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SAO PAULO, Brasil, 20 de junio.- Con dos bombazos, uno de cabeza y otro de derecha, Luis Suárez desmintió al credo de la posesión. El Pistolero recordó que el fútbol no tiene justicia ni hubiera, no le reza a otro dios más que al gol mismo.
Y es que la biblia celeste es corta de argumentos. Sólo cree en el choque y el ataque como los dos pilares de su religión. Eso que hemos aprendido a apreciar como la inapelable garra charrúa.
“Si esto fuera una película y alguien hubiera escrito este guión, sobre todo para los uruguayos, no pudo acabar mejor”, dijo del epílogo el maestro Óscar Tabárez.
Mintió. La verdad es que no hubo guión y si alguien lo escribió, Suárez lo desmanteló en dos actos.
Luisito, irreverente y mortal, pasó por sobre los planteamientos, las tácticas, las mediciones... Inglaterra difícilmente pudo haber manejado más el partido (62% de posesión), y ¿de qué le sirvió?
Choque contra toque. Inglaterra dominó el partido, tuvo el balón y las mejores ofensivas. En cambio, Uruguay lo peleó y lo ganó.
La selección de la rosa planteó su juego cargado de buenas intenciones: manejar el ritmo, subir por los costados, encontrar el centro, armar frente al área, sorprender con remates... El pizarrón de Roy Hodgson venía cargado de opciones y respuestas.
En cambio, los uruguayos querían todo al frente, buscaban con urgencia a Suárez, ausente en la debacle ante Costa Rica, para que les salvara el Mundial.
Siempre toscos y frontales, los suramericanos fueron cayendo presa de sus propias imprecisiones en los pases apurados.
Mas de ahí, de esa escasa propuesta, surgió el primer clavo en el ataúd de los británicos. Fue una bola que Cebolla Rodríguez recuperó y Nicolás Lodeiro peleó hasta encontrar a Edinson Cavani.
El centro preciso, el cabezazo fino de Suárez, el vuelo inútil del arquero Joe Hart... Uruguay mostró su otro rostro, el de los despliegues técnicos y los golazos.
Al mismo tiempo, los ingleses destapaban su peor cara y su mayor pecado, el de una defensa lenta y totalmente ineficiente.
Si el juego ya se planteaba apremiante, Suárez acabó de poner contra la pared al conjunto británico. Alabadas en su debut, pese a la derrota, ayer las nuevas estrellas inglesas sucumbieron a las patadas e intensidad de los volantes y defensas uruguayos.
Ni siquiera sirvió que Rooney marcara su primer gol en mundiales e intentara vestirse del salvador del decadente fútbol inglés que nunca ha sido.
Entre el gol de Suárez y el de Wayne Rooney pasaron 36 minutos de elaboración para que, finalmente, Daniel Sturridge le abriera camino a Glenn Johnson y llega el centro.
El 10 blanco tocó en el área chica y su equipo recobró el aliento. En ese momento el guión del que habló Tabárez dictaba que solo podía haber justicia para Inglaterra, el equipo que buscaba, manejaba y merecía ganar el partido.
Pero, como hemos dicho, esto de guiones y planes no se le da muy bien al Pistolero Suárez.
A seis minutos del final Muslera sacó, Cavani extendió, la defensa fallo, y Suárez, como fantasma, les robó el Mundial a los ingleses.
La Copa le da la bienvenida al espectáculo de la efectividad fulminante de Suárez y la garra charrúa vive, al menos, por otro día. (Agencias)