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Próximamente se discutirá en el seno del congreso del estado, la iniciativa propuesta por la Red Pro Yucatán, que pretende delimitar perfectamente el concepto de matrimonio y sus alcances legales, como medio para proteger a la familia como célula básica de la sociedad y cerrar el paso a las propuestas realizadas por diversas agrupaciones de homosexuales que pretenden modificar la legislación vigente para hacer posible el matrimonio entre personas del mismo sexo y para posibilitar la adopción y otros trámites que desde ya hace tiempo persiguen afanosamente.
Nadie niega a los homosexuales el respeto que su calidad de personas les concita, nadie cuestiona el derecho que como individuos tienen para vivir la vida como mejor les parezca, no les regatea la ley una sola de las garantías que otorga a todos los mexicanos sin excepción, tal cual se plantea en el texto constitucional con absoluta claridad, pero una cosa es pedir que sus derechos como ciudadanos y como personas sean respetados y otra muy diferente es incurrir en excesos por una distorsionada interpretación de la ley, situación que nos lleva a supuestos jurídicos social y jurídicamente perniciosos que no pueden ser admitidos, so pena de ser tildados como actos de populismo puro.
Las iniciativas favorables a legalizar los matrimonios homosexuales y la adopción para parejas integradas por individuos del mismo sexo, no pueden sino conducir a la confusión y al desconcierto a los menores que se vieran involucrados en estos supuestos, toda vez que las condiciones diferirían de la normalidad habitual y suscitarían represión y censuras sociales. Y aquí es menester recalcar que no es posible legislar a partir del deber ser, sino de lo que constituye una realidad incontrastable. Ser congruente al respecto es imprescindible.
No se trata de hacer sentir a los integrantes de la minoría homosexual rechazados o marginados. No se esta hablando de aplicarles pena de destierro o infamia, simplemente se trata de una cuestión elemental de respeto a la perspectiva de una abrumadora mayoría social, fórmula que hasta hoy impera para regular las relaciones sociales en el seno de una comunidad determinada.
Lo esencial es no ir en contra de lo establecido desde tiempo inmemorial por la ley, la moral y sobre todo, por la naturaleza. No es posible intentar subvertir el orden sin que haya consecuencias.
Ojalá que nuestros diputados no se dejen seducir por la tentación del populismo, en aras de ser tildados de progresistas e incluyentes por la miríada de gacetilleros y pasquines que enturbian las aguas del periodismo local. Ojalá que no intenten evadir su responsabilidad decisoria pretendiendo implementar mecanismos legislativos no previstos como el referéndum o la consulta popular. Ojalá que nuestros diputados sin distinción de partidos, sepan estar a la altura de su responsabilidad histórica. Finalmente es la sociedad la que agradecerá o reclamará.