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Artículo periodístico escrito en Mérida de Yucatán, en México, el día 18 de febrero de 2017
Que cada quien piense lo que desee; esa es la libertad que demanda la especie humana hoy en día. Nadie quiere que se le dicte cómo debe pensar, en qué debe creer.
Durante muchos años, la gente debió tener mucho cuidado de hablar en voz alta lo que pensaba sobre las cosas. El asunto era bien delicado. Las personas podían ser legalmente procesadas y quemadas en una hoguera si se les oía decir algo de lo que no estaba permitido.
Hoy, en febrero de 2017, las cosas son muy diferentes. Desde hace unos 100 años o más, desde las reformas de Lutero —o reformas similares que podrían haberse dado en diferentes lugares del mundo— ha habido una tendencia a que la gente luche para que pueda pensar, creer y decir lo que le venga en gana.
Hoy quedan algunas, que tienen centros en el mundo que son, supuertamente, los lugares desde los cuales, personas especializadas en sus temas —en este caso, sus religiones— son las únicas autorizadas a determinar cómo pueden pensar los que quieran pertencer a las iglesias o religiones organizadas.
Básicamente encontramos estos tipos de religiones o creencias en el mundo, del tipo organizadas:
Pero dentro de estos grupos nos vamos a encontrar también tendencias internas. México y el entorno en donde esto está siendo escrito, normalmente ha sido de los que dicen pertenecer a alguna forma del Cristianismo. Los Musulmanes llegaron hace relativamente poco y casi no hay de los demás.
Eso sí, en este región hay muchas sectas cristianas de diferentes denominaciones como:
Los judios y los musulmanes deben tener también sus divisiones y sabemos que los budistas y los otros, también abundan con respecto a tendencias religiosas.
Hoy, en una reunión social cualquiera, vas a escuchar que muchas personas van a comenzar su declaración de postura religiosa con estas palabras:
“Yo creo en esto, pero no creo en aquello, aunque sí puedo aceptar quizás esto otro, pero no eso…”
Con esa simple declaración ya confesó que no está de acuerdo con algunas cosas que, por ejemplo, la Iglesia Católica Romana, considera lo que ellos llaman Dogma de Fe; según los cánones de esa iglesia, negar algún dogma de esos considerados De Fe es razón suficiente para no poder pertenecer a la institución.
Esto hace que la persona quede fuera de esa institución, sin que exista aún otra a la cual sí pueda pertenecer.
Así vemos deambulando por la vida a personas que no están totalmente de acuerdo con lo que es obligatorio creer en sus religiones institucionales.
¿Cómo son los demás cristianos en este aspecto? Es decir, los demás, por ejemplo, los Testigos de Jehová, ¿obedecen ciegamente todo lo que institucionalmente se les dice que deben obedecer?
¿Y qué hay con los evangélicos y los presbiterianos?
Sabemos que los musulmanes tienen fuertes divisiones con nombres diferentes por las creencias que tienen.
Está clara la disyuntiva: o se es o no se es. O se es católico romano o no se es. O se es musulmán o no se es.
Pero no es eso lo que pide la gente hoy en día. La gente quiere creer lo que crea que es creíble y esto es diferente en cada caso individual. Pueden haber, en una reunión, algunos que crean encontrar puntos comunes entre lo que oyen que otros dicen y lo que ellos creen.
Lo importante es que cada quien pueda decir —sin consecuencias— lo que sea que le venga en gana con respecto a lo que cree y lo que no cree.
Pero no siempre es posible mantener a la gente en ese nivel de libertad de creencia. Por ejemplo, hoy, si alguien dice:
“Pues yo creo que la tierra es plana y no redonda…”
Alguien —si es que no todos al mismo tiempo— van a acudir a ayudarlo; quizás hasta organicen una colecta para llevarlo a la escuela primaria. La cuestión es que es imposible que slguien crea que la tierra es plana.
Otra saldrá por allí que dirá:
“Pues yo creo que la tierra, nuestro mundo, es el centro del universo…”
Y obvio, alguien le dirá que eso ya se estudiò y se sabe que ni siquiera nuestro sol es el centro, pero ni de la galaxia.
En otros tiempos, decir lo que hoy todos saben, podría haberse considerado lo más peligroso; decir lo contrario de lo que hoy se sabe, era lo normal.
Luego entonces, es obvio que la gente podría ser respetada si cree lo que le dé la gana con respecto a cuestiones religiosas o políticas, pero la sociedad, en una forma u otra, establece ya que ciertas cosas no son asunto de “creer” o “no creer”, sino simples asuntos que se espera que todos sepamos.
Sin embargo, aún hoy en día es factible que quien cree que la tierra es plana o que la tierra es el centro del universo, le pregunte al que afirma que la tierra es redonda y no es el centro del universo, ¡que lo pruebe!
Y es aquí, al llegar a este punto que nos damos cuenta de que una gran cantidad de cosas que creemos —y decimos que sabemos— no las podríamos comprobar tan fácilmente; recurriríamos a libros. Y eso, ¿qué significa? Sencillo, que hay cosas acerca de las cuales se puede discutir la opinión y hay cosas acerca de las cualels, decir que se cree que es así porque así le da la gana, ¡no tienen ningún sentido!
La llamada “libertad de pensamiento” tiene límites; están enmarcados —los pensamientos libres— cuando se tocan cuestiones que la gente sabe porque otros las han comprobado y las comprobaciones de esos otros han sido aceptadas por los demás.
¿Cómo se puede saber si algo está sujeto a discusión o no?
Por ejemplo, ¿quién tiene razón, el que dice que NO EXISTE el cambio climático o el que afirma que ES UN HECHO el cambio climático? 98% de los científicos del mundo afirman que el cambio climático es un hecho comprobable. Pero, pues, cuando por allí, en los años 1400 alguien dijo que la tierra era redonda, 100% de los escolásticos —de los monasterios— que eran los que corresponderían hoy a la “clase” de los científicos, decían que no, que la tierra era plana.
Ah, es que algo muy importante ha cambiado desde aquellos tiempos hasta hoy. Y ese “algo” es el hecho de que ya existe una clase científica, porque hoy ya se ha definido con mucho cuidado lo que significa el método científico.
Ese método (el científico) no existía cuando el conocimiento de las cosas se había convertido en asunto de fe; es decir, el individuo tenía autorización de creer solo aquello que le permitiera su iglesia.
Hoy tenemos un conocimiento de hechos que no son discutibles. Son hechos comprobados por la llamada Comunidad Científica Internacional, que se ha desligado de intereses políticos, religiosos o económicos.
Lo que se afirme —aparentando con el uso del método científico— solo porque conviene así a alguna religión, a algún partido político o alguna empresa por razones económicas, deja de ser creíble.
Solo es creíble lo que afirma la comunidad científica que no tiene:
Si lo que se afirma está, en alguna forma, vinculado a intereses de alguno de esos 3 tipos, deja de tener credibilidad.
Por ejemplo, por razones —las que sean— hay una religión cristiana que promueve un estilo de comer que prescinde totalmente de productos que vengan de los animales.
Otras religiones, cristianas también, no tienen opinión con respecto a lo que la gente coma.
¿Cuál tiene razón?
Hasta antes de 1973 y de los estudios que se han hecho a partir del Estudio de China, la cuestión era asunto religioso puro.
Hoy, no; la cosa es diferente. Hoy se sabe que no es saludable —para algunos, a corto plazo y para otros a largo plazo— el comer cualquier tipo de producto que contenga proteína animal. El tema, ante la evidencia de esa comunidad científica —la misma que afirma que sí existe el calentamiento global— ya dejó de ser optativo —del de libertad de pensamiento— porque ya existe evidencia —parecida a la de que la tierra es redonda y no plana— de que comer proteína animal es perjuidicial:
Por lo tanto, ya no es una cuestión optativa de creer o no, sino que ya es una cuestión obligatoria de entender. Otra cosa es renunciar al gusto acostumbrado; lo que sí debe convertirse en obligación social, es promover lo que es conveniente para todos.
Por eso, es importante reconocer el límite entre dos formas que encapsulan la llamada libertad de pensamiento:
Lo que está reconocido por la ciencia, no es un asunto que la gente pueda incluir, por lo tanto, dentro de lo que se incluye como libre de pensar como uno quiera.