550 palabras
Cuando una sociedad no puede, o no quiere mirar su contexto, está inevitablemente condenada a vivir un oscurantismo que recae en un prolongado retroceso en todos los sentidos. Después de vivir el estilo de gobierno de Ortega Pacheco en donde todo pende de un hilo, surge la pregunta sobre qué nos está dejando este gobierno en términos reales.De entrada, se sabe de una deuda millonaria que si se tradujera en obras a la vista de todos posiblemente estaría justificada, pero cuando se dice que estamos endrogados y no se ve en qué, rápidamente se desdibuja esta gestión y surgen más críticas que elogios.
Se habla de obras faraónicas pero después de casi tres años de gobierno no se tiene claro el destino de muchas de ellas. Incluso, de manera tramposa, se mencionan éxitos gubernamentales pero si se analiza a fondo dichos logros uno se daría cuenta que son obras compartidas con el gobierno federal o en el peor de los casos edificadas por la federación.
Este gobierno le falta al respeto a sus ciudadanos desde el momento en que le cuesta tanto trabajo dar cifras sobre sus actos. Números que arrojen la certeza de cómo se gasta el dinero y en qué. El mejor ejemplo de esta práctica se lo llevan los conciertos en Chichén Itzá, en donde es un secreto de estado los montos erogados para dichos eventos y las respectivas ganancias o pérdidas.
Y así abundan los casos en donde no existe la voluntad del Ejecutivo para dar certeza de sus actos. Para esta administración Yucatán es sinónimo de un feudo en donde el poder lo ejerce una mujer a quien no le interesa explicar el por qué de sus decisiones y mucho menos sostener un diálogo con los sectores de la sociedad para analizar la viabilidad de sus actos. Aquí se hace lo que ella dice y ya.
En Yucatán sólo predomina la visión de una mujer que ha dejado ver su lado más pobre al verse seducida por el mundo de la farándula y en donde queda claro que la gobernadora sería feliz sí ella fuera la conductora de un programa de espectáculos y no titular de un gobierno.
Pero ella no está sola, por el contrario, está rodeada de un séquito que hacen que todo lo que gire alrededor de ella sea perfecto. Un equipo de trabajo que seguramente pasa horas y noches ideando la forma de presentar una realidad que no se ajusta a lo que está pasando en Yucatán.
Entonces si quitamos la fiesta, los llantos, los gritos y la prensa a modo, elementos que tanto han caracterizado al gobierno de Ortega Pacheco, nos vamos a encontrar un mundo hueco, sin rumbo, con la terrible herencia de haber dejado pasar 3 años sin ningún resultado que valga la pena.
Tiempo perdido que nos lleva al círculo vicioso de depositar nuestras esperanzas a un nuevo gobierno que “ahora sí” haga algo por la gente.