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México, D.F., 16 de diciembre de 2014.- La situación actual de la República es infinitamente peor que antes, nuestra moneda se encuentra depreciada en el extranjero, el hambre y la miseria amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada Patria, recordó la senadora Rosa Adriana Díaz Lizama ante el presidente Enrique Peña Nieto al leer el histórico discurso del doctor Belisario Domínguez contra Victoriano Huerta en 1913.
Durante la ceremonia en la que el Senado entregó la Medalla Belisario Domínguez al escritor Eraclio Zepeda Ramos, la secretaria de la Mesa Directiva tuvo a su cargo leer en tribuna la Proclama de Belisario Domínguez, con el presidente Enrique Peña Nieto como testigo.
El discurso del senador chiapaneco, que le acabó costando la vida, fue pronunciado el 23 de septiembre de 1913 y condena los asesinatos de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, denuncia la usurpación de la Presidencia de Victoriano Huerta, el estado de violencia que vivía el país en ese momento y pide a los legisladores que lo depongan. Desde hace algunos años, es tradición que se lea este discurso durante la entrega de la Medalla, considerada la distinción más alta que entrega el Senado.
—Los miembros del Congreso son hombres ilustrados que se ocupan de política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados. Es hora de corresponder a la confianza de la Patria, decir la verdad y no dejarla caer en el abismo que abre a sus pies —leyó Rosa Adriana Díaz.
—Para los espíritus débiles, parece que nuestra ruina es inevitable —rememoró la legisladora federal—. Sin embargo, señores, un supremo esfuerzo puede salvarlo todo.
—Me dirán que la tentativa es peligrosa porque don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz que asesina sin vacilaciones ni escrúpulos a todo aquel que le sirve de obstáculo. ¡No importa, señores! La Patria les exige que cumplan con vuestro deber.
—La Representación Nacional debe deponer de la Presidencia de la República a don Victoriano Huerta. Cumpla con su deber la Representación Nacional y la Patria está salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca.
—Penetrad en vosotros mismos, señores y resolved esta pregunta: ¿Qué se diría de la tripulación de una gran nave que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a un carnicero que sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco?
—El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso y la Patria espera que la honraréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario a un traidor y asesino.
—Vuestro deber es imprescindible, señores, y la Patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo.