credibilidad, lo que nos impide a los ciudadanos discernir adecuadamente las diferencias entre pintos y pardos; y otras situaciones que nos pudieran llevar a pensar que, electoralmente, hagamos lo que hagamos, las cosas ya están definidas.
En economía, no obstante que nosotros no fuimos los causantes, como siempre fuimos los "pagones" de la crisis internacional, inclusive más que algunas de las economías directamente responsables del actual problema económico sólo comparable con la mítica recesión de 1929.
En cuestión de valores nuestra sociedad tampoco está de plácemes. Temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la pena de muerte son usados como estandarte para "golpear políticamente" a los que no están de acuerdo con esas "medidas progresistas". El alcoholismo y drogradicción entre los jóvenes de hoy han dejado de ser un secreto a voces para convertirse en una cruda realidad y hasta son usados como "la zanahoria" para atraer a los jóvenes a un partido político cuyas trapacerías de más de 70 años son —por los efímeros 6 años de alternancia en el Estado— desconocidos por muchos de ellos.
De fútbol, mejor ni hablamos. Sólo nos queda esperar que en poco más de un mes, Javier Aguirre logre hacer lo que Sánchez, Ramírez y Eriksson no pudieron hacer en tres años —cualquier parecido con Fox y los gobiernos priistas que le precedieron son pura coincidencia.
En fin, las crisis nos agobian y lo peor es que parece que lejos de salir, cada vez nos sumergimos más en ellas; y ésto nos tiene muy descorazonados a más de uno...
En medio de esta crisis de las crisis, recibo un correo sobre la situación que priva actualmente en Guinea Ecuatorial y el mismo me hace redimensionar nuestros problemas y nuestras crisis.
Y es que, aunque suene crudo, estamos mal, pero definitivamente pudiéramos estar mucho peor. Y no sólo frente a Guinea Ecuatorial, sino frente a nosotros mismos en otras épocas y en otras circunstancias.
Hemos crecido como sociedad y como país, eso que ni que. Tal vez no al ritmo y con la constante que hubiéramos deseado, pero que hemos crecido, lo hemos hecho. Y ese lento crecimiento no siempre ha sido tomando "grandes decisiones", ni escogiendo entre el cielo y el paraíso, sino que, generalmente, éstas han sido pequeñas y prácticas e, inclusive, como todo en la vida, por la opción "menos mala" o "más buena", según se quiera ver.
Es la suma de esas aparentemente intrascendentes y/o difíciles decisiones la que ha forjado la sociedad, ciudad, estado y país que hoy somos, así de sencillo.
Por ello, el desasosiego que hoy podemos experimentar como sociedad no es razón suficiente para dejar de tomar decisiones, sino que, al contrario, debe de ser el acicate para tomarlas con más determinación. No es anulándonos como ciudadanos como podemos conseguir cambiar las cosas, sino ejerciendo los derechos y obligaciones que como tales tenemos.
Esto es lo que somos hoy, ¿estás en desacuerdo? Toma pues las decisiones que, aunque sea poco a poco, nos hagan cambiar. Sería imperdonable que lo dejaras en manos de terceros.