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MEXICO, D.F., 17 de diciembre.- El accidente en el que se vio envuelto esta madrugada el delegado en Iztapalapa, el perredista Jesús Valencia, abre una serie de interrogantes sobre el comportamiento y el uso de los recursos públicos que hacen los funcionarios capitalinos, nos comentan.
Nos hacen notar que el político que gobierna una de las zonas más populares y pobres de la ciudad de México no vive en esa demarcación, sino en una zona residencial, y que utiliza un vehículo blindado que puede superar el millón de pesos, todo depende del nivel de blindaje.
Pero lo verdaderamente grave es el número de contradicciones en las que incurrió don Jesús y su equipo para justificar el incidente:
Valencia ha señalado que regresaba de una fiesta y que no se ha comprobado que estuviera en estado de ebriedad. Su equipo dio la versión de que estaba cansado, con resfriado y bajo tratamiento médico.
Otras más de las versiones aseguran que utilizaba una aplicación de su teléfono móvil, al momento de la colisión contra un vehículo estacionado.
Las imágenes de la camioneta del delegado dan cuenta del fuerte impacto y la volcadura, situación que hace presumir que iba a alta velocidad, nos comentan.
Lo cuestionable es que no se puede saber qué ocurrió, pues las autoridades del D.F. no han dicho si tomaron conocimiento del siniestro, si el delegado fue trasladado al hospital en una ambulancia, si el perredista había bebido, si va a pagar una multa o si se hará cargo de los daños.
Eso sucedería en cualquier caso de un ciudadano común. Claro está, si este ciudadano no fuera delegado político y del PRD. (El Universal)