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México (20 de enero).- México, D.F.- Seis mil pesos son suficientes para que cualquier persona pueda obtener un título, una cédula profesional, un certificado de estudios y hasta credencial de elector, en las inmediaciones de la Plaza de Santo Domingo, a unas cuadras del Zócalo capitalino.
Bajo la identidad de una persona fallecida hace dos años, EL UNIVERSAL realizó un ejercicio para obtener el título de la carrera de Ingeniería en Mecatrónica por el Tecnológico de Monterrey. Pasaron sólo seis horas entre el pago del adelanto y la entrega de los papeles pirata.
El trámite no tuvo mayor complicación, sólo fueron necesarias una copia de la Clave Única de Registro de Población (CURP), una firma en hoja blanca y fotos tamaño título. Estas últimas no las llevaba el reportero durante la entrega, pero eso no representó un obstáculo, pues por 150 pesos los coyotes ofrecen servicio de fotografía personalizada, que incluye retoque digital, vestimenta y hasta peinado.
La negociación se llevó a cabo en un McDonald’s ubicado frente al Zócalo. Ahí el reportero de esta casa editorial se reunió con Juan, el personaje que una semana antes había sido contactado sobre República de Brasil para la compra del título.
Los “coyotes” ofrecen servicios de falsificación de documentos sobre la bulliciosa calle República de Brasil, en el centro de la Ciudad de México. Ahí, más de una veintena de personas —en su mayoría hombres— deambulan por la zona preguntando a los transeúntes sobre algún “jale” que quieran tramitar. La presencia de la policía capitalina no ahuyenta a los prestadores del servicio, aunque sí los hace tomar precauciones.
Son fáciles de identificar: traen gorras, jeans y playeras. Cuando son abordados, invitan a los posibles clientes a introducirse a un pasillo donde cotizan el trámite. Muchos prometen que en una hora entregan los documentos, pero “esos son los charlatanes”, dice Juan, un hombre que lleva 15 años trabajando en Santo Domingo.
Antes de llegar con la persona que puede gestionar el trámite, el coyote observa de pies a cabeza al posible cliente, para asegurarse de que no sea un policía vestido de civil.
Luego de varios segundos, realiza una señal con la mano y emite un silbido. Del otro lado de la calle surge de entre los locales de impresión un hombre robusto. Él es el único autorizado para proporcionar una cotización.
El jefe vigila con la mirada la entrada del inmueble y dice: “Te ofrezco el título, cédula profesional y tira de materias en 5 mil 500 pesos; sólo el título te lo dejo en 3 mil pesos, si quieres que te lo hagamos necesitamos una CURP, dos fotografías tamaño diploma y un adelanto para comenzar, anímate, te hacemos un buen trabajo, aquí a nadie se le engaña, aquí llevo más de 15 años, de aquí me sostengo”.
Del otro lado del patio está Miguel, un hombre de mediana edad que está a la espera de un certificado de bachillerato. Relata que acudió a este lugar a comprar el documento para que su hijo de 19 años, quien no concluyó sus estudios, pueda entrar a trabajar a una fábrica del Estado de México.
Narra que uno de sus amigos del trabajo le recomendó venir a Santo Domingo para hacer el “trabajito”, y no fue difícil: “Míreme, aquí estoy, sólo lo quiero para que mi hijo pueda trabajar”.
Juan regresa luego de cinco minutos con la cédula apócrifa. “Mira la profesionalidad, trae todos los logotipos y sellos de la SEP, es idéntica”. Eso sí, antes de sacarla se asegura de que nadie lo haya seguido. En este primer contacto intercambiamos números telefónicos y acordamos que en los siguientes días regresaría a hacer el trámite.
Luego de cuatro días sonó el celular. Era Juan, preguntando sobre mi interés por los documentos. Le confirmo que quiero hacer la compra.
La cita se realizó al mediodía. Cinco minutos antes llegué al lugar, elegí una mesa y me dispuse a esperarlo.
Poco después, Juan apareció. Volteaba a todos lados, se le veía nervioso. “¿Traes los papeles que te pedí?”, pregunta.
Asiento con la cabeza y comienzo a cuestionarlo sobre la entrega. “Si juntas todo el dinero, hoy mismo te lo hago”. Incrédulo, le pregunto a qué hora. “A las seis de la tarde, yo te hablo para decirte en dónde será”.
Trata de convencerme de que su trabajo es seguro y argumenta que lo respetan por su “seriedad a la hora de entregar”.
Luego de casi media hora de conversación, le entrego los documentos y un adelanto de mil 500 pesos. Antes de retirarnos toma el celular y hace una llamada para confirmar que tienen la documentación de la carrera en el Tecnológico de Monterrey. Pone el altavoz y contesta una mujer, a quien le confirma los datos que llevarán el título y la cédula.
Una hora antes de la cita acordada, Juan llamó al celular para fijar el lugar de la entrega.
Juan llegó, y sin decir palabras, abrió la mochila y me mostró el título, la cédula, la tira de calificaciones —con un promedio de nueve— y la credencial de elector.
“Soy derecho y no me gusta robarle a la gente, a esto me dedico, trabajo para gente que está bien conectada allá arriba”, dice mientras cuenta los 4 mil 500 pesos restantes. - (La Vanguardia)