Reinaugura DICONSA tienda comunitaria en comunidad Maya de Yucatán
Ariel Martín746 palabras
Se le solicita al lector tenga a bien investigar por su cuenta todo lo que se afirma en este artículo. Quien lo escribe no tiene credenciales que le den autoridad para que lo tratado y las conclusiones que saca puedan ser consideradas indiscutibles. Sin embargo, el objetivo es atar cabos y sacar algunas conclusiones que, en efecto, presentan evidencias que cada día se van haciendo más claras. Por lo tanto, queda bajo la responsabilidad del lector corroborar lo que se dice. El autor
“Bought” es el nombre que le pusieron al documental: “Comprado”, sí, la sociedad ha “comprado” muchas promesas falsas. Uno de ellos es el problema de las vacunas.
Suena impecablemente lógico que si sabemos que un virus pued entrar a un cuerpo humano, preparemos a ese cuerpo para combatirlo tan pronto aparezca. La vacuna razona que si el cuerpo está listo —ya aprendió cómo— a combatir un virus, será más fácil ganar la batalla cuando llegue el momento.
Pero hay dos cosas en juego: 1) Por un lado, la proporción de personas que efectivamente se ven en la circunstancia de tener que combatir el virus es relativamente baja; pero, 2) —esto es lo más importante— en realidad hay algo de fondo que es lo que estamos haciendo totalmente mal: nuestra alimentación.
Hay por allí un secreto que parece estar “muy bien” guardado: el asunto de la alcalinidad y la acidez del cuerpo. En efecto, el cuerpo del humano tiene un PH que cambia según lo que hemos comido. Hay dos grupos de alimentos muy fáciles de distinguir: 1) los que tienen proteína animal y 2) los que no.
Es muy fácil darnos cuenta de que los alimentos que no tienen proteína animal son todos los vegetales o los que están hechos a base de vegetales. Estos alimentos, aún siendo ácidos —como el limón, azúcar y café, por ejemplo— al entrar al cuerpo lo dejan alcalino. Pero esto no sucede con los productos que contienen proteína animal: todos ellos dejan al cuerpo acídico por un prolongado periodo de tiempo.
Y es en cuerpos acídicos que los virus encuentran un hábitat perfecto para fundar sus colonias, con éxito. Y lo peor del asunto es la secuela: una vez que un cuerpo ha tenido colonia de virus, aún cuando haya sido combatido, ya tiene una “reserva” de desechos de virus, adecuado, aún en ambiente alcalino, para el “éxito” en que bacterias destructivas sobrevivan.
Esta secuela de acontecimientos es parte de lo que está como base del Biomagnetismo Médico, disciplina muy efectiva en el combate a invasiones virales, diseñada por un hombre con las credenciales para sustentar los descubrimientos que ha hecho.
En la película “Bought” —hay que verla, vale la pena— nos damos cuenta de la seriedad del caso. Lo de las vacunas se ha convertido en un gran negocio, pero presenta un grave riesgo por el aumento en autismo: en muchos casos documentados, se presenta exactamente unos días después —a veces unas cuantas horas— de que el niño ha recibido las vacunas.
El documental trata otros múltiples problemas que se están gestando en la alimentación, pero el que mayor contundencia presenta es el de las vacunas.
Todo apunta en una dirección: es necesario revisar la manera en que nos alimentamos y comenzar a pensar seriamente en sustituir totalmente los alimentos que contienen proteína animal con los que están hechos exclusivamente a base de vegetales. Los curioso del caso es que, a pesar de la ingerencia en el calentamiento global que tienen las industrias de la alimentación animal —generan 51% del calentamiento global— no se mencionan ni remotamente ni en este documental ni en muchos otros, excepto en Cowspiracy que se concentra enfocadamente en el tema.
Lo peor que podemos hacer para nuestra salud es ignorar la importancia de conocer a fondo todo lo que está surgiendo en torno a lo más conveniente para la salud humana.