687 palabras
Hace muchos años, en la década de los ochentas con motivo de un mitin del PRI, ocurrió un derrumbe en la plaza de toros Mérida, debido al sobrecupo registrado, que llenó de luto y dolor a los hogares yucatecos. En aquel entonces, muchos nos preguntamos si la tragedia pudo haberse evitado si los organizadores hubieran sido más cuidadosos y evitado el ingreso de un número de asistentes notoriamente superior al aforo del inmueble y que provocaron que se vinieran abajo sus viejas estructuras. En aquel tiempo, se echó tierra al asunto, espeso velo de olvido e impunidad cubrió el acontecimiento. Nadie fue castigado y mucho menos nadie se responsabilizó de los sucesos. Se dieron unas migajas a las víctimas y asunto que concluyó.
Se hizo caso omiso de las voces que reclamaron una investigación a fondo. Así se las gastaban en esos tiempos las autoridades.
Todo esto viene a mi mente de nuevo, a medida que se acerca el día primero de agosto, fecha en que la gobernadora Ivonne Ortega Pacheco, realizará su llamado segundo informe ciudadano. Acto tiene más efectos teatrales que de verdadera rendición de cuentas a la ciudadanía.
La estrella indiscutible del espectáculo será la gobernadora que cantará, bailará, sonreirá y abrazará a cuanto ser humano se le ponga enfrente. Como los antiguos emperadores romanos recurrirá a la vieja pero eficaz fórmula de dar al pueblo pan y circo. Abrirá generosamente las arcas públicas para dejar que corran libremente los recursos destinados a sufragar el costo de lo que al parecer no constituye obligación legal o moral, sino puro y simple capricho.
Carece de importancia que después de ello tengamos que apretarnos aun mas el ya ceñido cinturón que nos comprime las vísceras. A fin de cuentas, muy a la yucateca, ofreceremos el banquete aunque después debamos de pasar penurias y subsistir a pan y agua casi. El recorte al presupuesto y a las participaciones que como estado subsidiado que somos, habremos de recibir, es lo de menos. Es tiempo de festejar y no reparar en lo que siga. Quien no comparta esta opinión es claramente un enemigo del gobierno y del estado.
Jugaremos por un día a ser ricos, demostraremos al mundo una cara de alegría y de abundancia que no existen. Nos dejaremos llevar por los efectos de la borrachera mediática aunque después nos cause agobio la cruda realidad.
Pero finalmente el derroche es lo de menos en un régimen que gusta de ser candil de la calle y oscuridad de la casa y que basa su popularidad en la doctrina de la dádiva a discreción. Después de todo, se trata solamente de dinero, cuyo origen a nadie le interesa revelar y al pueblo mucho menos conocer, inmerso como esta en su orgía publicitaria. Lo verdaderamente grave es el riesgo de contagio que la inmensa concentración humana implica y ante la cual, cualquier medida preventiva es pura faramalla ineficaz. El riesgo es semejante al que conlleva una chispa que alcance leña seca: un incendio de proporciones imposibles de controlar. Una tragedia mayúscula que con humildad y con ánimo responsable, podría evitarse.
Pero esto no ocurrirá, es tanto el incienso quemado a la voluntad del ejecutivo, que no hay marcha atrás. Los cortesanos acuden a la eficaz táctica del halago, a alimentar la vanidad para continuar consiguiendo sus objetivos, sin preocuparle nada más.
En tanto, se embota la voluntad para la búsqueda del bien común, se entume cualquier intención de preservar la salud y la seguridad públicas y a nuestras autoridades solo falta entonar aquella vieja canción que dice: bebián, bebián, bebamos hasta que perezcamos... disfrutemos ahora, sin importar lo que venga después. Pero luego no digan que no hubo quien lo advirtiera.