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MEXICO, D.F., 22 de noviembre.– El 26 de septiembre pasado, estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, arribaron al municipio de Iguala a bordo de camiones turísticos para realizar un boteo en la ciudad.
Los padres de los 43 normalistas, en el Zócalo capitalino gritan: "¡Hasta encontrarlos!".
A su arribo a la localidad guerrerense, los normalistas fueron atacados a balazos por policías municipales de Cocula e Iguala.
Durante los ataques de esa noche murieron seis personas, entre ellas tres normalistas, y otros 43 habrían sido entregados a integrantes del grupo criminal Guerreros Unidos por orden del ex Alcalde de esa ciudad, José Luis Abarca Velázquez, de acuerdo con la versión que dio a conocer la Procuraduría General de la República (PGR).
Al día siguiente, diversos medios de comunicación locales y nacionales daban cuenta de “una noche violenta en Iguala”. Sin embargo, al transcurso de los días los compañeros y familiares de los normalistas desaparecidos comenzaron a hacer un llamado nacional, que pronto hizo eco a nivel internacional para exigir a las autoridades estatales y Federal la presentación con vida de los estudiantes.
Siete días después, una comisión de los padres de los 43 arribó a la Ciudad de México para exigir al Gobierno Federal que interviniera en las investigaciones y les diera información sobre el paradero de sus hijos.
Cobijados por miles de ciudadanos, los familiares y compañeros de los 43 normalistas desaparecidos y de los tres asesinados han llenado las calles del país y de decenas de ciudades alrededor del mundo con un mismo clamor: "¡Justicia para Ayotzinapa!".
Las fotografías de los 43 jóvenes han recorrido miles de kilómetros y han sido iluminadas con miles de veladoras; sus nombres se han vuelto consignas en las gargantas de todas las personas que se han solidarizado con su causa.
En algún momento los padres de los 43 hijos que hoy faltan a México pidieron al país “mantener la ira”, y en respuesta cientos de estudiantes de todas los niveles educativos, de trabajadores, de activistas y también de otros padres y madres gritaron con más indignación: "¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!".
Las manifestaciones fueron subiendo de tono; en algunas se presentaron enfrentamientos, golpes, incendios: A las peticiones se sumó la de "¡Fuera [Enrique] Peña [Nieto]!" para pedir la renuncia del Presidente la República.
En medio de un contexto de manifestaciones que finalizan con violencia, de detenciones arbitrarias –al menos 18 personas aprehendidas, entre ellas dos niños, luego de la marcha que derivó en la quema de la puerta principal del Palacio Nacional el pasado 8 de noviembre, según organizaciones de Derechos Humanos– y con la advertencia de que el Estado está facultado para utilizar la fuerza “cuando se ha agotado cualquier otro mecanismos para restablecer el orden”, el jueves pasado miles respondieron al llamado del Paro Nacional para exigir la presentación con vida de los estudiantes de Ayotzinapa.
Nuevamente miles de personas llenaron ambos carriles de Paseo de la Reforma y de Eje Central, en el D.F., cuidando sus contingentes para “que ningún infiltrado entre”, e invitando a los manifestantes a marchar con el rostro descubierto, acompañaron a los padres de los 43 que llegaban a la Ciudad de México en tres caravanas que habían recorrido varios Estados del país de Norte a Sur.
A 59 días de su desaparición, los familiares aún creen que están vivos y exigen su presentación.
Dicen estar cansados –como la mayoría de la sociedad mexicana– de la corrupción, impunidad y cinismo de los representantes del Gobierno. “No vamos a descansar hasta encontrarlos”, advirtió un padre de los normalistas sobre el templete del Zócalo capitalino, donde cientos de voces corearon: "¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!" y "¡Fuera Peña!". (SinEmbargo)