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Quiero agradecer a algunas amigas que han compartido conmigo las realidades de su matrimonio y su vida en pareja y han sido sinceras al asumir una serie de cosas; es como cuando alguien habla del parto con honestidad, no esas charlas aburridas y lejanas a la realidad que enmascaran una serie de cosas socialmente inaceptables de mencionar.
Me decía una amiga: No creas que por estar casada mi vida es la más feliz. Es una hueva atender niños, marido, hacer miles de cosas a la vez; ya quisiera yo estar sola sin que nadie me moleste y dormir y hacer lo que se me pegue la gana. Disfruta tu soltería lo mas que puedas, porque ya te tocará la chinga.
Y es que socialmente hemos pensado muchas veces que si no sales del mismo molde de todas las mujeres que consideramos felices en pareja somos socialmente vistas como inadaptadas, conflictivas, inestables, solitarias, egoístas; que algo está mal con nosotras, que algo seguramente hacemos mal.
La soledad y el estar solo son dos aspectos que se han mal entendido dentro del mismo tema de las relaciones intimas. Existe la creencia de que estar en pareja no es estar solo y, por otro lado, existe la creencia de que estar sin pareja es estar solo. No creo que la soledad tenga nada que ver con estar solo o acompañado; más bien, la sensación o el sentimiento de sentirse solo es lo que determina que terminemos en relaciones que no nos hacen felices, precisamente por nuestra incapacidad del disfrute personal.
Me da risa cuando escucho a mujeres que dicen: Un hombre no te hace feliz, una debe ser feliz por sí misma, siendo que se trata de las que jamás se han despegado de un hombre; son las que no conocen realmente lo que es estar sola; hablan de lo que nunca han intentado; hablan de lo que nunca han vivido y, por lo tanto ¡están hablando de lo que no conocen! Para poderlo vivir, primero hay que asumir que no nos importa lo que los demás piensen; queremos experimentar con diferentes relaciones hasta encontrar una en donde nos sintamos identificadas con la pareja y donde exista un amor que nos complemente sanamente.
La incapacidad de sentirnos completas porque socialmente “deberíamos estar en pareja” es una de las peores frustraciones con las que en algún momento, de manera personal, me identifiqué. Pero se trata de una de las peores mentiras, predicadas por muchos que, viviendo en pareja, no llevan una vida plena y feliz.
“Algo esta mal conmigo” es, probablemente, una de las frases más repetidas en la historia de la humanidad. Ante los múltiples intentos de estar en una relación, surge esa falta de amor propio que nos ciega y que nos sirve de arma para no aceptar que quizás no tengamos que estar en una relación para sentirnos plenos y felices. Es normal querer estar en una relación; súper normal querer estar con alguien que nos quiera y nos consienta, me decía una amiga. Sin embargo, concluíamos que estamos en peligro en la medida que, de manera personal, no soltemos esa idea de tener que estar en pareja o eso de que socialmente tengamos que demostrar que estamos en una relación —no importa a qué costo. Si no identificas qué quieres, quién eres y cuánto vales, da igual si estás en pareja o no: no te vas a sentir más feliz y más plena por estarlo.
Ni hay nada mal con nosotras, ni tenemos que demostrarle nada a nadie. La sociedad en la que vivimos exige muchas cosas para ser “normal”, pero son estándares estúpidos, maquillados, aburridos y carentes de toda realidad. Lo importante no es ser mujeres que buscan un hombre, sino ser mujeres que un hombre busca, y eso sí, lo dejo a cada quien: pensar en quiénes queremos convertirnos y quiénes queremos ser para lograr que nos sintamos plenas y luego estar en una relación donde continuemos igual de plenas.
Una no es un status, una no es su relación, ni sus circunstancias sentimentales. Las mujeres somos más que eso, y en la medida que no comprendamos que nuestro ser no carece de valor por no encajar en el molde de la “sociedad”, no nos sentiremos plenas ni solas ni acompañadas. Nada esta mal con nosotras mismas; lo que está quizás distorsionado es el ideal que nos hemos creído de la mujer valiosa y exitosa que vemos en otras por estar en una relación —aunque desconocemos sus realidades. No todo es como lo vemos, pero si todo es como lo construimos y, si construimos nuestra vida con experiencias de amor, con parejas, con tropiezos y con caídas, eso se llama aprendizaje, eso se llama vivir: no es que haya algo malo con nosotras mismas. Quizás no todas queramos lo mismo o entendamos la felicidad del mismo modo; quizás es ahí donde chocan nuestras inseguridades y nuestras confusiones, nuestros prejuicios… Quizás unas tengamos menos miedo al fracaso o al tropiezo y luchemos una y otra vez, y mandemos todo a volar y comencemos de nuevo: de todos modos, en verdad te digo, ¡no pasa nada! Ya sea que estemos casadas, solteras, viudas o divorciadas, habemos mujeres que simplemente no somos mujeres de molde. No hay una mujer igual a otra y si no soy igual a ti, no solo es increíble sino que no hay nada de malo en ello.