La elección de comisarios se hará con la mayor transparencia: Mauricio Vila
Osvaldo Chávez1419 palabras
Comentando lo que comenta Denise Dresser
Hablando de Carlos Slim, es divertido comentar lo que comenta sobre el personaje la Denise Dresser. Entetengámonos un rato. A ver.
El rey de reyes. El gigante entre liliputienses. El hombre más rico de México y entre los más acaudalados del mundo. Alguien que ha respaldado en momentos críticos al PRI y en otros, por conveniencia, a López Obrador. Casado por Marcial Maciel.
Ha jugado como todos los políticos a la política sin ideología. Su única ideología es el dinero y hacer todos los negocios que puedan generar utilidades. Eso es lo único que le interesa a Slim en la vida, en México, en el mundo. Sería muy naïve pensar que Slim buscaría el bien del país. Sí, lo haría, pero solo si viese que esa sería la única forma de continuar ganando dinero.
Alguien con un indudable olfato, instinto y talento empresarial. Alguien que en comparación con otros multimillonarios en el mundo, ejerce una filantropía bastante tacaña, calculadora y que se vuelve una forma de hacer política por otros medios.
Filantropia Tacaña, gran risa debe provocarnos esa perfecta expresión. Nuevamente, ¿qué esperaban? Él mismo ha declarado abiertamente que no cree en la filantropía. Él solo cree en los negocios, en ganar dinero a como dé lugar. Se trata de crear demanda para acasillar al cliente. Es el capitalismo perfecto.
Lo único malo es que no todos podamos ser Slim. Aunque nada impide que aspiremos a algún punto intermedio de su nivel monetario.
Sofisticado en algunas cosas, simplón en otras, propositivo en ciertos temas y pueril en otros tantos, cosmopolita y también profundamente provinciano.
Según Denise, la biografía de Diego E Osorno así lo describe. Y, en verdad, estaríamos de acuerdo en esa descripción. Encaja perfectamente en una descripción cualquier de los inmigrantes libaneses que llegaron a México a hacer fortuna —y lo lograron. Él es solo el ejemplo en su máxima expresión.
Y el retrato [en la biografía] dista de ser halagador.
Habría sido difícil halagar a un personaje cuyo único mérito ha sido concentrarse en ver cómo le hace para que ofrezca a la venta lo que a fuerzas los demás deben comprar.
Omnipresente en la vida de los mexicanos, Slim domina un abanico de sectores y posee una fortuna estimada en el 7 por ciento del PIB.
Sin duda alguna, los negocios de Slim recolectan de cada mexicano cantidades muy parecidas a lo que el fisco recibe también de cada uno. Es el competidor más fuerte del fisco nacional. Ese 7% que parece paga Telcel en impuestos, sin embargo, es algo comparado con el del resto de los negocios del país. (Debemos tomar en cuenta que lo que vende es, literalmente, Aire).
Una fortuna producto de decisiones audaces e inteligentes, pero también de gobiernos y reguladores que lo crearon. Lo propulsaron. Lo protegieron. Más que un empresario innovador…
De innovador no tiene ni una pizca: cero. Le tecnología informática usada en sus negocios es obsoleta, atrasada, mal mantenida. Allá se nota la tacañería del tipo: le vale que el servicio a sus clientes sea mediocre, malo, deficiente, tardado: no les tiene un ápice de respeto.
Está claro: fue un gran oportunista y encontró quien le hiciera el juego. Salinas de Gortari debería contarnos la historia y usar sus juegos de palabras —casi tan hábiles como los de la Dresser— para que nos deleitáramos con un entre de estos dos titanes del verbo.
México tiene que discutir seriamente el papel nocivo que Slim ha tenido sobre la competencia en telecomunicaciones y tantos otros ámbitos.
Sí, están bajo la lupa; pero le sueltan al fisco una gran parte del total que el fisco recolecta. Slim y sus negocios son, para el fisco mexicano, cajas recolectoras de impuestos. Es mucho más fácil cobrar grandes cantidades a 1 que pequeñas cantidades a millones.
Tiene que escrutinar la operación del sistema económico disfuncional que lo produjo y le permite seguir expandiendo su imperio. Un capitalismo de cuatitud que Slim ha logrado poner a su servicio aprovechándose de instituciones débiles, funcionarios cómplices, legisladores doblegados, consumidores sin recursos legales para enfrentar su expoliación y medios mayoritariamente silenciados que dependen de su publicidad y apoyo financiero.
Ese párrafo es el que se lleva el 100+ en el artículo de la Dresser. ¡Bien, Denise Dresser; te quedó de primera! No quedó uno solo de los pecadores por fuera. Hasta se ocupó de la falta de posibilidades que tienen los consumidores de exigir que se les deje de explotar como las empresas de Slim lo hace. Tarda 10 minutos en pagar tu cuenta Telcel y te cortan el servicio, a pesar de que en 5 años jamás hayas consumido ni 50% de tus minutos o tus datos. ¿Por qué se permite eso?
Los minutos y los datos son unidades con costo concreto. Si no se usan y están pagados, ¿por qué se quedan a favor del vendedor? Por lo menos una parte (¿25%?) deberían quedar y acumulares a favor del pagador. Pero nadie habla de esto, nadie toca el tema y Slim, ¡feliz!
Con un alto costo para el país y sus ciudadanos. El economista Gerardo Esquivel calcula que entre 2005 y 2009, el monopolio de telecomunicaciones de Slim significó la pérdida de bienestar a los mexicanos superior a 129 mil millones de dólares, casi 1.8 por ciento del PIB anual.
Siempre había yo percibido que algo anda muy mal con respecto al costo para los mexicanos de la fortuna de Slim. En 4 años se chupó 129 mil millones de dólares que extrajo del bienestar general de los mexicanos. ¡Y tan tranquilo! Como 40% de los que están en la cárcel, pugnan condenas por haber robado en 200 y 1500 pesos.
Por la falta de competencia y la concentración del mercado. Por la debilidad de las instituciones mexicanas que no contuvieron a Slim, sino que le permitieron seguir cobrando tarifas exacerbadas. Por un proceso de privatización discrecional, personalizado, protector que convirtió a Telmex en una vaca que Slim ordeñó durante años.
Ya Salinas —el que nos invita a pensar en vez de solo opinar— (me pregunto si estas líneas para él son pensamiento u opinión), explicó hace unos días que las privatizaciones que él hizo fueron todas excesivamente cuidadosas y bien vigiladas por todos los poderes. Ahora es cuando: que saque sus datos.
En el libro Slim trata a sus críticos -el Wall Street Journal, la OCDE, los respetados autores del libro Why Nations Fail, yo incluso- con desdén. Los califica de poco serios, comprados o “babosos”. Slim afirma que yo no siempre he dicho la verdad sobre él. Le pido atentamente que señale mis inexactitudes para aclararlas. Aprovecho también para corregir las muchas que él pronuncia a lo largo del libro, específicamente una que me atañe: Slim dice que en un evento del ITAM en el cual participó, yo envié a un grupo a atacarlo. Falso. Una alumna se levantó, lo cuestionó y lo hizo motu proprio, seguramente cansada de ser exprimida por su cuenta mensual de Telmex.
¡Excelente, Denise! Esas son las cosas que los mexicanos, todos, deben leer para poder pensar —como invita Salinas de Gortari a que hagamos— en vez de solo vivir opinando sin sustento informativo fuerte.