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"Qué nos une" en vez de "qué nos divide", es la búsqueda para estos tiempos de división, violencia y guerras. Meta y objetivo son iguales para todos: Una vida plena, que incluya felicidad, paz y armonía. ¿Quién pide algo más?
Los prejuicios —voz interior de nuestra historia, obligación egocéntrica de apegarnos a ella como la imagen que da forma a nuestra identidad— son el principio de la división y separación de unos con otros. "Tú no eres como yo", eres diferente. Nuestras diferencias crean una barrera invisible pero más solida una muralla de acero y roca. Cuando "nos hacemos" diferentes unos a otros nos invitamos a pensar que uno está bien y el otro mal: nos dividimos y creemos que tenemos derecho a criticar o a hablar de "lo mal" que está el otro con el objeto de afirmar "lo bien" que estoy yo. Afirmar nuestras diferencias nos divide. Esto no es lo más malo: lo peor es cuando nuestras diferencias nos llevan a creer que tenemos derecho a destruir al otro. Entonces surge la violencia y la guerra: El mal en toda su expresión.
En términos elementales y simples podemos poner un ejemplo: yo como tacos que son saludables, y tú comes hamburguesas que son malas para la salud. O yo como hamburguesas porque son un alimento completo y tú comes tacos con grasa de cerdo que obstruye las arterias. ¿Quién tiene la razón? Ambos alimentos tienen sus pros y sus contras. Tal vez ambos comemos tacos y hamburguesas y, si somos tolerantes y respetuosos, al probar las dos cosas, en la variedad podremos inventar el "tacoburguer vegetariano", más saludable para todos. Sin respeto y tolerancia en el camino a desarrollar lo mejor de nosotros mismos nos habremos hecho mucho daño. ¿Cuál es la necesidad?
El respeto y la tolerancia son los valores esenciales para la convivencia y la posibilidad de coexistir y relacionarnos. Compartir y disfrutar "las diferencias" es el valor que enriquece la vida y nos permite la posibilidad de crear las situaciones necesarias para el perfeccionamiento de nosotros mismos como seres humanos, como especie.
Nuestras creencias religiosas y espirituales han sido la fuente de ruptura que ha creado mayores divisiones, conflictos, violencia y guerra en la historia de la humanidad. ¿Que diría cualquier dios al respecto esto? Lo importante es la esencia de todas las tradiciones religiosas. Todas las creencias comparten la necesidad de establecer una relación con la Divinidad y describen caminos para alcanzar esa meta común y compartida. Estos caminos se manifiestan en rituales diferentes, formas diferentes de devoción y práctica religiosa. Pero la esencia es la misma: el contacto con la Divinidad. Algunos vemos a Dios como Padre y Madre, como Amigo, con cuerpo o sin cuerpo, o en forma simbólica de Paloma, como el Espíritu Divino. Lo describimos como la Luz del Mundo, como Amor Puro, como el Bien Universal, Consciencia Infinita. En general, Dios es para todos, la Entidad Perfecta.
Analicemos qué tenemos en común y haciendo uso de los valores de respeto y tolerancia, posiblemente podremos emprender la construcción de un mejor futuro para nosotros mismos y para nuestros hijos. Dando lo mejor de nosotros mismos, con toda la sabiduría acumulada en la historia de la humanidad, podremos encontrar una comprensión completa de nosotros mismos y de la Verdad Universal.