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Opinión desde Mérida, Yucatán
Que si los políticos son ladrones; que si los empresarios son explotadores; que si los empleados son flojos y deshonestos; que si los maestros no tienen interés en enseñar; que si el humano ha hecho de sus capacidades el peor uso que nos podríamos imaginar.
Me quedo con esta última.
Es cierto.
El humano ha hecho de sus capacidades una soberana porquería.
El humano salió como un producto evolucionado con el cerebro con la más alta densidad de neuronas por milímetro cúbico. Esa capacidad intelectual que tiene el humano es producto de la gigantesca cantidad de neuronas con que su cerebro está copado.
Todos los demás mamíferos que tienen cerebros más grandes, realmente, lo que no tienen es la altísima densidad de neuronas por milímetro cúbico del humano.
De los 220,000 años que tenemos los humanos de estar sobre la faz del planeta tierra —y esto es muy importante, porque hay que entender que la especie Homo sapiens sapiens apareció hace relativamente poco— solo 10,000 años hemos vivido del método de producción que llamamos Agricultura.
Este método de producción es la base para todo lo que hemos progresado (?) durante estos últimos 10,000 años.
Es el tiempo durante el cual hemos levantado lo que orgullosamente llamamos civilizaciones.
También es el tiempo durante el cual hemos tenido las guerras más crueles, destructivas y sangrientas que ninguna otra especie jamás haya tenido.
Hemos inventado métodos para hacer sufrir a los que no aceptan las reglas de la civilización.
Y hoy estamos llegando al colmo, al clímax de la irracionalidad, al máximo de la brutalidad impuesta sistemáticamente para que la vida sea un evento deleznable para la gran mayoría de las personas que aparecen en ella.
Y en el fondo de todo ello está el afán desmedido que hemos interconstruído en las estructuras de nuestros sistemas socio-culturales: ganar más y más dinero.
Todo empieza cuando surge la agricultura. El trueque inicial es muy sencillo: el productor aporta la comida, los demás aportan lo que el productor necesite para que la producción de comida funcione bien. Todos se benefician. Pero luego viene el afán de sacarle más al servicio que se da.
El militar intercambia protección con el agricultor y cobra por estar vigilando. Otros cobran por hacer arte. El militar pertenece al dueño de la tierra, que el agricultor trabaja. De ser poseedor, el agricultor se convierte en poseído: es propiedad del Señor Feudal, del dueño de la tierra, que le da protección para que sus cultivos no sean invadidos (por otros señores feudales que también quieren lo que los demás tienen; o más, sencillamente).
Por lo menos ese arreglo tenía por fondo la protección de lo que es necesario para que la gente subsista: el alimento.
Hoy, el señor feudal no genera nada. Solo busca la manera de hacer que más y más dinero del que se genera, se quede bajo su poder en cuentas bancarias, que solo llevan números.
Lo que se produce, no busca aportar beneficio, sino generar utilidades: esto es, quedarse con la mayor cantidad posible de unidades monetarias por cada unidad de producto o servicio aportado.
Surgen los servicios de la nada: no aportan nada, solo la idea de que si lo tienes, ya estás seguro.
Se inventa una tecnología que debió haber servido para que el humano esté comunicado —como lo está hoy, en efecto— pero se convierte en negocio: la sociedad no aprovecha las tecnologías nuevas para que la vida en general sea mejor, sino solo se le permite, al humano común y corriente, darle una vista superficial, pagando por aire.
Hasta así le llaman: tiempo aire. Sí, es cierto, han asentado celdas repetidoras por todos lados. Nos hacemos esta pregunta: ¿habiendo los gobiernos de todas las naciones invertido en cosas tan estúpidas —como armamento— por qué no adoptaron todas las sociedades los medios de comunicación inalámbrica celular para beneficio colectivo? Hoy, no hay una sola familia que no tenga que enviar cientos de unidades monetarias mensuales a los conquistadores de la venta de aire.
¡Claro que no saben! Los negocios no deberían existir.
Estamos mal. Necesitamos que alguien nos pague para que hagamos algo ú Vendedores de “tiempo” y de “aire”: exactamente todo lo que es propiedad de todos los humanos; es indivisible y nadie puede cobrar por ello.
¡Falso de toda falsedad! No es así la cosa. No necesitamos que alguien nos pague, no, para nada. Estamos educados, programados culturalmente, para vendernos al mejor postor y solo ofrecer aquello que tiene demanda.
Vendedores de tiempo y aire Empresas que solo venden tiempo y aire, dos bienes que son, indiscutiblemente patrimonio del ser humano. ¿Cómo es posible que ahora se tenga que pagar por ello? La oferta de bienes y servicio, por lo tanto, está ligada a una demanda que está, a su vez, supeditada a la programación socio-cultural. ¿En dónde termina la tontería?
¡No termina! Sigue y sigue sin final, para siempre —a menos que le pongamos un Alto, un Hasta Aquí.
Y eso —ponerle un alto— solo lo podemos hacer nosotros, los humanos. Nadie va a venir del espacio exterior o de otra dimensión —del cielo o del interior del planeta— a entregarnos la fórmula mágica de la salvación de nosotros mismos.
Tú tienes el poder para que las cosas cambien.
Y tu deber comienza, cuando descubres tu poder, enseñar a otros a verlo.
O cambiamos o pronto la vida será lo peor que le pueda pasar a un ser consciente.