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Osvaldo Chávez722 palabras
México (9 de noviembre).-
Nadie va a querer lavarte la boca con jabón después de que leas cuál es la verdad absoluta de las groserías y los beneficios que provoca decirlas.
Groserías, malas palabras, lenguaje profano… ¿por qué decirlas se siente tan bien? El término ‘profano’ se origina en el latín profanus que literalmente significa “antes (o fuera) del templo” y tiene relación con aquello que desacredita lo sagrado o que tiene un propósito no espiritual.
Aproximadamente el 7% de las palabras que usamos diariamente son groserías. Lo cual no resulta tan terrible, excepto cuando piensas que es la misma cifra que representa nuestro uso de pronombres plurales como nosotros o nuestro -así que sí, las usas más de lo que piensas-. Los niños identifican y aprenden malas palabras antes de aprender el abecedario completo y son un potencializador inmediato de las emociones humanas.
No siempre hemos insultado con las mismas palabras, una expresión que era ofensiva en el siglo XV ahora pudiera no serlo. Aunque el estilo de las groserías que usamos ha cambiado, los motivos no varían demasiado. Científicos de la Association of Psychological Science han identificado que las groserías son el claxon de nuestro sistema psíquico, indican desde alegría, hasta furia y frustración, pasando por el alivio del dolor.
De acuerdo con ellos, las personas tienden a subestimar las ventajas que las malas palabras (o las palabras tabú) tienen en nuestro sistema. A menudo estas son catárticas y nos permite expresar emociones, también funciona como sustituto de la violencia física.
Por primera vez la psicología esta analizando la funcionalidad de las groserías en la vida de los humanos. Maldecir y emplear lenguaje profano ha sido una respuesta tan común ante el dolor y la frustración que comienzan a preguntarse…
####¿Por qué lo hacemos? Richard Stephens, psicólogo investigador de la Universidad Keele en Inglaterra, realizó un estudio en el cual midió el tiempo que los participantes podían mantener sus manos en cubos con hielo, un grupo control sólo podía exclamar palabras neutrales o comunes, mientras que, el grupo experimental tenía permitido decir groserías y fue éste grupo el que logro ampliar su umbral de dolor y soporto 40 segundos más con su mano dentro del hielo.
La respuesta sobre cómo maldecir logra tener efectos físicos en nuestro cuerpo, aún se mantiene poca clara pero los expertos especulan que la parte de nuestro circuito cerebral que esta ligada a la emoción, es la responsable. Estudios anteriores han demostrado que, a diferencia del lenguaje normal que se encuentra en el hemisferio izquierdo del cerebro, las groserías responden a estructuras antiguas enterradas dentro de nuestro cerebro primitivo, en el lado derecho.
Una de las estructuras que se asocia con todo esto es la amígdala, un grupo de neuronas que tiene la capacidad de disparar respuestas agresivas o apresuradas en las que nuestro ritmo cardíaco incremente y nos volvemos menos sensibles al dolor. Compara esto con la respuesta que ocurre en animales heridos (ligeramente heridos, como cuando alguien se sienta sobre un gato) que al momento del impacto no logran sentir dolor, únicamente un deseo de descarga.
Timothy Jay, psicólogo en el Massachusetts College, tras haber estudiado el efecto de las malas palabras durante 35 años, argumenta que decir groserías funciona para nosotros como un medio para sacar de nosotros un cúmulo de emociones que van desde la alegría hasta el enojo pero que en casos extremos el sistema emocional de nuestro cerebro puede volver el acto de maldecir doloroso y permitir que la ola de rabia escale hacia violencia directa.
Si puedes controlar esto, decir groserías te ayudará en definitiva a aliviar el dolor. No obstante, hay una trampa: entre más palabras obscenas digas, menor será la potencia emocional que estas palabras tengan. Y sin la emoción, lo único que queda es la palabra, la cual difícilmente ayudara a aliviar el dolor de alguien.- (Semanario)