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Por chueco o derecho que esté, el proceso electoral es, hasta ahora, la mejor manera de conocer y de medir la voluntad ciudadana, de conocer el juicio de la sociedad sobre el desempeño de los representantes populares. Y tal parece que el presidente Calderón no acepta estos criterios.
Si algo quedó claro con los resultados de la pasada elección es que la preocupación de las y de los mexicanos por la situación económica que enfrentamos es mayor que por la “guerra contra el narco”. Lejos de votar en respaldo del presidente Calderón y del rumbo que mantiene el país bajo su mandato, que era la bandera del PAN, el electorado hizo saber que quiere otro rumbo, otra actitud de parte de nuestros gobernantes.
La expresión del descontento ciudadano fue clara, clarísima. La sociedad está harta del DESGOBIERNO, de la falta de autoridad en todos los renglones de la vida pública. México reclama un plan económico a la altura de la crisis que enfrentamos. México siente nostalgia por los “gobiernos fuertes” porque resiente la falta de proyecto y de mando.
Pese a la claridad y a la fuerza de las sentencias populares que representan los resultados electorales del domingo 5 de julio, el presidente Calderón sigue entrampado en el mismo discurso y en la misma tarea, dedicado en cuerpo y alma a combatir el narcotráfico, ajeno por completo a la crisis de la economía y del empleo, a la situación catastrófica que ya empezaron a resentir las finanzas públicas.
El discurso presidencial es el mismo, y la actitud del presidente Calderón ante los problemas del país es la misma. Ahí se está metiendo, otra vez, en la sucesión de Germán Martínez, apoyando ahora a un político “de probeta” recién salido del KINDERGABINETE de Los Pinos. La recesión económica ya ligó su cuarto trimestre y, lejos de haberse cumplido siquiera con la fase inicial del Plan de Defensa del Empleo y de la Economía, las cuentas gubernamentales reportan subejercicio en casi todos los sectores y el anunciadísimo Programa de Construcción de Infra-estructura se ahogó en el imaginario Puerto Colonet o se perdió en los barbechos de la ruta Mazatlán-Tampico, nunca iniciada.
El AUTISMO POLÍTICO demostrado por el presidente Calderón ha resultado muy costoso a México y, de no corregirse el rumbo (Y LA ACTITUD PRESIDENCIAL) se pondrá el riesgo la GOBERNABILIDAD DE MÉXICO, que no es otra cosa que el orden institucional, la estabilidad política, lo que estudiosos modernos llaman LA GOBERNANZA.
De ese tamaño es el riesgo al que nos conduce el presidente Calderón.