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Guadalajara (19 de noviembre).- Ser estudiante es un delito. Ser estudiante de una normal rural es aún más grave. Y ser estudiante de la Escuela Normal de Ayotzinapa se paga con la vida.
Así lo recuerdan los jóvenes sobrevivientes del 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, el día en que se llevaron a sus compañeros. A su lado están los padres de familia que rezan todos los días para que aparezcan. Aguardan allí, silentes, escuchando una y otra vez la historia de cómo los policías municipales dejaron caer una lluvia de balas sobre sus hijos y desde entonces nada se sabe del paradero de 43 estudiantes.
“No le tenemos miedo al Gobierno, tenemos miedo al silencio de todos ustedes, y por eso estamos recorriendo el país”, dice Felipe de la Cruz, representante de los padres de familia que buscan a los desaparecidos.
“No nos sirve quitar a Enrique Peña Nieto, sino que lo que urge en este país es cambiar el sistema”, agregó durante el encuentro que la brigada nacional de Justicia para Ayotzinapa tuvo con la sociedad civil jalisciense en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).
Las expresiones de hartazgo y de dolor se repitieron durante todo el paso de la caravana por Jalisco. Venían de visitar Chihuahua y Zacatecas, y apresuraban el paso porque ayer mismo por la noche viajarían a Michoacán.
“Estamos viviendo una pesadilla. El Gobierno no nos quiere regresar a nuestros hijos. Y nosotros sabemos que el Gobierno se los llevó: y él tendrá que regresarlos”, dijo Epifanio Álvarez, padre de Jorge Álvarez Nava, uno de los chicos desaparecidos.
Allí, ardieron 43 antorchas que luego se hicieron una sola. La gran fogata iluminó sus rostros, pero el calor que cobijó a la comitiva de 10 padres de familia y 90 estudiantes de Ayotzinapa provenía de las consignas que gritaron los simpatizantes: “¡No están solos!”.- (Agencias)