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Según la mitología y los cuentos para niños, los vampiros mueren cuando se les clava una estaca en el corazón. Y la legislación antiinmigrante en Arizona es precisamente eso: una estaca punzante, afilada y mortífera. Pero en lugar de matar a una criatura de la noche, la gobernadora Jan Brewer ha acabado con la posibilidad de una reforma migratoria integral en Estados Unidos en este año. Arizona ha clavado una estaca en el corazón de algo que debía vivir y que muchos consideramos imperativo: una reforma capaz de sacar a los inmigrantes mexicanos de las tinieblas y colocarlos en el camino a la ciudadanía plena. Pero esa criatura incipiente acaba de ser colocada en un ataúd y sólo revivirá cuando Barack Obama esté dispuesto a usar tanto su cabeza como su corazón para sacarla de allí, asumiendo un liderazgo firme en favor de la legalización. Pero por el momento probablemente no lo hará.
Primero, porque como dice el dicho, no debes interrumpir a tu enemigo cuando se está destruyendo a sí mismo. Y al perseguir a los inmigrantes como lo está haciendo, el Partido Republicano comienza a suicidarse políticamente, aunque no lo entienda. La demografía corre en su contra ya que Estados Unidos se está volviendo un país cada vez más Hispano. Pero los Republicanos han optado por atizar el enojo anti-inmigrante de su base conservadora, como lo demuestra la retórica de Sarah Palin y los miembros del Tea Party Movement. En lugar de ampliar su coalición electoral, la están reduciendo. Como escribe el periodista Ron Brownstein en The National Journal, "el endurecimiento de los republicanos (en el tema migratorio) demuestra como el partido ha sido jalado hacia el 'nativismo' al mismo tiempo que su coalición se vuelve más monocromática".
Segundo, dado que Barack Obama entiende que el tema migratorio es divisorio y que al usarlo como lo están haciendo en Arizona, los republicanos juegan con fuego, el presidente puede esperar y ver cómo se queman. Arizona —paradójicamente— es un gran regalo para el inquilino de la Casa Blanca. El no quería empujar una reforma migratoria integral en este periodo y ahora no tendrá que hacerlo. Quienes argumentan que la ley aprobada será un "catalizador" y un "acicate" que obligará a Obama a actuar a favor de los inmigrantes no entienden cómo ha cambiado la dinámica política en los últimos días. Lo ocurrido en Arizona le permitirá a Obama y a los congresistas Demócratas salir en defensa de los inmigrantes sin verse obligados a hacer algo —legislativamente hablando— por ellos. Obama dirá que está comprometido con el tema, montará una contra-ofensiva judicial, distintos legisladores presentarán iniciativas parciales en el Congreso, y el Partido Demócrata se pronunciará —de manera apasionada— en defensa de los derechos de los mexicanos en Estados Unidos. Todos ellos aprovecharán la oportunidad para denostar a los Republicanos y exaltar a los mexicanos. Pero no instrumentarán una reforma ambiciosa a su favor. Arizona ha demostrado que ahora no conseguirían los votos Republicanos necesarios para algo así. Tercero, como lo dijo el propio Obama en una entrevista concedida la semana pasada, el Congreso estadounidense no tiene "apetito" para una reforma migratoria ahora. Al hablar así, Obama está reconociendo implícitamente que no va a empujar a los legisladores de su partido en este tema, en esta coyuntura. El seguramente sabe que para que haya una reforma migratoria de gran calado deben ocurrir tres cosas: 1) la economía estadounidense tiene que recuperarse lo suficente para que el desempleo baje a menos de 7 por ciento; 2) la población necesita sentir que Estados Unidos está en control de su frontera y que se han aplicado medidas efectivas de seguridad allí; 3) será indispensable crear un sistema de empleo y verificación en el cual los trabajadores mexicanos estén sujetos a los mismos derechos y obligaciones que sus contrapartes estadounidenses. En pocas palabras, no habrá reforma migratoria hasta que —de manera conjunta— Republicanos y Demócratas resuelvan los temas de recuperación económica, seguridad fronteriza y legalización y verificación del empleo.
Mientras tanto, la estaca está allí, clavada en Arizona por la derecha del Partido Republicano que prefiere odiar mexicanos, antes que conseguir electores. Es una estaca que va a exacerbar las tensiones sociales y políticas que Arizona evidenció y removerla eventualmente será una tarea difícil pero indispensable para un presidente descrito en la biografía magistral de David Remnick —The Bridge: The Life and Rise of Barack Obama— como "un intérprete que puede explicar un lado al otro". Un presidente que representa la diversidad misma de la vida estadounidense: multi-racial, multi-lingual, inmigrante, caleidoscópica. Un hombre que para ser consistente con su discurso, con sus promesas de campaña y con su propia historia, deberá quitar la estaca de la división y usar ese pedazo de madera para iniciar la construcción de un puente, por el cual puedan caminar los inmigrantes mexicanos también.