648 palabras
Copenhague, 12 de diciembre.- Para alguien que empezó su carrera política en su época universitaria, sensibilizada por la lucha contra el apartheid, resulta asombroso que su salto a la popularidad planetaria se haya producido precisamente en el funeral de Nelson Mandela.
Helle Thorning-Schmidt ha conocido problemas más o menos complicados como primera ministra danesa, incluso desagradables, como tener que responder a las acusaciones de evasión de impuestos que se hacían a su marido, Stephen Kinnock, del que se llegó a decir que era homosexual y que estaban a punto de separarse.
Pero nunca antes se había encontrado frente a una avalancha como esta de notoriedad sobrevenida, señalada nada menos que como responsable de interferir en las relaciones del presidente norteamericano Barack Obama y su esposa Michelle. Su idea de utilizar el teléfono como si fuera una adolescente en viaje de estudios, para fotografiarse con el presidente norteamericano, puede convertirse muy a su pesar en un hito en su biografía.
Los diarios daneses salieron a la calle ayer por la mañana sin dar importancia a un asunto que consideraban que no podría distraer a la glamurosa primera ministra de su complicada agenda: sustituir al fiscal general del Estado y hacer frente a una polémica sobre los fondos dedicados a la vivienda. Sin embargo, por la tarde se vio obligada a saltar a la palestra diciendo que no ve nada inconveniente en tomarse una foto con Obama. Algo que «sólo demuestra que cuando nos encontramos con los jefes de Estado y de Gobierno, también somos simplemente personas que se divierten».
La socialdemócrata danesa nunca pierde la sangre fría y aguanta el tipo sin vacilar, como en la ocasión en la que llegó a Bruselas con un vestido del mismo color que la canciller Angela Merkel, cuya talla de cintura no aguantaba la odiosa comparación fotográfica entre las dos mujeres (las cámaras las carga del diablo) y lo tuvo que resolver evitando ponerse al lado de la alemana.
Tampoco le extrañó el comportamiento chabacano del entonces primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, al que los fotógrafos pillaron con cara que querer invitarla a una de sus célebres fiestas del «bunga-bunga». Thorning-Schmidt siempre ha sabido que su belleza es un factor esencial en sus relaciones personales.
Su versión de lo que pasó en Johanesburgo es que a pesar de la tristeza inicial «se trataba de un evento festivo, un homenaje a un hombre que ha vivido 95 años y ha logrado tanto en su vida. Todo el estadio fue pasando hacia un ánimo positivo y luego nos tomamos una “selfie” divertida».
El más descolocado es sin duda el primer ministro británico, David Cameron. Su increíble explicación según la cual «no podía negarme a hacerme una foto con un miembro de la familia Kinnock», solo se justifica si su esposa Samantha le hubiera recibido con el mismo mal humor que se le atribuye a Michelle Obama.
Como si no conociese a Thorning-Schimidt, con la que se sienta en las cumbres al menos una vez cada dos meses, más que por su suegro, un viejo dirigente de la oposición laborista, y se hubiera encontrado con ella por casualidad en Johanesburgo. Y_para acabarlo de arreglar, su conmovedora constatación de que «hay que tener cuidado con las cámaras». Sobre todo las de las amigas.- (ABC)