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Oregon (5 de octubre).- Cassandra Welding dijo que el maestro había salido del salón de la Universidad Comunitaria de Umpqua cuando ella y otros estudiantes escucharon un ruido fuerte.
“Sonaba como si se hubiera caído un libro o como si una mesa se hubiera caído”, dijo el viernes 2 de octubre por la mañana en el programa New Day de CNN. Una estudiante abrió la puerta del salón para ver qué había pasado. Recibió un disparo en un brazo y en el abdomen y se derrumbó en la entrada, dijo Welding.
Los estudiantes retrocedieron aterrorizados, cuenta, pero una de sus amigas jaló a la herida hacia adentro del salón y empezó a aplicarle primeros auxilios.
“Cerramos con llave las puertas, apagamos las luces y básicamente entramos en pánico”, dijo Welding.
Los estudiantes se refugiaron detrás de los escritorios y llamaron a los servicios de emergencia.
“Simplemente entré en pánico y llamé a mi mamá para decirle que había un tiroteo”, cuenta Welding. “Estaba totalmente en shock. Traté de hablar con ella, pero fue muy difícil. Simplemente me sentía abrumada”.
El pistolero no entró en el salón, pero Welding escuchó otros disparos y vio por debajo de la puerta unas sombras moviéndose. Finalmente, un agente de Policía vestido con uniforme de asalto surgió por la puerta del aula.
“Dijo: ‘el tirador fue abatido, están a salvo’”, dijo Welding. Agregó que no sabía si la mujer que recibió los disparos había sobrevivido.
Umpqua no es una universidad común. Se sitúa en un pueblo de leñadores en Oregon, en donde el índice delictivo es muy bajo, Entre 2009 y 2012no se registraron delitos sexuales, agresiones ni violaciones a las leyes de consumo de bebidas alcohólicas, delitos por posesión de armas ni de odio. Ni siquiera un robo.
El jueves 1 de septiembre, cuando el pistolero iba de edificio en edificio disparando su arma, no solo mató a nueve personas e hirió a otras nueve, sino que dejó su marca en los sobrevivientes, en los estudiantes aterrados de todo el campus y en los padres aterrorizados que esperaban noticias a varios kilómetros de allí.
“Hoy fue el día más triste de la historia de la universidad”, dijo Rita Calvin, directora interina de la institución. El pistolero también murió.
Sarah Cobb, estudiante de primer año, estaba en su cuarto día de clases.
Al igual que los otros estudiantes, estaba inmersa en su experiencia en el campus ya que el semestre había empezado hacía apenas una semana.
Mientras se sentaba en el salón, un hombre armado irrumpió en el salón de al lado.
“Escuché unos estruendos, pensé que había sido un libro de texto o algo”, dijo.
Miró por la ventana y vio que la gente correteaba.
“La gente se alejaba corriendo del edificio, así que supe exactamente qué había pasado”, dijo. “Le dije al maestro: ‘tenemos que salir de aquí. La gente está corriendo. Tenemos que irnos’”.
Luego escuchó el segundo y el tercer disparo.
En el salón de al lado del de Cobb, Anastasia Boylan también estaba en el cuarto día de clase de su primer semestre. Al igual que Cobb, estaba en clase, disfrutando la nueva experiencia, pero a diferencia de Cobb, no había un muro entre ella y el caos sangriento.
El hombre armado irrumpió en el salón de Boylan con cuatro armas, según las autoridades.
“Había estado esperando años para hacer esto”, dijo el pistolero al profesor, de acuerdo con el padre de Boylan, quien repitió el relato de su hija.
Le disparó al profesor a quemarropa mientras los estudiantes aterrorizados se tiraban al piso.
“Vas a ver a Dios en… un segundo”
El pistolero recargó su arma y ordenó a los estudiantes que se pusieran de pie, según contó Anastasia Boylan a su familia.
Hizo solo una pregunta: ¿De qué religión son?
“Ellos se levantaron y él decía: ‘Qué bueno, porque eres cristiano, así que verás a Dios en cerca de un segundo’”, contó el padre de Boylan. El pistolero hizo otros disparos.
Mientras Anastasia Boylan yacía sangrando en el suelo, el pistolero le dijo: “Oye tú, rubia”, de acuerdo con su madre. Ella soportó valientemente el dolor de la herida de bala en su espalda y se hizo la muerta.
“Tuvo el tiempo suficiente para tirar el cargador, meter otro y continuar”, cuenta la madre. “No entiendo cómo pudo haber tenido tanto tiempo para matar a tanta gente”.
‘Llamamos a… nuestros seres queridos’
Parece que los disparos comenzaron en un edificio y luego el pistolero se metió a otro. Se encontraron muertos y heridos en al menos dos salones.
Los estudiantes de todos los edificios se tiraron al piso y se ocultaron detrás de sus mochilas, las sillas o debajo de las mesas.
A varios kilómetros de allí, los padres esperaban y veían pasar las ambulancias que transportaban a las víctimas.
Sandy Miles, enfermera de un hospital local, supo del tiroteo mientras estaba de servicio.
“Me quedé helada”, dijo a KOIN, televisora filial de CNN. “Mi Hanna está allá afuera… Cuando veía a estos (pacientes) llegar, pensaba: ‘¿Será esta Hannah?’”.
“Fue constante”, dijo, refiriéndose al flujo de pacientes. “Llegaba una ambulancia, luego otra”. Hannah Miles, de 19 años, estaba en un salón cercano cuando empezaron los disparos. Huyó corriendo junto con sus compañeros y finalmente se refugiaron en la librería de la escuela.
Miles, Welding y Cobb salieron ilesas.
Anastasia Boylan recibió un balazo en la columna vertebral. Se hizo la muerta… y también sobrevivió.
Sara Sidner reportó desde Roseburg y Faith Karimi reportó y escribió en Atlanta. Con información de Greg Botelho, Kyung Lah, Sarah Jorgensen, Dugald McConnell y Ray Sanchez.- (Agencias)