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Se dice que tener un nivel de colesterol total superior a 200 es desaconsejable y que llegar a niveles de colesterol total superiores a 240 significa un alto riesgo de sufrir un ataque cardíaco.
Bien, imaginemos que un presunto "analista de la salud" anuncia que los problemas que millones de personas en el mundo tienen por su colesterol alto tienen un remedio sencillo e inmediato. ¿Cuál? ¡Subir los umbrales a partir de los cuales deba considerarse riesgoso el colesterol total en la sangre!
Es un disparate, obvio. Pero hay quienes proponen, con gran solemnidad, disparates similares en el ámbito de la economía. Por ejemplo, elevar los objetivos de inflación que los bancos centrales buscan sería, para estos "genios", un remedio instantáneo para que dichos bancos centrales cumpliesen sus objetivos sin incurrir en "costos significativos".
Cito: "...los bancos centrales deberían tomar en cuenta distorsiones de mercado a fin de determinar sus objetivos inflacionarios apropiados" (Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody's Economy.com). ¿Objetivos "apropiados" para qué? Deben ser apropiados para hacer chapuzas, porque para combatir la inflación es claro que no servirían tales objetivos veleidosos, cambiantes.
Esa sugerencia es equivalente a proclamar que un método adecuado para combatir la fiebre es romper los termómetros, o a decir que, al considerar la afición del paciente a los "bifes de chorizo", a los mariscos y a los huevos estrellados, el paciente debería fijarse una meta "menos ambiciosa" para su colesterol total en sangre – digamos, de 350 a 400-; una meta "consistente con su realidad".
Por supuesto que hay muchos factores – en todas las economías del mundo- que propician presiones inflacionarias y que no está en manos de los bancos centrales combatir con instrumentos de política monetaria: falta de competencia en los mercados, falsa apertura comercial, intervencionismo del Estado en la economía fijando precios o concertándolos, prácticas oligopólicas, choques de oferta...Pero la tarea de los bancos centrales es propiciar la estabilidad de los precios, no solapar las ineficiencias estructurales de una economía.
Supongamos, sin conceder, que en determinadas circunstancias una política monetaria responsable implica "costos" que algunos no desean pagar; si no se desea incurrir en tales "costos" háganse entonces las reformas estructurales que requiere esa economía, en lugar de proponer la irresponsabilidad monetaria como política. Si la fiebre es síntoma de una enfermedad estructural, ¿qué clase de médico es el que se limita a romper el termómetro en lugar de atacar la enfermedad que origina la fiebre?
Para seguir con la analogía: los bancos centrales combaten la fiebre (digamos que son antipiréticos); a los gobiernos, incluidos los legisladores, corresponde combatir la enfermedad de origen (con antibióticos, por ejemplo, si se trata de una infección bacteriana) y a los analistas debería corresponder hacer diagnósticos y proponer soluciones un poquito más serias que ésa de romper los termómetros.
Síntoma claro del subdesarrollo perpetuo: cuando la única diferencia entre un "experto" y un chapucero común es que el primero estudió un doctorado para aprender diez formas rebuscadas de decir "no se puede" y, así, no cumplir con su trabajo.
Etiquetas: banco central, calificadoras de valores, expertos instantáneos, inflación, Semana inglesa, subdesarrollo
entrada de Ricardo Medina Macías a las viernes, marzo 19, 2010 3 comentarios
domingo 7 de febrero de 2010
La responsabilidad fiscal sí paga...y paga bien
¿Por qué se han ensombrecido en los últimos días las perspectivas de una recuperación económica mundial, en especial en Europa? Por algo que, desde el inicio de la crisis, era previsible: La desastrosa situación fiscal de los países de la "Europa periférica" (persiste en esa denominación, desempolvada en estos días, un dejo de desprecio y arrogancia, aquella vieja conseja de que la auténtica Europa "comienza en los Pirineos"), el conjunto de los "PIIGS" (en inglés: Portugal, Italy, Ireland, Greece, Spain). Ya vemos que no sólo existen los "BRIC" (Brasil, Rusia, India, China).
La preocupación acerca del futuro económico de esos países, en especial de Grecia y de España, está más que justificada. Basta ver sus balances fiscales, sus cifras de desempleo, la persistente caída de sus indicadores de producción. El riesgo para los mercados se llama insolvencia. Con algo de exageración podríamos decir que tales países, hace unos años orgullosos nuevos miembros de la Unión Europea, se han "agentinizado" a paso veloz, teniendo como telón de fondo la crisis global. Claro que los déficit fiscales de Estados Unidos y de la Gran Bretaña también son impresentables, pero nadie en los mercados pensaría que esas dos grandes naciones incurrirían en la insolvencia (no sólo cuenta el tamaño, también cuenta la reputación histórica y la hegemonía monetaria en el caso de Estados Unidos).
En este contexto, México y su gobierno federal deberían estar presumiendo, con razón y orgullo, que la responsabilidad fiscal sostenida contra viento y marea en medio de las solicitaciones de la crisis (¿ya se nos olvidaron todas las voces que exigían un mayor déficit fiscal porque esa era la receta indicada para combatir la recesión?, ¿ya se nos olvidaron las jactanciosas criticas de que era un disparate proponer reformas tributarias en medio de la crisis?), ha dado excelentes resultados: La recuperación económica no parece estar en riesgo en México - aun cuando dependa tanto de la demanda por productos manufactureros en Estados Unidos- y eso lo están sancionando los mercados: El "riesgo país" de los muy endeudados se dispara francamente, como les ha sucedido a Grecia y España, mientras que las perspectivas para México son promisorias.
Todo esto está muy bien y lo saben quienes lo deben de saber. Lo que me intriga es por qué, cuando hay un auténtico logro para presumir y defender, el gobierno federal tiende a quedarse callado o a esconder la cabeza. Lo digo porque la semana que acaba de terminar, y para no perder la costumbre, algunos medios de comunicación (específicamente el periódico "Reforma"), algunos comentaristas despistados y hasta uno que otro legislador del PRI acusaron al gobierno federal de haber "mentido" o "exagerado" acerca de la magnitud del golpe fiscal (caída de los ingresos públicos) que tuvo que enfrentarse en 2009. El argumento, si puede llamársele así, es tan torpe como perverso: "Si había un boquete tan grande, preguntan, ¿por qué no cerramos el año de 2009 con un gran déficit fiscal? ". Es decir: Ahora resulta que es "malo" que no estemos tan mal como los tristemente famosos países PIIGS. Y también fue malo que, de manera previsora, el gobierno contase con fondos contingentes que le permitieron subsanar el golpe fiscal.
Los números son contundentes.
En la columna de la reducción de ingresos deben anotarse:
Disminución de ingresos petroleros: 143,129 millones de pesos
Disminución en la recaudación tributaria no petrolera: 136,202 millones de pesos
Disminución de ingresos de entidades públicas sujetas a control presupuestal: 24,540 millones de pesos
Lo que da un total de 303,871 millones de pesos.
Que se compensaron oportunamente con:
Remanente de operación de Banco de México entregado al gobierno federal: 95,000 millones de pesos
Recursos de fondos de estabilización (¡para eso son!): 82,927 millones de pesos
Coberturas del precio del petróleo (contratadas ¡oportuna e inteligentemente! en 2008): 64,404 millones de pesos
Excedentes de dependencias federales (algunos productos de recortes al gasto): 21,035 millones de pesos
Fondos de inversión de dependencias: 16,191
Otros (también algunos recortes de gastos): 24,313
Lo que da un total de: 303, 870 millones de pesos.
Si esto no es para presumirlo, o al menos para defenderlo, como ejemplo de un buen manejo fiscal en tiempos extremadamente difíciles, me pregunto qué sí lo es.